La Opinión - Imágenes

Gustavo Acuña añora el agachón del presidente

- Beto Rodríguez

Los presidente­s son iguales al resto de los hombres, dueños de excelsas costumbres y fallas propias de la condición humana.

Nunca pensó en su niñez Gustavo Acuña, nacido en el histórico barrio Loma de Bolívar, amante de la música, adulto ejecutar varios ritmos con la batería frente a nueve presidente­s de la República en ejercicio y gozar del favor de uno de ellos.

A muy corta edad se acercó a los círculos rítmicos, los profesiona­les de la época vieron su curiosidad por la percusión, en la línea de la especialid­ad de los cueros llamada batería.

Ese es el único instrument­o que no guarda compases de silencio (nunca para), al menos que la obra incluya un solo de tumbadora.

Gracias a su vocación melódica, Gustavo Acuña escondiénd­ose de la severa autoridad policial protectora de la infancia, empezó la vida profesiona­l en sitios públicos, donde su edad llamaba la atención.

En una tarde se ganaba casi dos pesos, algo excepciona­l, pero la felicidad le duró poco porque la Justicia multó a sus empleadore­s.

Perdió el trabajo, volvió triste a la escuela, a la zapatería y fue cuando Manuel Alvarado lo introdujo en el mágico mundo de las cinco rayas del pentagrama, entre notas al in nito.

Con Manuel Alvarado viajó a Bogotá y sin pensarlo, en una tarde acompañó con la batería al conjunto de ese señero hombre del arte musical colombiano: Oriol Rangel.

Volvió a Cúcuta, integró la Banda del Departamen­to como clarinetis­ta sin dejar a un lado el bombo, platillos, tambores, cencerro y clave cubana.

Desde que inició labores con la Orquesta de Víctor Manuel Suárez, y la Orquesta Niágara (Manuel Alvarado), en tan lejana etapa de su mocedad, hoy recurre y busca en la memoria el número de agrupacion­es a las que ha prestado servicios, pero se le fugan los nombres, disonancia­s, traspasos, acordes y las caras en la niebla del tiempo.

Alternó con las mejoras orquestas de Colombia y Venezuela en diversos lugares. Veterano, saca de entre sus apuntes datos de los primeros mandatario­s colombiano­s Gustavo Rojas Pinilla, Guillermo León Valencia, Carlos Lleras Restrepo, Misael Pastrana Borrero, Alfonso López Michelsen, Julio César Turbay Ayala, Belisario Betancur, Virgilio Barco y César Gaviria a quienes deleitó en estas de gala.

En un homenaje al mandatario Virgilio Barco en el Club Tennis, con la Orquesta Los Millonario­s, al maestro Acuña en el éxtasis de la ejecución en un descuido se le soltó una baqueta y cayó a varios metros donde se encontraba el jefe de Estado.

No pudo detener su intervenci­ón, afanado siguió con un solo madero a la espera del nal, pero el dirigente se agachó, agarró el palo, y se lo entregó en medio de una venia y ligera sonrisa.

La esta siguió, Acuña quedó pensativo para siempre, al darse cuenta que los presidente­s son iguales al resto de los hombres, dueños de excelsas costumbres y fallas propias de la condición humana.

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Adelante en el centro con clarinete, en el entierro del colega Carlos Sánchez.
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El madero que le permitió ver el lado profundo de la vida.

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