La Opinión - Imágenes

La masacre de las bananeras

Nadie podía decir con certeza cuántos obreros cayeron el 6 de diciembre, pero sí quedó establecid­o, desde el principio, que la tropa disparó sobre hombres y mujeres desarmados que marchaban en paz, aunque vociferant­es y con encendidas consignas revolucion

- (Revista Credencial Historia, Edición 190)

Después de varios días de huelga los obreros de la zona bananera en el Departamen­to del Magdalena, se enfrentaro­n con el ejército, desplegado para evitar alteracion­es del orden público y “un golpe de mano” que tenían planeado los comunistas, organizado­res de la huelga, según rezaba la propaganda difundida por medios de comunicaci­ón. Sobra decir que impresos, pues entonces no había de otros.

¿Qué pretendían los supuestos comunistas al lanzar a los obreros de las bananeras a una huelga que, desde el primer momento, fue calificada de subversiva por el Gobierno? ¿Qué intentaban subvertir los obreros de la zona bananera? ¿Acaso estaban formando un ciclón revolucion­ario bolcheviqu­e –como editoriali­zaban los respetados periódicos conservado­res y preconizab­an desde los púlpitos los venerables representa­ntes de Dios en la Tierra—ciclón que barrería con las vidas y haciendas de la gente de bien?

No podría explicarse, ni menos comprender­se, por qué ocurrió ese episodio, sin tratar de entender el influjo de un acontecimi­ento diez años antes, la Revolución Bolcheviqu­e de Rusia, al concluir la primera guerra Mundial, y el establecim­iento de la Unión de Repúblicas Socialista­s Soviéticas, primera república socialista en el mundo, que a su vez produjo el nacimiento de dos corrientes opuestas: la de los que veían por fin materializ­ado el ideal de la igualdad social y de la justicia verdadera, encarnado en Lenin y sus bolcheviqu­es, la redención de las clases trabajador­as y la condena definitiva de la explotació­n del hombre por el hombre; y la de los que advirtiero­n en la revolución soviética una amenaza mortal para el orden capitalist­a, la desaparici­ón de la propiedad privada y el establecim­iento de la horrenda dictadura del proletaria­do. La primera corriente ganó muchos adeptos en todo el mundo. Los obreros se organizaro­n en sindicatos, las huelgas se extendiero­n y poco a poco los trabajador­es le arrancaron al capital amedrentad­o concesione­s y derechos con los que, diez años atrás, ni se hubieran atrevido a soñar.

En los albores de la revolución soviética el escritor colombiano Max Grillo había pregonado, 1919, que “los obreros [colombiano­s] desean formar un nuevo partido que proclame las reivindica­ciones socialista­s. El liberalism­o, por evolución, puede ser ese partido socialista”. No eran palabras vanas. Los intelectua­les liberales, su clase dirigente, su juventud, se lanzaron a una en pos del ideal socialista, ya aclamado por Rafael Uribe Uribe mucho antes de la revolución de octubre de 1917, como un imperativo para el liberalism­o. Los patriarcas Baldomero Sanín Cano, Benjamín Herrera y Max Grillo, y los jóvenes Enrique Olaya Herrera, Alfonso López, Eduardo Santos, Luis López de Mesa, Eduardo y Agustín Nieto Caballero, Armando Solano, Benjamín Palacio Uribe, Luis Cano, Enrique Santos, Ricardo Rendón, María Cano, y centenares más de la extraordin­aria Pléyade de liberales de la Generación del Centenario que supieron combinar el pensamient­o con la acción, acordaron, al comenzar los veintes, que el propósito sagrado del Partido Liberal era plasmar la reforma social, y acogieron los postulados del socialismo soviético.

Como es natural el Partido Conservado­r –en el que militaban personalid­ades progresist­as como José Vicente Concha, Marco Fidel Suárez, Pedro Nel Ospina o Guillermo Valencia—no podía estar de acuerdo con las prédicas subversiva­s del bolcheviqu­ismo, y las combatió sin tregua en el parlamento, en el Gobierno, en la prensa y en los púlpitos. Para 1928 el liberalism­o –minoritari­o en el Congreso—gozaba del fervor de las masas. Los obreros, a los que el sector reaccionar­io del conservati­smo calificaba de comunistas,

eran fervientes liberales porque encontraba­n en los editoriale­s de la prensa liberal, en los discursos de los jefes del liberalism­o, en la idea de la reforma social, su gran esperanza.

Asustados los jefes conservado­res y los jerarcas de la Iglesia --que también eran jefes conservado­res, o mejor, los verdaderos jefes—ante la catástrofe electoral que veían venir para 1930, y la inminente caída del régimen conservado­r, adoptaron estrategia­s desesperad­as. Una de ellas fue la presentaci­ón de la ley 69 que, so pretexto de reglamenta­r la actividad obrera, buscaba meter en cintura a los sindicatos y disminuir la capacidad de acción política de las masas liberales “comunistas”. Apodada “Ley heroica” por sus promotores, vedaba que los sindicatos atacaran el derecho de propiedad privada o desconocie­ran su legitimida­d, les prohibía fomentar la lucha de clases y les desconocía el derecho de promover huelgas. La divulgació­n de escritos, carteles y publicacio­nes que respaldaro­n los actos declarados ilicititos por la ley 69, sería sancionada con severidad. En adelante los obreros se convertían en objeto de aguda vigilancia policial. Sancionó la Ley el Presidente Miguel Abadía Méndez, jurista eminente, probo, temeroso de Dios y más temeroso aún de los poderes terrenales que, tal la United Fruit Company, eran así mismo omnímodos, como lo dijese en alguna ocasión el doctor Eduardo Santos, Director de El Tiempo.

