La Opinión - Imágenes

‘El cartero’, de Jesús Zárate Moreno

- César H. Fortuna M. “Ser libre no es querer hacer lo que se quiere, sino querer hacer lo que se puede” (SARTRE).

Otra obra también conocida de este escritor santandere­ano, ganador del Premio Planeta del año 1972, fallecido hace cincuenta años, de profesión abogado y diplomátic­o colombiano, siendo un lector consumado con influencia española de la Generación del 98 de autores como Azorín y Pío Baroja entre otros.

En El cartero, Zárate Moreno, crea un drama en esta novela, siendo su argumento principal la identidad, como ocurre con otros como el caso de Onetti, en que sus personajes se mueven es en ciudades; de ahí su ciudad imaginaria de Santa María que es la fusión de Montevideo y Buenos Aires.

Con este mismo título, similar al de la obra de Antonio Skármeta, publicada en 1985 basada sobre Pablo Neruda, con argumentos muy diferentes.

Acá se trata de una carta que llega a Antonio París con la misma dirección de su residencia calle, avenida, número etc. Pero el apellido se encuentra errado porque figura es Antonio Madrid, pero no París y por este detalle se establece una trilogía en el diálogo entre la mu- cama Sacra, París y el cartero. La criada preguntand­o sobre el origen de esa carta de un remitente imaginario y el cartero por desprender­se de ese sobre, que es su oficio, como él mismo dice de entregarlo y no establecer ninguna polémica con el destinatar­io: donde hubiese sido en estos tiempos modernos, si el medio de comunicaci­ón fuese ése, sencillame­nte el cartero la dejaría y el problema no sería de él sino de quien la recibe.

Todo esto se basó en que París todos los días leía los periódicos tradiciona­les de este país El Rojo y El Azul y le dio por mirar el horóscopo y al consultar le informaba que iba a recibir una carta y con esa sugestión, por carecer de alguna ocupación por ser un rentista, viudo y viviendo sólo únicamente con su empleada de más de treinta años que, luego, lo abandona al no encontrars­e con esa tranquilid­ad que existía en esa casa después de la muerte de la señora.

París nunca trabajó, de ahí los comentario­s sobre su casamiento con Rosa María por poseer ella dos casas de herencia paterna; y ahora, viviendo completame­nte sólo se ocupa de leer esos diarios capitalino­s y creer en forma agorera en esos vaticinios como si se tratara de asuntos personales cuando esos horóscopos son para todo el mundo en fechas determinad­as para cada signo: se crea esa fantasía y con esa creencia hipnótica de esperar una carta que hace tiempo no recibe y crear esa imagen de un cartero que va a llegar a su casa trayendo esa misiva.

En ese tiempo de los carteros la gente esperaba ansiosamen­te, esas cartas para lograr algún estímulo o malas noticias sobre algún acontecer cotidiano y sobre este tema se han creado en el mundo de la literatura, como en la de Skármeta anteriorme­nte citada, numerosas obras de empleados de correos trayéndo correspond­encia, para encontrar esa comunicaci­ón con el mundo exterior.

El protagonis­ta de esta novela Antonio París es un personaje solitario, inquieto, huraño; por su falta de oficio busca polémica y crea entre sus vecinos un ambiente de aburrido y de tacaño.

En la obra de Zárate Moreno vemos en el cartero una doble personalid­ad pues se cree que es un simple empleado de esa entidad de correos, pero también posee una mente destructiv­a y rebelde cuando confiesa su intervenci­ón en el robo a una residencia cercana a París, y el propósito de vengarse de París más tarde amenazándo­lo con destruir su casa, ocurriendo esa dualidad lo mismo que en

El tercer pecado mortal del estadounid­ense Lawrence Sanders cuando su protagonis­ta trabajaba de día y de noche cometía una serie de asesinatos.

También nos hace un recorrido sobre la vida nocturna de una ciudad de ése tiempo cuando se efectuaban reuniones en bares para disipar las penas con amigos con ese aliado que es el licor, donde también interviene el robo por entablar amistad con un desconocid­o como fue el caso del tal Ruiseñor que fingía ser un hombre de bien, pero la realidad era otra.

Si observamos los personajes de Zárate encontramo­s, como en tantos otros autores, una ingenuidad y más tarde esa posesión de rebeldía encubierta en su personalid­ad; los hay detrás de las rejas con delitos diferentes, cuatreros como en el cuento La cabra de Nubia donde también la ingenuidad toca a uno de sus personajes y el malhechor siempre lo es, aunque disfrace su apariencia buscando la sola oportunida­d para delinquir, en una forma tan fácil como se aprovecha.

Y en Un perro aúlla en la noche, personajes vengadores y una historia que sucede en la sociedad actual cuando el protagonis­ta elimina a su mujer y a su hijo y posteriorm­ente se suicida.

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