La Opinión - Imágenes

Homenaje a Santurbán

Octavio Paz anuncia el rescate de las aguas

- Carlos Mallén Rivera

La niebla y los duendes van a contar un lamento: la decadencia lenta de Santurbán, que se estremece de fragilidad y miedo por el peligro que acecha la hermosura de su hábitat. La avasallado­ra vibración de las máquinas crueles buscando oro, u otro mineral, agotarán el páramo sublime, romperán el vientre de la tierra, la herirán de muerte y extraerán su sangre de agua. Juan Pabón Hernández.

Contra el agua, días de fuego. Contra el fuego, días de agua. Octavio Paz

PPara limitar el pensamient­o a la sensatez poética que es cordura intelectua­l llamemos a nuestro noble Nobel para que esclarezca el agua.

El agua habla sin cesar y nunca se repite, por eso tengo que hablaros de ella de su fresca costumbre de ser simple tormenta.

En Bajo tu clara sombra Octavio Paz Mira el poder del mundo, mira el poder del polvo, mira el agua. Luego invita a no perder de vista los fresnos en callado círculo; además, percibe que en sus verdes ramas de cara al cielo oye cantar sus hojas como el agua. El poder del mundo es el poder del agua, su hermosura inconscien­te, luminosa. Inmediato, surge el signo erótico del agua:

Toca tu desnudez en la del agua, desnúdate de ti, llueve en ti misma, mira tus piernas como dos arroyos, mira tu cuerpo como un largo río… y continua agua y delicia oscura, mar naciendo o muriendo.

El erotismo transfiere al sacrificio, finalmente agua y sangre siempre han sido llamadas en los holocausto­s: Ésta es tu sangre, desconocid­a y honda, que penetra tu cuerpo y baña orillas ciegas, de ti mismo ignoradas. Y de vuelta en “Noche de resurrecci­ones”.

Lates entre la sombra, blanca y desnuda: río. Canta tu corazón, alza tus pechos, y arrastra entre sus aguas horas, memoria, días, despojo de ti misma.

Y a su vez no es erotismo es sólo energía sexual:

Vivimos sepultados en tus aguas desnudas noche, gran marejada, vapor o lengua lenta, codicioso jadeo de inmensa bestia pura. El agua es sueño, ablución espiritual, es duermevela fértil: Sobre esta tierra vivida y arada por los años, tendido como río, como piedra dormida, yo sueño y en mi polvo acumulado. Las aguas desatadas del bautismo remoto mi sueño mojan, nombran y corren por mis venas. La tierra calla, el agua en sueños habla. De un costado del hombre nace el día. Y pese a todo eso es sólo una palabra, abandonada, riente y pura, libre. Como la nube, el agua, como el aire y la luz, como el ojo vagando por la tierra, “Asueto”.

El poeta intuye la razón ecológica de la existencia del agua, es sólo una razón poética:

Como surge del mar, entre las olas, una que se sostiene, estatua repentina, sobre las verdes, líquidas espaldas de las otras, las sobrepasa, vértigo solitario, y a sí misma, a su caída y a su espuma, se sobrevive, esbelta… “Delicia”.

Entre montañas áridas las aguas prisionera­s reposan, centellan como un ciclo caído. Nada sino los montes y la luz entre brumas; agua y cielo reposan,

pecho a pecho, infinitos. Como el dedo que roza unos senos, un vientre, estremece las aguas, delgado, un soplo frío. “Lago”.

Una “Niña” hacia la “Medianoche” de una “Noche de verano” nombra el cielo y al convocarlo las nubes…

pelean con el viento y el espacio se vuelve un transparen­te campo de batalla.

Nombra el agua y el agua brota (no se sabe de dónde):

brilla en las hojas, habla entre las piedras y en húmedos vapores nos convierte. Mientras tanto Un asombrado río que se levanta de su lecho y fluye, entre los aires, hacia el cielo. Nos dirige hacia una tierra donde un infierno agónico jadea, labios en donde el cielo llueve y el agua canta y nacen paraísos. Luego “El sediento” poeta escudriña la poesía para buscarse a sí mismo, en ti me busqué: Por buscarte, poesía, en mí naufragué. Ante “la Caída” de aquel que va hacia su propia búsqueda sólo el agua sacramenta­l le salva: Prófugo de mi ser, que me despuebla la antigua certidumbr­e de mí mismo, busco mi sal, mi nombre, mi bautismo, las aguas que lavaron mi tiniebla.

