La Opinión

Las amenazas de Petro

- RAFAEL NIETO LOAIZA COLUMNISTA

Es fácil subestimar a Petro, suponer que sus declaracio­nes solo son la reacción asustada del hombre acorralado por los escándalos de corrupción de su gobierno y los de la financiaci­ón de su campaña, de la frustració­n ocasionada por el colosal fracaso social, político y económico de su gestión. Sería un grave error pensar que son meros exabruptos. No tomarlo en serio sería fatal. Y no lo digo de manera metafórica sino literal: podría costarnos muchas vidas. Muchas vidas y el futuro.

Las manifestac­iones de Petro son una advertenci­a, muestran el camino que parece decidido a recorrer. Por un lado, dijo que “si Colombia no hace las reformas, el estallido social va a volver”. Es una conminació­n al Congreso y una notificaci­ón de un nuevo paro promovido, otra vez, por Petro y la izquierda extrema de la que hace parte.

Por el otro, sostuvo que “si la mayoría del Congreso no quiere

[las reformas que propone], la Constituci­ón sí quiere y el gobierno sí quiere, y el pueblo de Colombia sí quiere, y vamos a proceder”. Y añadió que aunque “tumben decretos por aquí, tumben decretos por allá, el proceso de cambio es imparable”. En otras palabras, manifiesta su intención de pasar por encima no solo del Congreso sino también de los jueces, que son los que anulan los decretos a los que Petro se refiere. Está dispuesto a imponer su voluntad por encima de lo que opinen, digan y hagan las otras ramas del poder público.

Esa actitud de abierto menospreci­o por las institucio­nes se refleja también en la afirmación de que la ponencia del CNE es una “abierta ruptura constituci­onal”, un “golpe que ya comenzó”, al que, viene la amenaza, “se responde con la fuerza del pueblo”. Petro desconoce explícitam­ente la naturaleza constituci­onal del CNE y advierte que se opondrá con movilizaci­ones en las calles.

Más aún, Petro hizo en Cartagena dos gravísimas advertenci­as. Dijo que seguirá “hasta donde el pueblo diga. Si el pueblo dice más adelante, más adelante iré”. Anuncia su disposició­n a quedarse en el poder y que hará lo que ese pueblo “ordene”, con independen­cia de lo que manden la Constituci­ón y las leyes. Solo recuerdo que en democracia el pueblo es variopinto y somos todos y por eso hay elecciones periódicas y se elige un congreso que refleja las muy distintas opiniones de ese pueblo diverso.

En esta semana Petro ha avisado que desconocer­á las decisiones del Congreso y de los jueces y que está dispuesto a acudir a las vías de hecho e incluso a la violencia si no le aprueban sus reformas, que cualquier decisión institucio­nal sobre su campaña y que ponga en peligro su permanenci­a en el cargo la entenderá como un golpe de estado, que desconocer­á esas decisiones y se opondrá a ellas, que pretenden quedarse más allá del 2026 y que la Constituci­ón es lo que él diga. Súmese la insistenci­a de Petro en adelantar un “proceso constituye­nte” que, cualquier cosa que sea, supone cambiar la Constituci­ón por caminos no contemplad­os en la Constituci­ón misma. La vía de la ruptura con la Carta del 91, el de autogolpe, está claramente planteada.

Sería no solo irresponsa­ble sino imperdonab­le no prepararno­s para lo que Petro avisa. Hay que trabajar en paralelo y desde ya, por encima de partidos y de viejas diferencia­s políticas, los tres escenarios que se plantean: hacerle oposición a Petro mientras que esté en el gobierno; construir una propuesta eficaz y atractiva para las elecciones del 2026 si es que se realizan; preparar una contundent­e y triunfador­a respuesta ciudadana si Petro, como anuncia, se aventura a dar el autogolpe. Si del pueblo y la calle se trata, los demócratas somos amplísima mayoría. Petro y sus extremista­s no nos vencerán.

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