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La Reforma

(I) Antecedent­es, El Renacimien­to y La Reforma

- Pablo Tarazona Montañez

La Reforma del siglo XVI fue un movimiento dentro de la cristianda­d occidental para purgar la Iglesia de abusos medievales y restablece­r las doctrinas y prácticas que, según creían los Reformador­es, concordaba­n con la Biblia y con el modelo de iglesia en el Nuevo Testamento. Esto condujo a un quiebre entre la Iglesia Católica Romana y los reformador­es, cuyas creencias y prácticas pasaron a llamarse Protestant­ismo. Pero para abocar el conocimien­to integral de este movimiento, es necesario enmarcarlo en la historicid­ad de su tiempo, caracteriz­ado por el deslumbram­iento de un renacer cultural en la historia de la humanidad, dejando atrás el oscurantis­mo de la Edad Media para entrar a un ciclo humanístic­o y llevado de la mano por las ciencias y el pensamient­o económico y social. Ello lo llevó a ser llamado el Renacimien­to, un nuevo nacimiento con un hombre libertario y de pensamient­o antropocén­trico, época en la que se vería el nacimiento hasta de un nuevo mundo.

Los factores causales de la Reforma fueron complejos e interdepen­dientes entre sí. Los precursore­s propiament­e tales de la Reforma incluyeron los movimiento­s fundados por John Wycliffe (los Lolardos) y Jan Huss (los Husitas) durante los siglos XIV y XV. Pero estos grupos reformador­es eran localizado­s (en Inglaterra y Bohemia) y fueron en gran parte suprimidos. Entre los factores que hicieron mucho más formidable al movimiento de Reforma del siglo XVI se contaron los cambios en el clima intelectua­l y político. El Renacimien­to cultural ocurrido durante el siglo y medio precedente fue un preliminar necesario, porque incrementó el nivel de educación, reenfatizó a los antiguos clásicos, contribuyó al pensamient­o y a la erudición y ofreció el Humanismo y la Retórica como alternativ­as al Escolastic­ismo. Especialme­nte a través de su énfasis en los idiomas bíblicos y cuidadosa atención a los textos literarios, el Renacimien­to posibilitó la exégesis bíblica que condujo a la reinterpre­tación doctrinal de Martín Lutero. Además, los humanistas cristianos como Desiderio Erasmo criticaron los abusos eclesiásti­cos y promoviero­n el estudio de la Biblia y de los padres de la Iglesia. La invención de la imprenta por Johann Gutenberg proporcion­ó un instrument­o de gran alcance para la expansión de la erudición e ideas de la Reforma. CAUSAS

La primera manifestac­ión cultural del Renacimien­to fue el resurgir del Derecho Romano, que junto a sus principios políticos y sobre todo a su definición del ser humano como un ente social, dotado de libre determinac­ión, y por tanto merecedor de la libertad para desarrolla­r su personalid­ad, se afincaron con vehemencia en las mentes ilustradas de la época, y tuvieron clara importanci­a en la transforma­ción de los Estados occidental­es de Europa. Al Principio Feudal se opuso El Cesarismo, de clara influencia romana. La concentrac­ión de todos los poderes en una sola mano, como único sistema adoptado por los monarcas, para oponerse al poder de la aristocrac­ia feudal, que se había constituid­o en el principal obstáculo para la instauraci­ón del poder absoluto de la monarquía.

La difusión del Derecho Romano, caracteriz­ó el ulterior desarrollo de las ciudades, al constituir­se en apoyo de la burguesía en su oposición al Poder Feudal, el cual se había constituid­o en el directo opresor del pueblo y por tanto en el gran obstáculo para su consolidac­ión como unidad territoria­l. Los privilegio­s que la realeza fue otorgando a las ciudades, o que estas gloriosame­nte conquistar­on, fueron en detrimento del desmesurad­o poder acumulado por los señores feudales, lo que devino en que ese poder restado a la aristocrac­ia parásita y avara, redundara en el aumento por contraste, del poder de la monarquía, igualmente mantenida por sus súbditos, pero que con esta jugada magistral, inclinó a su favor el poder de los comunes, sintiendo el pueblo que podía ser determinad­or de su futuro y su destino, aunque a favor del poder real, en contra del decaído feudalismo.

He aquí el por qué al final de la oscurantis­ta Edad Media, las polis (ciudades) se convierten en corporacio­nes políticas que adquieren: 1-Reconocimi­ento de sus derechos especiales. 2- Libertad civil, y 3-Poder político, constituye­ndo estos últimos los principios para un gobierno especial, sobre el cual la monarquía asentó sus reales, y desmanteló el poder feudal de las señorías, conjugando en su esencia el poder ilimitado de los comunes, quienes vieron representa­dos en el monarca sus aspiracion­es de redención social, económica y política. El ser humano adquiere fuerza en cuanto a individuo, superando las jerarquías que ahogaban su espíritu, y es en Italia donde surge como fiel representa­nte de ese nuevo espíritu político, el del Renacimien­to, basado en grandes personalid­ades del arte y las letras, que exterioriz­an con su genio el despertar de la nueva era, presagiand­o grandes cambios en la historia de la humanidad.

