La Opinión - Imágenes

Johann Sebastian Bach su herencia

- Paloma Socías Casquero

En la biblioteca municipal de Leipzig se conservan aún los antiguos legajos; uno dice, con modestia y simplicida­d incomprens­ibles: “Un hombre de sesenta y siete años, el señor Johann Sebastian Bach, Kapellmeis­ter y Kantor en la escuela de la Iglesia de Santo Tomás, fue enterrado el día 30 de julio de 1750”.

Aunque murió sin conocer el éxito, cuesta pensar en una música más admirada o más in uyente que la suya. De Mozart a Schönberg, de Brahms a Strauss, de Beethoven a Shostakovi­ch, muy pocos han sido los compositor­es que no han rendido su tributo de admiración en una forma u otra.

Sus propios hijos fueron, cada uno en su estilo, los primeros continuado­res de su obra: Wilhelm Friedemann Bach, llamado el “Bach de Halle”, siendo el más enigmático de sus hijos, fue también uno de los más dotados. Su música, original y a veces sorprenden­te, sigue siendo uno de los más bellos testimonio­s del estilo “moderno” y “sensible” del siglo XVIII. A pesar de que le atraía el nuevo lenguaje, Wilhelm estuvo muy in uido por la obra de su padre, fundiendo así en su música, elementos conservado­res y modernos, teniendo por tanto, un estilo muy personal y un gran temperamen­to.

Carl Philip Emanuel fue el Bach más famoso de su tiempo, llamado también el “Bach de Berlín”. Aunque discípulo de su padre, adoptó la nueva escritura llamada estilo galante e hizo muchas innovacion­es para dar vida a la Sonata, que empezaba a decaer. No en vano ha sido considerad­o como el padre de la Sonata clásica y, aunque nunca abandonó la tradición heredada de su padre, sí buscó su estilo original, y entre sus más importante­s innovacion­es se encuentran el haber sustituido el estilo fugado por el estilo libre o galante, el establecim­iento de la segunda melodía en el primer tiempo, la importanci­a de las partes medias, etc. Aunque su melodía no alcanza gran altura, el ritmo y la armonía imprevista dan un sabor peculiar a su obra.

Johann Christian, el “Bach de Londres” o “Bach de Milán”, no recibió especial in uencia de Johann Sebastian ya que, aunque trabajó con su padre cuando joven, su verdadero maestro fue su hermano Carl Philip. Destacó más en ópera, género que su padre había desdeñado. Mozart lo considerab­a el mayor genio del siglo.

El in ujo de Bach sobre compositor­es posteriore­s se basa principalm­ente en tres grandes pilares de los que el músico barroco puede considerar­se como un auténtico maestro: la ornamentac­ión, la fuga y la variación. Aunque ya los maestros renacentis­tas usaron la ornamentac­ión en gran parte de sus composicio­nes, en toda la obra de Bach los ornamentos están presentes en forma de notas de adorno, apoyaturas, grupetos, trinos, etc, y todos los compositor­es venideros (Haydn, Mozart, Beethoven, Chopin) los han utilizado basándose en ellos.

Después de Bach, la fuga casi desaparece durante el siglo XVIII en favor de la Sonata, entonces triunfante, y solamente la emplearon algunos maestros como forma arcaica. El temperamen­to de W. A. Mozart se prestaba poco para cultivar este género, pero a pesar de ello compuso alguna para clave, además de un nal fugado para pequeña orquesta, que gura en su Galimatías musical compuesta a los doce años, y la más famosa, la del Kyrie de su esplendoro­so Requiem. Sus modelos fueron Carl Philip Emanuel, como re ejan sus sonatas, y su hermano Johann Christian, cuya impronta es patente en la Fantasía y Fuga en do menor.

Si bien las primeras sonatas de L. van Beethoven están impregnada­s del “estilo galante” de C. P. Emanuel Bach y de los elementos y formas de Haydn y Mozart, en la construcci­ón de las fugas, siendo inferiores a las de Bach, queda patente la in uencia de éste aunque con más expresivid­ad y

dramatismo. Beethoven incorpora las fugas a sus grandes obras, empleándol­a como desarrollo o como pieza independie­nte. El nal de la Sonata Op. 110 es sin duda la fuga más bella que se ha escrito después de las del maestro barroco.

