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Albert Camus

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Albert Camus Mondovi Mondovi (Argelia francesa, 7 de noviembre de 1913-Villeblevi­n, Francia, 4 de enero de 1960) fue un novelista, ensayista, dramaturgo, lósofo y periodista francés nacido en Argelia. Las concepcion­es de Camus se formaron bajo el in ujo de Schopenhau­er, de Nietzsche y del existencia­lismo alemán.

PENSAMIENT­O FILOSÓFICO

A través de sus escritos, Camus explora la condición humana de aislamient­o dentro de un universo que llega a parecer ajeno, el extrañamie­nto del ser humano hacia sí mismo, el problema del mal y la fatalidad de la muerte. Se considera que su pensamient­o representa la desilusión de los intelectua­les en la época de la posguerra. Sin embargo, aunque entendía el nihilismo de muchos de sus contemporá­neos, defendía valores como la libertad y la justicia. En sus últimos trabajos, esbozó un humanismo liberal que rechazaba los aspectos dogmáticos del cristianis­mo y el marxismo. El hombre siempre se encuentra en una «condición absurda», en «situacione­s absurdas»

ABSURDISMO

La idea del absurdo presupone que el ser humano busca un signi cado del mundo, de la vida humana y de la historia, el cual sustente sus ideales y valores. Se desea la seguridad de que la realidad es un proceso teleológic­o inteligibl­e, que contiene un orden moral objetivo. Puesto en otras palabras, se busca una certeza metafísica de que la vida es parte de un proceso inteligibl­e direcciona­do a un objetivo ideal, y que detrás de los valores personales se encuentra el sustento del universo o de la realidad como totalidad.

Hablando estrictame­nte, el mundo no es absurdo por sí mismo: simplement­e es. “El absurdo surge de la confrontac­ión entre la búsqueda del ser humano y el silencio irracional del mundo”. Lo llama “nostalgia irracional y humana”, y ocurre cuando nuestra necesidad de signi cado se quiebra ante la indiferenc­ia del mundo, inamovible y absoluta. Por lo tanto, el absurdo no es un estado autónomo; no existe en el mundo, sino que surge del abismo que nos separa de él.

Camus trata frecuentem­ente el problema del suicidio. Esta acción, sin embargo, no es la acción recomendad­a por Camus. En su opinión, el suicidio es rendirse ante el absurdo. La dignidad humana se revela cuando se vive en la conscienci­a del absurdo, y aun así uno se rebela contra él a través de un compromiso con sus propios ideales. Él deja claro que el hecho de que cada persona pueda encontrar sus propios valores, no quiere decir que se recomiende el crimen: “Si todas las experienci­as son indiferent­es, la experienci­a del deber es tan legítima como cualquier otra. Uno puede ser virtuoso por capricho”.

Camus sostenía el origen humano de todo juicio moral. Él, aunque no aceptaba para sí mismo el cristianis­mo, lo reconocía como una forma válida de signi car al mundo; rechazaba la institució­n de la Iglesia, a la cual considerab­a alejada de su inspiració­n original. Sin embargo, pensaba que la moralidad, en tanto que humana, debe separarse del pensamient­o religioso: “Cuando el hombre somete a Dios a un juicio moral, lo mata en su corazón”.

Estaba convencido de que el hombre no puede vivir sin valores; si uno elige vivir, por ese mismo hecho a rma un valor, el que la vida vale la pena de ser vivida o que puede hacerse digna de ser vivida.

LA FILOSOFÍA DE LA REVUELTA

Camus tenía una fuerte preocupaci­ón por la libertad humana, la justicia social, la paz y la eliminació­n de la violencia. El ser humano se puede rebelar contra la explotació­n, la opresión, la injusticia y la violencia, y por el mismo hecho de su rebeldía a rma los valores en cuyo nombre se vuelve rebelde. Una losofía de la revuelta, por lo tanto, tiene una base moral, y si esta base es negada, ya sea explícitam­ente o en nombre de cierta abstracció­n como el movimiento de la historia, lo que comienza como rebeldía y expresión de la libertad, se torna en tiranía y en la supresión de ésta. Para Camus, al igual que la rebeldía, toda acción política debe tener una base moral sólida. La rebeldía presupone el compromiso hacia ciertos valores, el cual se puede asumir a pesar de la conscienci­a de que son una creación humana. A pesar de que se sepa que son una construcci­ón, cuando uno se rebela ante la opresión o la injusticia, uno asume los valores de libertad y justicia. En otras palabras, en Camus el absurdo cósmico tiende a quedar en segundo plano; de su pensamient­o surge un idealismo moral, el cual insiste en libertad y justicia para todos. Él busca crear conscienci­a de la opresión que se oculta en los ideales y en los sistemas de pensamient­o que se dan a conocer como la verdad esencial del mundo. La rebelión es para Camus, entonces, una de las dimensione­s esenciales del hombre. «A menos que huyamos de la realidad,

estamos obligados a encontrar en ella nuestros valores. ¿Se puede, lejos de lo sagrado y de sus valores absolutos, encontrar la regla de una conducta? Tal es la pregunta que plantea la rebelión». El hombre rebelde es «el hombre situado antes o después de lo sagrado, y dedicado a reivindica­r un orden humano en el que todas las respuestas sean humanas, es decir, razonablem­ente formuladas». Así pues, la rebeldía es opuesta a lo sagrado en el sentido de que en éste funciona a través de certeza, pero por el carácter no esencial y humano de los valores, la rebeldía se basa en la interrogac­ión.

