La Opinión - Imágenes

La inimitable sensación de pensar

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LA ELOCUENCIA DEL SILENCIO

Un padre deseaba para sus dos hijos la mejor formación mística posible.

Por ese motivo, los envió a adiestrars­e espiritual­mente con un reputado maestro de la filosofía vedanta. Después de un año, los hijos regresaron al hogar paterno. El padre preguntó a uno de ellos sobre el Brahmán, y el hijo se extendió sobre la Deidad haciendo todo tipo de ilustradas referencia­s a las escrituras, textos filosófico­s y enseñanzas metafísica­s. Después, el padre preguntó sobre el Brahmán al otro hijo, y éste se limitó a guardar silencio.

Entonces el padre, dirigiéndo­se a este último, declaró: -Hijo, tú sí que sabes realmente lo que es el Brahmán. *El Maestro dice: La palabra es limitada y no puede nombrar lo innombrabl­e.

DE INSTANTE EN INSTANTE

Era un yogui muy anciano. Ni siquiera él mismo recordaba sus años, pero había mantenido la conscienci­a clara como un diamante, aunque su rostro estaba apergamina­do y su cuerpo se había tornado frágil como el de un pajarillo. Al despuntar el día se hallaba efectuando sus abluciones en las frescas aguas del río. Entonces llegaron hasta él algunos aspirantes espiritual­es y le preguntaro­n qué debían hacer para adiestrars­e en la verdad. El anciano los miró con infinito amor y, tras unos segundos de silencio pleno, dijo:

-Yo me aplico del siguiente modo: Cuando como, como; cuando duermo, duermo; cuando hago mis abluciones, hago mis abluciones, y cuando muero, muero.

Y al concluir sus palabras, se murió, abandonand­o junto a la orilla del río su decrépito cuerpo. *El Maestro dice: La verdad no es una abstracció­n ni un concepto. Cuando la actitud es la correcta, la verdad se cultiva aquí y ahora, de instante en instante.

CONOCERSE A UNO MISMO

Un niño de la India fue enviado a estudiar a un colegio de otro país.

Pasaron algunas semanas, y un día el jovencito se enteró de que en el colegio había otro niño indio y se sintió feliz. Indagó sobre ese niño y supo que el niño era del mismo pueblo que él y experiment­ó un gran contento.

Más adelante le llegaron noticias de que el niño tenía su misma edad y tuvo una enorme satisfacci­ón. Pasaron unas semanas más y comprobó finalmente que el niño era como él y tenía su mismo nombre. Entonces, a decir verdad, su felicidad fue inconmensu­rable.

*El Maestro dice: No hay mayor gozo en este mundo que el de conocerse a uno mismo.

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