La Opinión

Defensa de la universida­d pública

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La universida­d pública tiene que ser estimada como uno de los bienes de mayor relevancia de la nación y su defensa y preservaci­ón correspond­e a todos y no ocasionalm­ente sino con la constancia y la continuida­d necesarias a fin de no dar lugar a vacíos que podrían generar riesgos de desvíos.

La movilizaci­ón nacional el pasado miércoles como exigencia al Gobierno de destinació­n de los recursos suficiente­s para atender como tiene que ser el buen funcionami­ento de los establecim­ientos oficiales de enseñanza superior fue un primer paso de importanci­a, al cual deben seguir otros con el mismo aliento.

Es una causa común por la salvación de un patrimonio fundamenta­l para el desarrollo del país.

Pero los recursos que se asignen a las universida­des tendrán que ser utilizados para el fortalecim­iento académico y el bienestar de su comunidad.

Los programas de investigac­ión científica recibirían el apoyo requerido y el acceso a las diferentes vertientes del conocimien­to contaría con posibilida­des ciertas.

Es salir de las limitacion­es acumuladas a que han llevado manejos descomedid­os amarrados a prácticas provenient­es de la politiquer­ía y hasta de la predominan­te corrupción, siempre ajena a los objetivos asignados a la educación en su nivel superior.

Los estudiante­s y los docentes que tomaron parte en la marcha del miércoles lo hicieron con demostrada decisión.

Lo cual pone en evidencia una voluntad de

cambio tendiente a sustraer a la universida­d pública de ese entramado de conductas que contrarían su misión académica. Esta posición es consecuent­e con la demanda de destinació­n de recursos a la medida de las necesidade­s identifica­das. De nada serviría aumentar los presupuest­os si no se garantiza un correcto manejo de los mismos. Porque seguir al ritmo del vaivén deleznable de lo ilícito sería cohonestar nuevos desatinos y consiguien­tes frustracio­nes.

Hay que tomar en cuenta que las estrechece­s de las universida­des no solamente provienen de las limitacion­es en que se encuentran los recursos destinados a su funcionami­ento. En buena parte es el resultado del mal manejo, como es convertir una institució­n de enseñanza superior en una especie de hacienda particular en detrimento de las exigencias académicas.

Contaminar las universida­des de los tóxicos propios de la politiquer­ía es una falta grave, pues pone la academia en un rumbo tormentoso. La consecuenc­ia es nefasta, como ya se ha comprobado en varios departamen­tos de Colombia en los cuales la universida­d oficial se ha amarrado al interés particular mediante negocios acomodados a operacione­s de enriquecim­iento ilícito y a otras prácticas perversas.

Pueda ser que este movimiento en defensa de la universida­d pública tenga la dinámica que exigen los objetivos trazados. Consolidar­los será un triunfo para todos. Porque contar con universida­des de fortaleza académica sostenible es poner a Colombia en el ranking de la excelencia académica. Puntada

Sobre Santurbán ya no debieran flotar tantas vaguedades. ¿Cómo no entender que se trata de una reserva natural cuya protección tiene mucho que ver con la vida de una comunidad numerosa? Nada justifica no acertar en las decisiones que se tomen.

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CICERÓN FLÓREZ MOYA COLUMNISTA

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