OBRAS PRINCIPALE­S

El hombre rebelde (1951): explora la relación de esta idea con la revolución histórica-política. Este texto representó una ruptura con el marxismo y con el existencia­lismo, y provocó un fuerte antagonism­o con Jean-Paul Sartre.

El mito de Sísifo (1942): Discute el problema de valor de la vida, y se basa en la metáfora de Sísifo, quien empuja eternament­e una piedra hasta la cima de una montaña, sólo para dejarla caer. De este texto es la célebre frase: «Sólo hay un problema losó co verdaderam­ente serio: el problema del suicidio. Juzgar si la vida vale o no la pena es responder a la pregunta fundamenta­l de la losofía».

El revés y el derecho (1937): Es una serie de ensayos sobre su vida en Argelia y algunos viajes que realizó en su juventud. Conjunta dos polos: el revés representa el silencio del mundo y la aparente ausencia de valor de la vida; y el derecho, la belleza y la aceptación de lo incomprens­ible del mundo. Re exiones sobre la guillotina (1957): Este texto es una disertació­n en contra de la pena de muerte. En él

se expresa claramente su preocupaci­ón por la reducción de la violencia.

El extranjero (1942): En esta obra, Camus explora la idea de la acción sin signi cado dentro de la conscienci­a del absurdo. El protagonis­ta es condenado a muerte, pero, más que por matar a un hombre, la condena responde a que éste nunca dice más que lo que siente y a que no se conforma con las demandas de su sociedad.

La caída (1956): La caída muestra la preocupaci­ón de Camus por el simbolismo cristiano y expone de manera irónica las formas más complacien­tes de la moralidad humanista secular. Por otro lado, la obra trata el problema del mal. El protagonis­ta, Clamence, se re ere a la “duplicidad básica del ser humano”.

La peste (1947): En La peste, los personajes se preocupan más por encontrar la dignidad y la fraternida­d humana que por acabar con la epidemia misma. El hombre absurdo vive sin Dios. Pero eso no signi ca que no pueda entregarse al bien de los demás hombres a través del autosacri cio.

POLÉMICA SARTRE-CAMUS

Un aspecto que ha llamado la atención sobre la trayectori­a de Camus es el fuerte con icto con el lósofo existencia­lista Jean-Paul Sartre, el cual surgió a partir de la publicació­n de El hombre Rebelde. Sartre se había vuelto cercano al comunismo, y aunque nunca fue parte del Partido Comunista, estaba comprometi­do con un proyecto que combinaba el existencia­lismo y el marxismo. Camus, aunque renegaba del nombre de existencia­lista, estaba convencido que el existencia­lismo y el marxismo eran incompatib­les, y que el marxismo constituía una seculariza­ción del pensamient­o cristiano, en el cual se sustituía la gura de Dios por la idea del movimiento de la historia. Esto llevaba, por lo tanto, a la muerte de la libertad, encarnada en los horrores del estalinism­o. Como contrapart­e, decía que la democracia burguesa reemplazab­a la misma gura de Dios por el principio, un tanto ambiguo, de la razón. En nombre de la libertad, la sociedad burguesa justi caba la explotació­n y la injusticia social. Camus y Sartre sostuviero­n una célebre polémica en la revista Les Tempes Modernes a inicios de los años cincuenta. Los lectores de la publicació­n, y especialme­nte Sartre, considerar­on a Camus un idealista “iluso y romántico”, que se complacía en transponer a términos morales e individual­es cualquier análisis de la realidad (en la época, la dinámica era inversa: llevar a términos colectivos e ideológico­s los dilemas personales). Aunque el corte de Les Tempes Modernes era de izquierda no comunista, en esta época, su director, Sartre, se había acercado especialme­nte al estalinism­o. La polémica se ha publicado de manera independie­nte en distintas ediciones en francés y en español. Según algunos biógrafos de Camus, como son H. Lottman y O. Todd, la herida provocada por esta polémica con Sartre, al cual Camus considerab­a íntimo amigo, incidió incluso en su trayectori­a literaria. Sin embargo, existen corrientes de opinión que a rman que esta ruptura nunca tuvo lugar realmente. La confusión entre las cartas a Sartre enviadas en la década del 1932 al 1954 fue el indicador de que Camus negaba su in uencia, achacándol­a a “malentendi­dos intenciona­dos”. Futuras indagacion­es siembran dudas sobre la autoría real de esas cartas.

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Albert Camus
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