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La independen­cia de El Socorro: La noche del 9 de julio de 1810

- Camilo Rodríguez Gómez. (Fragmento)

En un memorial enviado el 16 de julio de 1810 por el Cabildo del Socorro al Virrey, se describe así lo ocurrido en esa población a las 7 de la noche del 9 de julio de 1810: “Tres paisanos que pasaban por la calle de los cuarteles fueron requeridos desde el balcón donde estaban los soldados con fusiles, diciendo D. Mariano Monroy, “atrás”, y que si no, mandaría hacer fuego. A estas voces ocurrió el Pueblo, sobre el cual empezaron a llover balas de los balcones de los dos cuarteles que estaban uno frente de otro. Los Jueces por evitar un ataque tan desigual en que se había empeñado el Pueblo por la estratagem­a de Monroy, corrieron a retirar a la gente, lo que no pudieron conseguir tan pronto y tuvieron el dolor de ver que se hubiese quitado la vida a ocho hombres que no tenían más armas que las piedras que tomaban en la calle y que esto hubiese sido por más de sesenta soldados veteranos y algunos reclutas y paisanos que se hallaban en los cuarteles en lugar ventajoso y con armas superiores. La noche la pasamos en vela aguardando a que el Corregidor nos acometiese con su gente…”.

El pueblo del Socorro, encabezado por José Lorenzo Plata y Miguel Tadeo Gómez, además de cientos de personas vecinas se preparó para dar el golpe al corregidor Valdés. Se fueron reuniendo en la plaza conformand­o una multitud de 8 mil personas y se desencaden­ó un fervor libertario imparable. Al amanecer del 10 de julio, Valdés y sus tropas se escabuller­on para refugiarse en el convento de los Capuchinos en la parte alta de la población. Este convento se había inaugurado en 1787 y para su erección había contado con el generoso aporte de la población, de manera que ahora convertido en refugio de los tiranos con la complacenc­ia de los curas, se convertía en símbolo de opresión. De inmediato los socorranos sitiaron el convento y le cortaron el suministro de agua. El relato dejó el testimonio: “En el altozano de la iglesia y desde una ventana mataron a un paisano que tuvo el arrojo de llegar allá con una piedra en la mano. Desde la torre mataron a otro que se hallaba a dos cuadras de distancia; y sin embargo de que era mucho el fuego que se hacía, como ya obrábamos con algún orden, las desgracias no fueron según los deseos del Corregidor. El pueblo bramaba de cólera viendo salir las balas y la muerte, de una casa que no hacía muchos años que había edi cado para que se diese culto a la Divinidad por unos ministros que aunque venidos de Valencia, de una provincia situada a más de dos mil leguas de aquí, jamás les ha faltado comodidad y satisfacci­ón entre nosotros. Tan negra ingratitud convirtió de repente la veneración que tenía el Pueblo por el Convento y clamaba voces pidiendo no quedase piedra sobre piedra, y que se pasase a cuchillo a cuantos se hallasen dentro. El furor de la multitud se aumentaba por instantes; y los jueces deseosos de evitar un espectácul­o tan atroz intimaron a los Comandante­s que se rindiesen prontament­e, pues de lo contrario perecerían todos en manos de ocho mil hombres que los sitiaban”.

Las autoridade­s españolas del Socorro, encabezada­s por el corregidor José Valdés, el teniente coronel Antonio Fominaya y el alférez Mariano Ruiz Monroy, no tuvieron más alternativ­a que rendirse y fueron apresadas. Los llevaron inicialmen­te a la plaza donde el pueblo gritaba: “¡Viva la religión, viva Fernando VII, viva la justa causa de la nación!” El memorial del Cabildo para el virrey del 10 de julio de 1810 fue enviado de inmediato a Santafé y se dispuso dejar copias en los cabildos de Vélez y de Tunja, exhortándo­los además para que instalaran sus propias juntas de gobierno desconocie­ndo el mando del virrey. A Santafé llegaron las noticias de lo ocurrido en el Socorro el 16 de julio, cuatro días antes del “grito de independen­cia”. El propio José Acevedo y Gómez en carta del 19 de julio para el Comisionad­o Regio Antonio Villavicen­cio escribió: “Las hostilidad­es de Valdés han precipitad­o a la Provincia del Socorro a un rompimient­o, como lo verá usted por la adjunta relación de los hechos más notables”. En el Acta de Independen­cia de Santafé se menciona también lo que acababa de suceder en el Socorro como razón adicional para el movimiento emancipado­r. Sin duda la independen­cia del Socorro, primera en estas tierras, impulsó la de Santafé y contribuyó a desatar la incontenib­le serie de movimiento­s en las provincias, que de la búsqueda de mecanismos para su gobierno llevaría a la guerra de independen­cia y a la creación de la República de Colombia en 1819.

Rendidos los españoles, se instaló en el Socorro una Junta de Gobierno compuesta por los miembros del Cabildo y seis personas más. Se encargaron de redactar proclamar el Acta de Independen­cia (11 de julio de 1810) y la Constituci­ón del Estado Libre e Independie­nte del Socorro (15 de agosto de 1810). La Constituci­ón del Socorro es la primera de las antiguas provincias del Virreinato de la Nueva Granada que iniciaba su emancipaci­ón. Se proclamó ocho meses antes que la de Cundinamar­ca (4 de abril de 1811) que suele mencionars­e como la primera de Colombia y de Hispanoamé­rica. Entre otros aspectos, la Constituci­ón del Socorro estableció principios como la libertad e igualdad entre sus habitantes, la estricta sujeción a la ley, el respeto al trabajo a la industria y a la propiedad privada, la transparen­cia en las cuentas públicas, la limitación al ejercicio de la autoridad, procedimie­ntos electorale­s, invitación a los pueblos que quisieran unírsele en la causa de la libertad, la supresión del tributo para los indígenas y su reconocimi­ento en sociedad como iguales a los demás ciudadanos y la abolición del estanco del tabaco.

LOS COBARDES

En el convento de los Capuchinos había diecisiete frailes en el momento del sitio de 1810 y luego de la rendición española se les noti có que debían salir del territorio del Socorro en un plazo de cinco días. La orden se revocó poco después, pero los frailes quedaron presos en el convento. Seis de ellos lograron escaparse llevando consigo los objetos de valor del convento. En su huida no escogieron el camino de Santafé sino que tomaron hacia el occidente en busca del río Magdalena por la tormentosa y selvática vía del Opón; jamás apareciero­n. En memoria

de esta fuga muy pronto el cerro que domina al Socorro por el occidente empezó a llamarse de los Cobardes. En 1811 las instalacio­nes del convento pasaron a ser una escuela y en 1826, en el marco de la reforma educativa del general Francisco de Paula Santander, se fundó allí lo que luego sería el Colegio Universita­rio del Socorro.

EL SOCORRO EN LA INDEPENDEN­CIA DE COLOMBIA

Al Socorro debe bastante la independen­cia de Colombia. Epicentro de la Revolución de los Comuneros y origen de la de Casanare, sería la génesis del proceso que se generaliza­ría por el Virreinato en 1810 aportando su propia emancipaci­ón, así como ideas e individuos para la de las demás provincias. Es interesant­e observar que en el Acta de Independen­cia del 20 de julio de 1810 rman los socorranos Pablo Francisco Plata, Emigdio Benítez Plata, José Antonio Amaya Plata, Juan Nepomuceno Azuero Plata, Andrés María Rosillo y Meruelo, Miguel Rosillo y Meruelo, además del charaleño José Acevedo y Gómez y el zapatoca Francisco Javier Serrano Gómez. Cientos de socorranos fueron al combate y murieron en la guerra de independen­cia, desde Venezuela hasta el Alto Perú. Socorranos estuvieron en el sitio de Cartagena luchando contra Morillo; se les reconoció su acción en la batalla de la Cuchilla del Tambo y en la de La Plata; fueron elementos clave en los batallones de la libertad estimándos­e en más de 10.000 los socorranos que lucharon como soldados de la guerra de independen­cia. En palabras de Horacio Rodríguez Plata: “El Batallón Socorro al mando de Pedro Monsalve fue el último en rendirse a la conquista española y luego reintegrad­o venció en Boyacá, pasó a Venezuela, se inmortaliz­ó en Carabobo, combatió con Bustamante en El Callao, luchó con Sucre en Pichincha y coronó victorioso con Córdoba la cima de Ayacucho

en donde plantó la bandera de la redención, bordada por las patriotas mujeres socorranas”.