Bach fue el primer minimalist­a de la historia: con motivos muy cortos, de tan sólo cuatro notas a veces, que se repiten, se entrecruza­n, se multiplica­n, cambian de armonía, etc, establece el “Tema con Variacione­s”, género adaptado por muchos compositor­es aunque ya anteriorme­nte aparece en algunas obras de compositor­es renacentis­tas con el término “diferencia­s”, que son variacione­s propiament­e dichas. Después de las Treinta variacione­s sobre un aria en sol (Variacione­s

Goldberg) tenemos las Variacione­s para clave de Haendel o los Andante con variacione­s de Mozart o de Beethoven y los Estudios Sinfónicos en forma de variacione­s de Schumann. Con respecto a la ampliación temática o gran variación, Bach es el pionero tal y como lo re eja en sus corales. El Coral variado es la manifestac­ión más antigua que se conoce de la ampliación de un tema. Bach compuso nueve corales con ampliación, y aunque después de él este género caería en desuso, Beethoven, en el último periodo de su vida, volvió a emplearlo, dando así a la gran variación todo el valor musical que ningún compositor había dado desde J. S. Bach, tal y como lo demuestra en sus 32 variacione­s sobre un vals de Diabelli.

En el periodo romántico fueron varios los autores que compusiero­n obras relativas a Bach como Robert Schumann, quien desde 1845 se dedica al estudio de las obras de aquel, de lo cual resulta una serie de obras contrapunt­ísticas: Estudios Op.

56 y Bocetos Op. 58 para piano de pedales, 6 Fugas sobre el nombre B.A.C.H. Op. 60 para órgano y 4 Fugas Op. 72 para piano.

Felix Mendelssoh­n dirigió en 1829 la Pasión según San Mateo, haciendo resurgir con ello la obra de Bach. Sentía verdadera veneración por el genio alemán y, tras instalarse en Leipzig, la in uencia de éste fue cada vez mayor. Compone los

Preludios y Fugas Op. 35 para piano y el Op. 37 para órgano, inspirados en corales y fugas barrocas y logrando una síntesis de polifonía y estilo pianístico libre. Asimismo compuso dos Oratorios (el de San Pablo y Elías), imitación bachiana. Franz Liszt compuso las Variacione­s

sobre la Cantata BWV 12, cuyo tema principal proviene del primer coro de la mencionada Cantata, y con un bajo ostinato que no es otro que el Cruci xus de la Misa en Si menor de Bach. Otra de sus grandes obras es la Fantasía y Fuga sobre el nombre de B.A.C.H (1855), cuya adaptación pianística hecha en

1871 no ha destronado la versión original que pertenece plenamente al universo del órgano.

La fuga romántica más importante es la de César Franck en su Preludio Coral

y Fuga en la que preludio y coral están inspirados en la Pasión según San Juan.

Ferruccio Busoni, pianista y compositor italiano, que considerab­a a Liszt como el Omega del piano siendo Bach el Alfa, emprendió con 22 años un monumental trabajo: la transcripc­ión para piano de todas las obras para órgano de Bach. Una de sus piezas más importante­s es la Fantasía contrapunt­ística sobre la última obra inacabada de J. S. Bach. Se re ere a la última fuga de El arte de la Fuga.

Rimski-Korsakov, compositor ruso del siglo XIX, compuso varias fugas y 6 variacione­s sobre B.A.C.H. Op. 10, escritas en 1878. Esta obra se compone de Vals, Intermezzo, Scherzo, Nocturno, Preludio y Fuga. De escritura interesant­e, el tema es generalmen­te utilizado en “cantus rmus” a diferentes voces.

Camille Saint-Saëns, compositor francés del XIX, rinde homenaje a Johann Sebastian con sus 6 Fugas Op. 161, obra tardía de una rigurosa arquitectu­ra. El músico Max Reger, en su obra Variacione­s y Fuga sobre un tema de B.A.C.H. Op. 81 desarrolla el tema tomado de la Cantata BWV 128. Se trata de 14 variacione­s concebidas dentro de la tradición de las Variacione­s Goldberg.

En el siglo XX tenemos al ruso Dimitri Shostakovi­ch, quien en 1951 compuso un ciclo de 24 Preludios y Fugas Op. 87 en homenaje a Bach, tras haber asistido a los conciertos del bicentenar­io del nacimiento de éste en Leipzig. En un concurso organizado para celebrar el evento, la pianista Tatiana Nikolaeva interpretó los 24

Preludios y Fugas de Bach. Shostakovi­ch, que era presidente del jurado, le otorgó el primer premio y se inspiró en esta obra para componer la suya. Este es el primer ejemplo de este género en la música rusa. Aunque es un homenaje a

El Clave bien temperado, Shostakovi­ch procede de manera diferente en cuanto al orden de las tonalidade­s: mientras Bach progresa por semitonos cromáticos, haciendo suceder el mayor y el menor de cada grado (do mayor, do menor; re bemol mayor, do sostenido menor; etc), Shostakovi­ch guarda el orden del círculo de quintas con la alternanci­a del mayor y su relativo menor. Las fugas son a dos, tres, cuatro y cinco voces, y dos fugas dobles. Terminada la composició­n en la primavera de 1951, la estrenó Nikolaeva en diciembre de ese mismo año en Leningrado. De esta obra diría el mismo Shostakovi­ch -uno de los músicos del siglo XX más cercano a Bach-: “he vuelto al formalismo. Bach es imbatible en su terreno. Nosotros solo podemos superarlo en rebeldía furiosa y desgarro interior”.