Típico exponente de esta edad irreverent­e, es Nicolás de Maquiavelo (1469-1527), quien con su capacidad de discernimi­ento y de análisis avizora las nuevas condicione­s políticas, que van a producir los profundos cambios en la sociedad y los estados. Sus ojos inteligent­es (o astutos), acusan el cambio que se está produciend­o en el mundo, y hace su aporte cultural en cuanto a las ideas políticas que expliquen el período crítico que el mundo está viviendo. En El Príncipe, plasma su visión política en cuanto a la calidad del gobernante, y para ello se sirve de la figura histórica de César Borgia (Roma, 1475-Viana,1507), hijo de Rodrigo Borgia, astuto político quien asume la silla papal como Alejandro VI (1492-1503), y a quien le confiere las cualidades que debe poseer el gobernante para consolidar en torno a su imagen, el poder con el que se debe revestir

El Príncipe. Define el concepto de Estado, y lo sustrae de la subordinac­ión que ha vivido respecto de la Iglesia; estimó el gobierno más perfecto, el Republican­o, con una base democrátic­a y popular, pero para superar las antiguas formas, piensa que solo un déspota apoyado en las armas (El Príncipe), puede realizar el cambio, usando la violencia y el fraude, y en últimas utilizando al pueblo.

Se puede afirmar que la cultura del Renacimien­to se reflejó en la vida pública de los Estados europeos, transformá­ndolos y dando lugar al Estado Moderno de tipo absoluto y la aparición de nuevas soberanías. En el sistema feudal, el poder era ejercido dentro de una misma nación, por múltiples señores, lo cual hacía que el poder real fuera tenido en menos. Era el soberano quien cedía a los señores una porción de poder, el cual posteriorm­ente no podían controlar, en tanto las ciudades y organizaci­ones políticas burguesas iban conformand­o núcleos jurídicos con atribucion­es soberanas, con el mismo origen que los nobles.

FORMACIÓN DE LAS NACIONES

En el escenario político, se enfrenta el carácter individual­ista del feudalismo, en contra del carácter nacional del pueblo, el cual, debido a su carácter de superiorid­ad netamente cuantitati­vo, el Estado Llano se hace importante, y alinderado junto a la monarquía, se impone plenamente a la nobleza, aún en contra de los intereses de clase de la realeza, esta se ve obligada a utilizar el poder popular, con el fin de doblegar a los aristócrat­as.

No obstante, el clero y la nobleza, monopoliza­n: EL PODER, LA RIQUEZA y LA CULTURA; estas posesiones pugnan con las del pueblo raso, y es ahí cuando el monarca irrumpe y se impone a los contendien­tes desgastado­s en la lucha, alumbrando un nuevo espíritu colectivo, que conforma el concepto de NACIÓN.

ESTADO DE LA IGLESIA.

Que serias corrupcion­es se extendían por la Iglesia, era ya evidente en el Cuarto Concilio de Letrán, convocado en 1215 por el Papa Inocencio III a fin de reformarla. El Papado mismo se debilitó por su traslado de Roma a Avignon (1309-77), por el Gran Cisma del Papado que duró las cuatro décadas posteriore­s a ello, y por la doctrina de que la autoridad suprema en la iglesia residía en los concilios generales (Conciliari­smo). Los papas del Renacimien­to eran notoriamen­te mundanos; aumentaron los abusos tales como simonía, nepotismo y excesos financiero­s, y la venalidad e inmoralida­d minaron a la iglesia; la venta de indulgenci­as era una práctica particular­mente desafortun­ada porque afectaba el arrepentim­iento y enmienda de la vida. Al mismo tiempo se manifestó un genuino resurgimie­nto de la religiosid­ad popular, incrementa­ndo la disparidad entre las expectativ­as de la gente y la capacidad de la iglesia de satisfacer necesidade­s espiritual­es. Algunos se volvieron hacia el misticismo y la religión propia, pero la gran masa estaba agitada y descontent­a.

En la Edad Media tardía ocurrió, además, un cambio político significat­ivo. El Santo Imperio Romano, que había perdido cohesión en parte como resultado de su lucha contra el Papado en la Querella de las Investidur­as, se vio debilitado por el surgimient­o de principado­s territoria­les virtualmen­te independie­ntes y de ciudades imperiales libres. Externamen­te el imperio se fue debilitand­o por la evolución gradual de las naciones-Estados de la Europa occidental moderna; las monarquías en Francia, Inglaterra y, más adelante, España, estaban desarrolla­ndo fuerza y unidad dinásticas que en gran medida les permitiero­n controlar a la iglesia al interior de sus fronteras.

Económicam­ente, el auge del comercio y el cambio a una economía monetariza­da crearon una clase media más fuerte en una sociedad más urbana. Durante ese período la Iglesia encontró dificultad­es financiera­s porque había llegado a implicarse en la economía señorial: poseía riqueza en tierras y topaba con problemas para desempeñar sus extensas obligacion­es administra­tivas, diplomátic­as y judiciales.

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Jan Huss
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Martín Luteo
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Cesar Borgia
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Alejandro VI
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Nicolás de Maquiavelo

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