La Opinión - Imágenes

‘Memoria de un olvido’, un libro fascinante

- Juan Pabón Hernández

La profunda admiración por Eduardo Cote Lamus me ha motivado a leer todo lo que de él se escribe, de todo tipo, en diferentes épocas, con distintos enfoques, por variados autores, buenos, malos y regulares, aptos -o no- para llegar a un criterio bien de nido sobre una obra que amerita sólo escritores idóneos para su análisis. Porque, debo decirlo, lo que se ha escrito es apenas biográ co: relatos, episodios, crónicas, en n, pero no una exégesis de la hondura losó ca contenida en los poemas del bardo. ¡QUÉ FORMA DE HABER ASIMILADO A COTE! De manera que, cuando César Camargo Ramírez me obsequió Memoria de un olvido, me apresté a clasi carlo dentro de los archivos que he ido construyen­do acerca de Cote, en mi afán de acumular todo lo que me lleve a una mejor y juiciosa comprensió­n de su poesía. Pero, cuando empecé a leerlo, hube de llamar a repique mis emociones, como cualquier campana de pueblo, ofrendarle al viento las espigas de mis ilusiones y convocar a la nostalgia a un cuento bonito, con verbena de ilusiones y anhelos frescos, para correspond­er a la imaginació­n del autor.

¡Qué forma de haber asimilado a Cote! Cómo supo interpreta­r lo que surgió de unos versos pero, en realidad, contenía la sombra de un alma inspirada por la con uencia de los sentimient­os: una intelectua­lidad volcada en poemas que, aparenteme­nte, narraban cosas campesinas al comienzo, pero pretendían

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 ??  ?? “Hicieron los hombres el tiempo para darle nombre a las cosas de las que poco sabían: la vida, el amor, la muerte y el destino de conocer que los actos son las huellas, los huesos, la piel, la conscienci­a”.
“Hicieron los hombres el tiempo para darle nombre a las cosas de las que poco sabían: la vida, el amor, la muerte y el destino de conocer que los actos son las huellas, los huesos, la piel, la conscienci­a”.

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