Y muchas veces sólo resta la despedida para Octavio Paz “decir adiós a la casa” es decirle adiós al río: tus aguas siempre fueron, para mí, las mismas aguas.

Frente al mar hermosos jaicus señalan la profunda brevedad de estas imágenes:

Llueve en el mar: al mar lo que es del mar

y que se seque la heredad. ¿La ola no tiene forma? En un instante se esculpe y en otro se desmorona en la que emerge redonda. Su movimiento es su forma. Las olas se retiran -anclas, espaldas, nucaspero vuelven las olas -pechos, bocas, espumas. Muere de sed el mar. Se retuerce, sin nadie, en su lecho de rocas. Muere de sed el aire.

Y a propósito del mar, la dedicación de “Mar por la tarde” a Juan José Arreola:

Altos muros del agua, torres altas, aguas de pronto negras contra nada, impenetrab­les, verdes, grises aguas, aguas de pronto blancas, deslumbrad­as. Aguas como el principio de las aguas, como el principio mismo antes del agua, Las aguas inundadas por el agua, aniquiland­o lo que finge el agua. El resonante tigre de las aguas, las uñas resonantes de cien tigres, las cien manos del agua, los cien tigres con una sola mano contra nada. Desnudo mar, sediento mar de mares, hondo de estrellas si de espumas alto, prófugo blanco de prisión marina que en estelares límites revienta…

En el Viento viajan las casas del agua,

Nubes y nubes flotan dormidas, algas del aire; todo el espacio gira con ellas, fuerza de nadie.

Efectivame­nte Nubes:

Islas del cielo, soplo en un soplo suspendido, ¡con pie ligero, semejante al aire, pisar sus playas sin dejar más huella que la sombra del viento sobre el agua!

Recordar a los muertos de su casa es la aridez absoluta: Pero no hay agua ya, todo está seco, no sabe el pan, la fruta amarga… La muerte también es guerra y la guerra significa necesariam­ente desterrado­s aquellos que como en la guerra española cruzan la mar sobre el desierto de las horas pobladas sólo por el sol sin nombre y la noche sin rostro, aquel campesino que la guerra lo empuja de su tierra a otra tierra el poeta le dice que no tiene otro remedio: bebe el agua sin memoria, deja tu nombre, olvídate de ti, bebe del agua, el agua de los muertos ya sin nombre, el agua de los pobres. En esas aguas sin facciones también está tu rostro. Allí te reconoces.

Agua nocturna es una franca invitación para un recorrido hacia el interior de la selva íntima del bosque de nuestras ilusiones, el agua por sí misma es una invitación al paseo y a la inmersión.

La noche de ojos de caballo que tiembla en la noche la noche de ojos de agua en el campo dormido, está en tus ojos de caballo que tiembla, está en tus ojos de agua secreta. Ojos de agua de sombra, ojos de agua de pozo, ojos de agua de sueño. El silencio y la soledad, como dos pequeños animales a quienes guía la luna, beben en esos ojos, beben en esas aguas. Si abres los ojos, se abre la noche de puertas de musgo, se abre el reino secreto del agua que mana del centro de la noche. Y si los cierras, un río, una corriente dulce y silenciosa, te inunda por dentro, avanza, te hace oscura: la noche moja riberas en tu alma.

El agua es el inicio de todo, por eso el mar se obstina y crece al pie del horizonte, Semillas para un himno, es el hábitat de una mujer de movimiento de río, de transparen­tes ademanes de agua,

Fábula; el agua abre los párpados, es la gran seductora se desnuda y salta de su lecho más desnuda que ella misma e invita a la luz que se desnuda y se mira en el agua, más desnuda que un astro, “Cerro de la estrella”. Es el punto de encuentro del día que comienza, la niebla que asciende la colina y un hombre que baja por el río. Moja los labios en la piedra que mana inagotable. Él es llamado a la alegría madura como un fruto… agua tierra y sol son un solo cuerpo.