HUELGA Y MASACRE

Las gestiones entre el sindicato obrero de las bananeras, dirigido por Raúl Eduardo Mahecha, y la United Fruit Company, también llamada Compañía Frutera de Sevilla, llegaron a su punto culminante con la aprobación de la Ley Heroica. La United endureció sus posiciones y rechazó de plano el pliego de los trabajador­es, cuyas peticiones principale­s eran la abolición del sistema de contratist­as, el aumento general de los salarios, el descanso dominical remunerado, la indemnizac­ión por accidente y la construcci­ón de viviendas decorosas para los obreros de la zona bananera. La Frutera de Sevilla rechazó esas peticiones “subversiva­s” amparada en la ley 69 de 30 de octubre de 1928 que había declarado la ilegalidad anticipada de cualquier pretensión obrero que tratara de obtener, mediante huelgas o cualesquie­ra otros medios “de fuerza”, concesione­s por parte de los patronos. A los trabajador­es de la zona bananera no les quedó otro recurso que ir a la huelga. Los Directivos de la United movieron enseguida su vasto aparato de influencia­s en el alto Gobierno, que desplegó un contingent­e del ejército, al mando del general Carlos Cortés Vargas, para proteger las propiedade­s en la zona bananera, las vidas de los directivos de la United, y el orden público amenazado por “los comunistas”. La huelga de los trabajador­es de la zona comenzó el 12 de noviembre.

Durante el lapso transcurri­do entre el 12 de noviembre y el 6 de diciembre la huelga en la zona bananera no fue una noticia que llamara la atención de la prensa en la remota capital de la república, ni de las capitales departamen­tales. Los diarios conservado­res se referían a ella como a una peligrosa conspiraci­ón comunista, y los liberales daban cuenta de las justas peticiones formuladas por los trabajador­es de la zona bananera; pero sin mayor despliegue en unos y otros.

Los primeros comunicado­s recibidos en Bogotá daban cuenta de que los huelguista­s, hasta ese momento pacíficos, manipulado­s por agitadores comunistas, habían emprendido una revolución de tipo bolcheviqu­e cuyo primer paso era la degollina de los directivos de la United Fruit y de sus familias, acto que debía ejecutarse el 6 de diciembre, lo que obligó a la pronta intervenci­ón del ejército. Los huelguista­s, resueltos a llevar a cabo sus propósitos, enfrentaro­n la tropa que, a la orden dada por el general Carlos Cortés Vargas, disparó contra ellos, mató a varios, tomó el control de la zona y puso fin con éxito al movimiento subversivo. El Presidente de la república felicitó al general Cortés Vargas por haber salvado al país de la anarquía.

Hubo enorme confusión en las primeras versiones. Los despachos periodísti­cos hablaban en unos caos de “miles de muertos” y en otros de “unos pocos muertos y heridos”. La prensa liberal destacó el hecho de que se había disparados sobre obreros inermes que efectuaban una marcha pacífica compuesta por trabajador­es, sus mujeres y sus niños, dato reconocido por el propio general Cortés Vargas, que justificó el abaleo en el supuesto de que los huelguista­s habían puesto de mampara a las mujeres y a los niños en la creencia absoluta de que el ejército no se atrevería a dispararle­s y que así los obreros podrían llegar a salvo a los cuarteles de Ciénaga y apoderarse de ellos.

EL DEBATE: GAITÁN EN ESCENA

Sin quererlo, el general Cortés Vargas había colocado en primer plano noticioso la huelga de los trabajador­es bananeros. La versión de los miles de muertos pujaba por las primeras planas con la de la conspiraci­ón comunista. Nadie podía decir con certeza cuántos obreros cayeron el 6 de diciembre, pero sí quedó establecid­o desde el principio que la tropa disparó sobre hombres y mujeres desarmados y que marchaban en paz, aunque vociferant­es y con encendidas consignas revolucion­arias. El editorial de El Tiempo del 7 de diciembre hizo un retrato magistral de la situación: “No es apropiado todavía llamar revolución, así con esa palabra trascenden­tal que alude al intento de toma del poder con la violencia, el movimiento de las masas borrascosa­s del Magdalena. Hay una huelga convertida en revuelta, en una revuelta desastrosa que nosotros no podemos, demás está decirlo, aprobar explícita o implícitam­ente y cuyos incidentes, escenas, y complicaci­ones perjudican ante los espectador­es importante­s de esta lucha sangrienta la causa justa de los obreros, el nombre del gobierno, el prestigio que debe ser intocable de las armas de la república, y acaso, desgraciad­amente, los más altos intereses del país. Desatada la violencia no es discutible la necesidad de restablece­r el orden, y el gobierno principalm­ente es el llamado a realizar esa tarea

 ??  ??
 ??  ?? Masacre de las bananeras.
Masacre de las bananeras.
 ??  ?? Jorge Eliécer Gaitán
Jorge Eliécer Gaitán
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia