La Opinión - Imágenes

Dos cuentos para Imágenes

- Beto Rodríguez

AHelí Daniel Sanjuán el hecho de haber viajado en los mejores momentos de la juventud y adquirido manera distinta de pensar, le costó en una fría madrugada, atado, amordazado, a palo, piedra y teas haber sido forzado a abandonar el pueblo. Sanjuán lejos de sus pagos en una noche de audaz rmeza de la mocedad, conoció el secreto de la oralidad pasional y prometió algún día dar a conocer entre sus amigos el antiguo y dulce ajetreo amoroso.

Cuando retornó a la villa empezó a reunirse con ancianos, jóvenes, célebres, célibes, solitarios, cornudos, homófagos y neutros a quienes narraba aventuras con su dosis personal de dramatismo.

Un delator contó el arcano contenido de las reuniones al alcalde, al Poder Judicial, a las diversas Iglesias, a las congregaci­ones pías, a la Policía y demás cuerpos armados.

El sigilo investigat­ivo fue violado y en pocas horas la sociedad se enteró de las giras de Sanjuán a Minnesota, Minneápoli­s, los baños en la Laguna de Tominé, las idas a Lenguazaqu­e, Cundinamar­ca, Cucaita, Boyacá, su experienci­a en la Mene Grande Oil Company, el consumo de sesos de tominejo y minestrone.

Helí Daniel le enseñaba a sus prosélitos a fomentar insurgenci­a en el Monte de Venus, a dirigir arrojados, henchidos de amor patrio golpes de mano contra el Cerro de La Soledad, con guantes de boxeo. También los preparaba para intentar en su momento, entre himnos sá cos, un demoledor operativo en la Isla Lesbos.

Pero los planes llegaron a su n en una aciaga noche de tala de pendejos para sus rebeldes vivencias, porque su casa fue allanada por un pelotón armado, y voluntario­s civiles, mientras en la calle un coro femenino le gritaba denuestos con denuedo.

Se escuchaban maldicione­s tratándolo de agitador digno de morir mudo, así tuviera amistades en la Academia de La Lengua.

Bajo escupitajo­s, excremento y orines fue llevado en grilletes a un sector que conduce a la capital y le fue prohibido volver bajo pena de muerte.

Pasaron los decenios, animado por los familiares volvió temeroso al terruño, se sentó en la plaza central y se dedicó a evocar los heroicos pasos que le causaron el destierro.

En ese momento un veterano lo identi có, Sanjuán sintió miedo, y al momento empezaron a llegar tímidos curiosos a conocerlo.

Le dieron las gracias más solicitude­s de perdón y lo invitaron a almorzar en familia a título de desagravio, por haber sido el importador de tan gloriosa faceta del concúbito.

Recuperado en su honra, dueño del abolengo de su procera y procela condición, Sanjuán vuelve feliz a su sitio de origen cada vez que puede, a cobrar morosos derechos de autor y añejos intereses.

EL PRUDENTE

Un periodista famoso por su prudencia, le preguntó a un colega: ¿burro se escribe con be larga o ve corta y mayúscula? El otro curtido y canoso, respondió: ¡depende del tamaño del burro!

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Laguna de Tominé.
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