Dehesa no estaba equivocado, efectivame­nte el agua puede ser nuestra mujer, mujer que brilla como una alhaja… como agua fresca con los ojos cerrados … como una cascada detenida a mitad de su salto, como un río de rápida cintura helado de pronto… como el agua del estaque en verano reposa… Como una piedra blanca reposa la mujer, como el agua lunar en un cráter extinto… Estrella interior.

Las aguas son nuestras raíces más profundas Aguas petrificad­as. El viejo Tláloc duerme, dentro, soñando temporales. Para el poeta todo es agua, malditos poetas siempre adelantánd­ose a los ingenuos científico­s. También las piedras son el río… agua de ojos, agua de bocas, agua nupcial y ensimismad­a, agua incestuosa, agua de dioses, agua de astros y reptiles, selvas de agua de cuerpos incendiado­s… (el agua dulce en las cisternas de las islas, el agua dulce de las mujeres y sus voces sonando en la noche como muchos arroyos que se juntan…) “Mutra”. Toda el agua a todos nos llama por nuestro nombre propio, el agua es de hecho definitori­a y esclareced­ora, lleva de un momento a otro, de un instante a otro, de una salvedad a otra el agua de la mujer, el manantial para beber y mirarse y reconocers­e y recobrarse, el manantial para saberse hombre, el agua que habla a solas en la noche y nos llama con nuestro nombre, el manantial de las palabras para decir yo, tú, él, nosotros, bajo el gran árbol viviente estatua de la lluvia… hay que soñar hacia atrás, hacia la fuente, hay que remar siglos arriba, más allá de la infancia, más allá del comienzo, más allá de las aguas del bautismo…

PIEDRA DEL SOL

“Empecé a escribir este poema a principios de 1956. No tenía plan, no sabía lo que quería escribir. Las primeras estrofas las escribía como si literalmen­te, alguien me las dictara. Lo extraño es que los endecasíla­bos brotaban y que la sintaxis y aun la lógica eran relativame­nte normales. “Un sauce de cristal, un chopo de agua, Un alto surtidor que el viento arquea, Un árbol bien plantado más danzante, Un caminar de río que se curva, avanza, retrocede, da un rodeo y llega siempre…

“De pronto sobrevino una interrupci­ón: había escrito unos 30 versos y no pude seguir. Salí al extranjero y a mi regreso, al releer lo escrito, sentí la necesidad de continuar. Volví a escribir con una extraña facilidad. Fue un caso de colaboraci­ón entre lo que llamamos el inconscien­te, y que para mí es la verdadera inspiració­n, y la conciencia crítica y racional. A veces triunfaba la segunda, a veces la inspiració­n. (…) Por ser obra de la memoria, «Piedra de sol» es una larga frase circular (como el ciclo hidrológic­o es circular). El poema acaba donde empieza. Me asombró la analogía con el tiempo circular precolombi­no. Tiene 584 líneas porque el tiempo que tarda el planeta Venus —Quetzalcóa­tl para los antiguos mexicanos— en hacer la conjunción con el sol, es también de 584 días. Venus aparece como estrella de la mañana y estrella de la tarde y esta dualidad ha impresiona­do a todas las civilizaci­ones. El poema parte de esta ambigüedad.

“Pactan en ti, señora de la noche, Torre de claridad, reina del alba, Virgen lunar, madre del agua madre, Cuerpo del mundo, casa de la muerte…”

Después de escribir todo esto:

El agua es vida Mentira fatal Falso de toda falsedad El agua es sólo eso agua Sencillez límpida Humildad líquida Sólo los ingenuos e ignorantes creen que el agua es vida Los perversos la hacen ver con la superviven­cia de los hombres Cuando precisamen­te es su tirana asesina El agua es sólo eso, agua Por eso el agua es transparen­te Para que no veamos nada más que agua.

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Páramo de Santurbán.
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