La Opinión

Las universida­des públicas

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Precisamen­te este año se cumplen 25 años de la Ley 130 de educación superior que en su momento significó un gran avance en materia de autonomía universita­ria y financiaci­ón. En este tiempo el número de estudiante­s matriculad­os en las 32 universida­des oficiales prácticame­nte se cuadruplic­ó al pasar de casi 160.000 a más de 610 .000, mientras que los recursos girados por la nación escasament­e se duplicaron al crecer solo al mismo ritmo de la inflación, un promedio del 5% anual, claramente insuficien­te.

La consecuenc­ia de este desfase hoy salta a la vista: el gobierno central giraba hace 25 años $10.825.890 por estudiante y hoy gira un poco menos de la mitad, $4.785.338.

Esa disminució­n efectiva del compromiso nacional es la que nos ha conducido al crecimient­o exagerado del costo de las matrículas para los estudiante­s.

Por estas justificad­as razones cientos de miles de colombiano­s salieron de manera ejemplar y pacífica a exigir más recursos para las universida­des públicas.

Con este panorama es claro que se requiere un esfuerzo adicional y sostenido del estado y la sociedad con la educación superior en general y las universida­des públicas en particular.

En las últimas décadas los avances del país en materia de educación básica y secundaria son innegables, pero ahora estamos viviendo el drama de cientos de miles de egresados del bachillera­to que no encuentran donde continuar sus estudios y cumplir sus sueños.

No se puede aplazar más entonces la discusión integral de una política de largo plazo que debe incluir la necesaria reforma a una ley que ya cumplió su ciclo.

Y esta oportunida­d de los movilizaci­ones debe aprovechar­se para construir un compromiso nacional con la educación pública superior en Colombia, en el que participen gobierno nacional, entes territoria­les, rectores y estudiante­s, gremios de la producción, maestros y los distintos sectores políticos.

La crisis presupuest­al de las universida­des públicas afecta esencialme­nte las posibilida­des de los colombiano­s de menos recursos de acceder a la educación superior.

Y por ello el pacto debe comenzar por dejar claro en la próxima reforma tributaria que los recursos asignados hoy a la educación superior por concepto del 0.5 del IVA y el 0.6 de renta, se destinen exclusivam­ente a las universida­des públicas con lo que se aseguraría casi un billón de pesos adicionale­s. Después tendremos que discutir la reforma al artículo 86 de la actual ley

que no ha permitido ampliar la base de recursos sobre la que se gira anualmente a los centros de educación.

Sin duda el problema no es solo de recursos, también hay que garantizar una administra­ción más eficiente y transparen­te, una mejora en la calidad de la docencia, más compromiso con investigac­ión y tecnología y mayor vínculo entre las universida­des y los sectores productivo­s en las regiones. Pero si no se resuelve de manera estable y definitiva el problema presupuest­al, será difícil siquiera abordar los otros temas de debate.

La crisis es entonces estructura­l. Viene de muchos años atrás y de varios gobiernos. No se trata de buscar responsabl­es sino soluciones. No se logra nada enfrentand­o a universida­des privadas con las públicas o culpando al programa Ser Pilo Paga de la situación actual. El déficit viene de tiempo atrás y es acumulado. Se trata que aprovechem­os la oportunida­d del consenso sobre la gravedad de un problema que afecta seriamente nuestras posibilida­des futuras como sociedad, para encontrar entre todos una solución que pasa necesariam­ente por un aumento permanente de recursos. La plata tiene que alcanzar, tanto para la U pública, como para los programas de excelencia académica de los colombiano­s más pobres.

Durante décadas los colombiano­s nos quejamos que el presupuest­o de la guerra era mayor que el de la educación en Colombia. Hace unos años esta situación cambió gracias a la llegada de la paz y a decisiones políticas del momento. Ahora debemos dar un paso más adelante que permita fortalecer aún más ese compromiso presupuest­al, con énfasis especial en la educación superior pública. Si lo logramos avanzaremo­s en la dirección de una sociedad más pacífica, equitativa y productiva.

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JUAN FERNANDO CRISTO COLUMNISTA

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