Educación y movilidad social
Este fue el tema del II Foro Internacional que se llevó a cabo recientemente en la Universidad Simón Bolívar. Prestigiosos investigadores y expertos nacionales y extranjeros debatieron este tema crucial para la sociedad colombiana. En Cúcuta se analizó la manera cómo la crisis social y humanitaria desencadenada por el desgobierno entronizado en Venezuela ha afectado las posibilidades de nuestros niños y jóvenes de escalar a un estrato socioeconómico más alto. La ex viceministra de Educación Nacional, Patricia Martínez Barrios, señaló que de cada mil niños que inician la primaria, sólo uno se gradúa en la Educación Superior. Esta es una escalera rota que parecería condenar a nuestra población a mantenerse en el estrato en el que nacieron. Y sí, como otros conferencistas mostraron, los niveles de pobreza y el desempleo en Cúcuta son de los mayores en el país, parecería que existe una combinación de factores adversos que impiden la movilidad social. Según el antropólogo Oscar Lewis, existe la cultura de la pobreza caracterizada por resignarse alegremente al lugar que le correspondió y que se da en aquellos sectores de la sociedad que tienen muy bajos salarios, no pueden acceder a créditos bancarios, ni educación, ni empleos mejor remunerados. Esa cultura se perpetúa de generación en generación “cuando los niños de los barrios bajos tienen seis o siete años de edad y han absorbido por lo común los valores básicos y las actitudes de su subcultura y no están psicológicamente capacitados para tomar plena ventaja… del aumento de oportunidades que pueden darse en el transcurso de su existencia”. La sociedad latinoamericana en general, y la colombiana en particular, están inmersas en una cultura de la pobreza y de minoría de edad kantiana que no nos dejan actuar por nosotros mismos, sino que siempre dependemos de otros: del gobierno central, del patrón, de la empresa, del empleador. Como en los tiempos coloniales en los que los americanos dependían del favor del rey, actualmente los colombianos de provincia dependemos de la voluntad del gobierno central, del presidente y de sus ministros, de la maraña normativa que proviene del Congreso, de las dádivas y de las mermeladas, de la aplicación o no de las normas, de la falta de civismo, de la incapacidad de trabajar en conjunto para el bien común. En esto no estamos solos. Basta mirar la diferencia entre los estados rurales del sur de los Estados Unidos y los industrializados del norte. Entre las antiguas colonias africanas y las metrópolis europeas. Pero estoy seguro que para poder superar un problema es primero necesario identificarlo, estudiarlo y proponer hipótesis que al ponerse a prueba permitan superarlo. Es claro que nuestra Educación