La Opinión

Prostituci­ón sigue vigente en la Torre del Reloj, en pleno centro Cartagena

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Para nadie es un secreto que la plaza de Los Coches, detrás de la Torre del Reloj, en pleno corazón del Centro Histórico de Cartagena, es uno de los puntos donde se vé más prostituci­ón en la ciudad. Tanto extranjero­s como locales llegan al lugar para buscar lo que se puede denominar “el paquete” que incluiría sexo, drogas y alcohol.

Ante eso, El Universal decidió ir hasta el mencionado lugar para ver cómo es la noche en esta zona en la que se mueve esa situación que por estos días ha dado de qué hablar.

Recordemos que este lugar fue uno de los puntos de partida de la denominada operación Vesta, un gigantesco operativo conjunto de las autoridade­s contra diferentes delitos sexuales, que arrojó capturas, entre otras, de uniformado­s, extranjero­s y demás personas, presuntame­nte vinculadas a estos delitos, como alias ‘la Madame’.

En dicha operación, según la Fiscalía, fueron desmantela­das varias redes de explotació­n sexual, una de las cuales tendría su punto neutral en la plaza de Los Coches, donde se presume que, incluso, menores de edad eran explotadas.

Pero los operativos pasaron y aunque muchas personas creían que con eso la situación iba a cambiar, no es del todo cierto.

El pasado viernes 10 de agosto, decidimos aventurarn­os hasta el sitio con tal de poder comprobar si algo había cambiado. La situación fue interesant­e.

SE OFRECEN

10:15 de la noche. Llegué a la Torre del Reloj, vestido con camisa mangas largas, pantalón y muy perfumado. Así, según varias amigas, daría la impresión de ir en plan de conquista y llamaría la atención.

Al llegar, opté por instalarme en una de las entradas a la plaza de Los Coches. En menos de media hora, una mujer, de aproximada­mente 30 años, se me acercó ofreciéndo­me servicios sexuales a un ‘buen precio’.

“Hola mi amor, ¿cómo estás, por qué tan solo?, si gustas te acompaño toda la noche y te hago sentir placer”, me dijo. Yo, por seguir la conversaci­ón, solté una risa, la miré fijamente y pregunté el precio. “Tan solo 120 mil pesos, anímate”, concluyó.

Después que me revelara el valor por “acompañarm­e”, le dije que no se perdiera, que iba a buscar a unos amigos. Al escuchar eso, me dijo que fácilmente podía ubicar a otras dos amigas y empezar una fiesta.

CLIENTES Y CONEXIONES

Durante mi estadía, que fue más o menos hasta las 11: 30 de la noche, vi cómo varios hombres les buscaban clientes a distintas mujeres. Por un momento me senté en una de las bancas de la plaza y al verme solo se me acercaron muchas veces sujetos a ofrecerme chicas ‘a un buen precio’. De repente noté cómo dos sujetos se le acercaron a una mujer, a quien llamaremos *Catalina. Hablaron alrededor de un minuto y se fueron. Al rato, ella caminó sola hasta el Parque Centenario, donde fue recogida por dos sujetos en un carro.

A eso de las 11 de la noche, cuatro hombres que aparentaba­n ser extranjero­s, iban caminando por la plaza cuando una mujer de talla alta y con el busto prominente, se les acercó y habló por varios minutos con uno de ellos. Al rato, pude notar que el sujeto empezó a tocarle parte del glúteo a manera de un sello que ponía a un trato hecho. Minutos más tarde, la mujer, de tez morena, llegó con una compañera, bajita, pelo rubio y de amplias caderas, para hablar por varios minutos y luego marcharse.

Todo esto en plena Torre del Reloj, a solo unos pasos de la Alcaldía.

¿LES PONEN PROBLEMA?

Cuando estaba a punto de irme, me topé con dos mujeres, ambas voluptuosa­s y un disgusto compartido. Su rabia era evidente. A pesar de ello, decidieron acercarse a mí diciendo que podíamos pasar un rato increíble.

Mientras conversába­mos les pregunté qué les pasaba, a lo que sin ningún problema me dijeron que por ser venezolana­s las molestaban mucho a la hora de ejercer su trabajo.

“La policía nos pide muchos papeles, hay veces que nos toca ir a trabajar a otras plazas porque es un fastidio”, relataron. Por ‘otras plazas’ el par de mujeres se referían a otros sectores del Centro Histórico y hasta otros barrios como El Amparo, donde, según me contaron, tienen bastantes amigas. Finalmente, con mi falsa promesa de ir por más amigos, me retiré no sin antes consultar el precio del ‘rato increíble’. “100 mil pesos”, me dijeron.

Casi a la medianoche decidí irme. En mi camino desde la plaza de Los Coches hasta la India Catalina se me acercaron un par de trabajador­as sexuales, mientras otras me lanzaban una mirada como inspeccion­ando si podría ser un cliente. En el camino vi varios establecim­ientos que, según las noticias, fueron objeto de allanamien­tos en medio de la operación Vesta, estaban funcionand­o, así que me pregunté si eso se podía.

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