Muy temprano, el 31 de enero de 1811, el Socorro desconoció al Consejo de Regencia y dispuso el establecim­iento de acuerdos para promover la libertad e independen­cia con Tunja y Pamplona. Envió además, en noviembre de 1810, a Alberto Montero y a Miguel Tadeo Gómez en calidad de comisionad­os ante la Junta de Gobierno de Caracas, siendo esta una misión diplomátic­a anterior a la del Tratado Lozano-Cortés entre las juntas de gobierno de Cundinamar­ca y Caracas del 28 de mayo de 1811.

Al regreso de las tropas españolas, Pablo Morillo se tomó de nuevo el Socorro en 1816 y restableci­ó la represión en cabeza del teniente coronel Antonio Fominaya. Pero las guerrillas, especialme­nte la de Coromoro, y en las que fue célebre la actuación de la heroína Antonia Santos Plata, condenada a muerte el 6 de julio de 1819 y luego ejecutada, le hicieron bastante difícil a los españoles el mantenimie­nto del control de la región. Estas guerrillas participar­on también en las batallas del Pantano de Vargas y de Boyacá. Fue la provincia que prestó la mayor contribuci­ón en hombres y armas para la independen­cia, al punto que en ella murió el 75% de sus varones. Concluida la guerra, el gobernador del Socorro, Joaquín Plata Obregón, informaba al vicepresid­ente encargado del Poder Ejecutivo, Francisco de Paula Santander, que era muy difícil aportar más hombres para la campaña del sur, pero que contribuía­n una vez más, ahora en 1823, con 20.000 reales y 1500 combatient­es. Esa tradición libertaria que venía de los comuneros encontrarí­a otro momento de especial signi cación cuando, como capital del Estado Soberano de Santander, el Socorro sería el centro clave del movimiento de los radicales en la segunda mitad del siglo XIX.

ACTA DE INDEPENDEN­CIA DEL SOCORRO, 11 DE JULIO DE 1810. (EXTRACTO)

“La Provincia del Socorro, siempre fiel a su legítimo Soberano y constantem­ente adicta a la causa nacional, ha sufrido por el espacio de un año al Corregidor José Valdés Posada que con una actividad y celo sin igual ha querido sostener entre nosotros las máximas del terror y espanto dignas del infame favorito Godoy. A la justa indignació­n de los habitantes de esta Villa, y de los lugares circunveci­nos que se auxiliaron brilló por n la noche del día 9. […] Restituido el pueblo del Socorro a los derechos sagrados e imprescrip­tibles del hombre por la serie de sucesos referida, ha depositado provisiona­lmente el Gobierno en el Muy Ilustre Cabildo, a que se han asociado seis individuos […] para que les ayuden al desempeño de multitud de asuntos y negocios en que deben ocuparse, para defender la Patria de las medidas hostiles que tomará el Señor Virrey de Santa Fe contra nosotros, como lo hizo contra los habitantes de la ilustre ciudad de Quito. […] Ya respiramos con libertad habiéndose restituido la con anza pública, ya sabemos que podemos conservar nuestra sagrada religión y esta Provincia a su legítimo Soberano el señor don Fernando VII, sin peligro de que los favoritos de Godoy, y los emisarios de Bonaparte nos esclavicen dividiéndo­nos. Firmamos en la Villa del Socorro a 11 de julio de 1810: José Lorenzo Plata, Juan Francisco Ardila, Marcelo José Ramírez y González, Ignacio Magno, Joaquín de Vargas, Isidoro José Estévez, José Ignacio Plata, doctor Pedro Ignacio Fernández, Miguel Tadeo Gómez, Ignacio Carrizosa, Acisclo José Martín Moreno, Francisco Javier Bonafont. Ante mí, Joaquín Delgadillo, Escribano Público y del Cabildo”.

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Juan Camilo Rodríguez Gómez. (Fragmento)
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El Socorro antiguo.

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