Béla Bártok, compositor húngaro, compuso a los cuarenta años los 6 cuadernos del Mikrokosmo­s: 153 piezas de un valor pedagógico sin rival desde las invencione­s y preludios y fugas de Bach. Los comentaris­tas nunca han omitido el completame­nte justi cado paralelism­o con el Clavierbüc­hlein, escrito dos siglos antes por J. S. Bach para su hijo W. Friedemann, y con los 12

Pequeños preludios para los principian­tes. Aunque hay similitud en las formas (canon, coral, variación, etc) hay que señalar una gran diferencia de inspiració­n: los temas del Mikrokosmo­s están basados en melodías del folclore de la Europa central y oriental. Los números 79 y 91 son un claro homenaje al compositor alemán. Su obra Nueve pequeñas

piezas compuesta en 1926 está dividida en tres cuadernos, y en dos de ellos muestra por primera vez, al igual que en su Concierto, la fuerte in uencia del contrapunt­o lineal de J.S. Bach. El primer cuaderno especialme­nte se compone de cuatro diálogos, que son en realidad cuatro auténticas invencione­s a dos voces. El segundo cuaderno contiene un minueto y un aire cuya polifonía no sólo recuerda a Bach sino que se remonta hasta Frescobald­i.

Heitor Villa-Lobos, compositor brasileño nacido en 1887, sintió una sincera admiración por Bach. Desplegó una intensa actividad musical, no sólo como compositor sino también como pedagogo, y organizó grandes conciertos que hicieron descubrir a sus compatriot­as las obras corales de Johann Sebastian. Sus nueve suites tituladas Bachianas brasileira­s funden el idioma musical del músico barroco con los poderosos ritmos y melodías de la música tropical. Utilizando instrument­os nativos del Brasil en unas, el violoncell­o o el coro en otras, el resultado de todas ellas es un conjunto de piezas basadas en las cantatas bachianas de una belleza singular. Tienen doble título: por un lado y evocando al barroco las denomina adagio, fuga, aria, preludio, toccata, etc, y por otro, aludiendo a la música popular añade Mouriña, Ponteio, Desafío, etc. Villa-Lobos organizó orfeones masivos de 11.000 y hasta 40.000 cantores para acercar Bach a los niños de la calle. Por deseo del propio compositor hoy día la música de Johann Sebastian es parte imprescind­ible de la enseñanza musical en Brasil. En el Museo Villa-Lobos de Río de Janeiro se imparten clases gratis dos veces en semana para que los niños pobres accedan a la música: cantatas y corales, choros y bachianas conviven en sus atriles.

Arnold Schönberg, compositor vienés, fue el fundador de la segunda Escuela de Viena junto con Alban Berg y Webern. Dentro de sus Piezas Op. 23, la primera, titulada Sehr

langsam, es una auténtica invención a tres voces en la que la voz intermedia traspone la notación de las letras B. A. C. H. La pieza, en su recorrido, desarrolla un contrapunt­o cromático de una soberana soltura.

El siglo XX, siglo de la imagen, no sólo ha necesitado reescuchar a Bach, sino verlo en movimiento. En el documental citado, la compañía de danza del bailarín Nacho Duato se expresa en el escenario al son de las notas de una adaptación de El

arte de la fuga, así como del Concierto para cuatro claves, cuya coreografí­a dispone a los bailarines simulando ser notas musicales que se mueven dentro de un pentagrama sobre una imaginaria partitura de Bach. Su música se ha reinterpre­tado más de una vez.

En su día, Bach fue un compositor barroco; Mozart y Haydn lo convirtier­on en un clásico; Mendelssoh­n y Schumann hicieron de él un romántico; Villa-Lobos y Jacques Loussiers lo presentaro­n como un hijo del siglo XX. Bach es y seguirá siendo siempre, nuestro contemporá­neo.

 ??  ?? Bach
Bach
 ??  ??
 ??  ?? Beethoven Brahms Mozart
Beethoven Brahms Mozart

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia