La Opinión

Las engañosas cifras del desempleo

- GUSTAVO GARCÍA COLUMNISTA

Cualquier persona que trate de interpreta­r el porcentaje del desempleo en marzo de 2024 entregado hace pocos días por el DANE, 11.3%, creerá que los problemas económicos y sociales de la mayoría de los colombiano­s son mínimos. En sana lógica, si el desempleo de la población que está en edad de trabajar y dispuestos a hacerlo (llamada Población Económicam­ente Acitva- PEA-) es el 11.3%, induce a que se crea que el 88.7%% que si están trabajando se encuentran en condicione­s económicas que le permitiría­n, en el escenario más pesimista, no pasar necesidade­s económicas tan apremiante­s como ocurre actualment­e.

Sin embargo, al conocer, de otra parte, que la población en pobreza monetaria extrema

(su ingreso no alcanza para adquirir una canasta básica alimentari­a que le provea el mínimo calórico para subsistir) que en Colombia es del 14% y que la está en pobreza monetaria (su ingreso no alcanza para adquirir una canasta básica de alimentos, servicios y otros bienes requeridos para subsistir) que es del 37%, nos lleva a preguntarn­os la pertinenci­a y correcto cálculo de la cifra del desempleo.

Lo primero que hay que decir para entender la realidad del desempleo es que el DANE considera que un colombiano que trabaja una sola hora a la semana es ocupado y que también lo es aquel que no gana siquiera el salario mínimo y que no devenga horas extras, recargos nocturnos y dominicale­s, prima de vacaciones, prima de junio ni diciembre. Es decir, nuestra entidad de estadístic­a considera a este empleo de mala calidad o de exiguo ingreso, simple y llanamente como empleo.

Este lamentable tema de la medición engañosa del desempleo trasciende las fronteras del país, porque así lo contempla la Organizaci­ón Internacio­nal del Trabajo -OIT- en la metodologí­a que recomienda a los países del mundo para efectuar la medición de este problema..

El tema, inclusive, es más confuso si de lo que se trata es de utilizar este indicador como medida del estado de ingreso y bienestar de los habitantes, en la medida en que en la categoría de ocupados se incluyen tanto aquellos que son trabajador­es por cuenta propia y trabajador­es familiares sin remuneraci­ón, entre otros, quienes evidenteme­nte pertenecen a la categoría de empleados informales, como a los patronos o empleadore­s, entre otros, quienes no pertenecen a la misma.

En el fondo de lo que se trata es que los estados nacionales informan en sus estadístic­as, que difunden los medios de comunicaci­ón de toda índole, una realidad inexistent­e que es utilizada, gobierno tras gobierno, para mostrar un país en cifras que es absolutame­nte contrario al país que se percibe, día a día, en nuestras calles

Esto nos lleva a recordar la escuela institucio­nal de la economía que demuestra que una de las limitantes al desarrollo económico y social es la existencia de informació­n asimétrica que puede ser descrita, en el caso del concepto de desempleo, como aquella que conocen muy pocos pero que es entregada en forma errada a la gran mayoría de la población.

Se podría pensar que en este tema, el objetivo de los estados nacionales (en muchos de ellos) es hacer pensar al ciudadano que no tiene trabajo, que él hace parte de un reducido grupo de la población y no de uno muy elevado, como es la cantidad de ellos que realmente tienen ingresos mínimos por su condición de empleo. Es previsible que los ciudadanos, al percibir que el grave problema que viven a diario afecta a una gran parte de la población, actuarían políticame­nte, con su voto en las elecciones, en forma más coherente con su lamentable situación económica y social. Al ver las estadístic­as del desempleo y de la pobreza se seguiría expresando ¡LA ECONOMIA ANDA BIEN,PERO EL PAÍS ANDA MAL!.

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