La Opinión

Exportando venenos

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Nadie le está prestando atención a un problema que puede traerle a Colombia las peores consecuenc­ias en materia internacio­nal: la contaminac­ión de los ríos con toda clase de basuras y desperdici­os, incluidas sustancias químicas, que estamos exportando segundo a segundo a Venezuela.

Unas dramáticas fotos publicadas ayer por este diario sobre la contaminac­ión del río Zulia no generaron la menor inquietud en el sector oficial, ni siquiera entre las autoridade­s encargadas por la ley de preservar y mejorar el medioambie­nte. No hubo una sola reacción.

Y esta no fue la primera vez que se ha tocado el asunto de la contaminac­ión del agua que va al extranjero, desde un ángulo desacostum­brado, pero no por eso trivial: envenenar el agua, como lo estamos haciendo sin que nadie se preocupe, y a través de los ríos enviarla a Venezuela, puede ser, en cualquier momento, causa de reclamacio­nes judiciales y hasta de guerra. Quizás parezca una exageració­n o al menos una visión fatalista de la realidad, pero es un asunto muy serio sobre el que muy posiblemen­te no se tiene claridad en algunos estadios del Gobierno colombiano. Si hubiera esa claridad, hace rato que Corponor o el ministerio del Medio Ambiente u otros organismos hubieran destinado todos los recursos necesarios para solucionar el problema.

Los ríos pueden nacer en un país y morir en otro, como es el caso del Zulia, pero se considera que son compartido­s por los dos países, y no es necesario que el país al que un río llega destine recursos para que, en el caso concreto, Colombia, lo cuide y lo preserve… y lo comparta.

Los recursos hídricos son sagrados para la humanidad, no para los Estados, y en ese sentido, Colombia no está haciendo nada ni en el caso de los ríos Zulia y Pamplonita y Táchira y Catatumbo, para hablar de los nuestros, ni de ninguno que vaya hacia Venezuela, Brasil o Ecuador. Es como si esos países no existieran.

Pero, en nuestro medio, la autoridad ambiental ni siquiera se preocupa por establecer cómo, dónde y quien está convirtien­do el agua de la quebrada Tonchalera en una corriente fétida de negrura como la tinta china, como lo muestran las fotos de La Opinión. Y eso no es fenómeno de estos días: hace largos meses que ocurre, todos los días, segundo a segundo...

Con descargar la responsabi­lidad sobre los alcaldes no es suficiente. No. Hay que asumir desde ya el liderazgo que esa entidad no ha tenido en materia de defensa del medioambie­nte. En algún sentido, hacen más lo niños de los jardines escolares. Con afirmar que el río Zulia tiene 39 puntos de descargas de contaminan­tes desde su nacimiento nada se está haciendo. Hay que actuar ya.

Basta ver solo las cifras de una entidad privada en relación con el Pamplonita en Cúcuta: hace unos meses, los cucuteños enviábamos cada segundo 722 litros de aguas residuales, con todo tipo de contaminan­tes, que van, junto con las de otros ríos nuestros, hasta el Lago de Maracaibo.

La cifra parece pequeña. Pero es lo mismo que decir que cada año, al Lago van, solo de Cúcuta, 380 millones de litros de venenos y basuras. En realidad, todo un océano de porquería.

Los recursos hídricos son sagrados para la humanidad, no para los Estados, y en ese sentido, Colombia no está haciendo nada ni en el caso de los ríos Zulia y Pamplonita y Táchira y Catatumbo, para hablar de los nuestros, ni de ninguno que vaya hacia Venezuela, Brasil o Ecuador. Es como si esos países no existieran.

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