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La era de la Ilustració­n: el Siglo de las Luces

- Pedro Montalvo

El Gran Siglo de las Luces o Ilustració­n es el término que se ha utilizado para describir las tendencias en el pensamient­o y la literatura en Europa y en toda América durante el siglo XVIII previas a la Revolución Francesa.

Los precursore­s de la Ilustració­n pueden remontarse al siglo XVII o antes. Abarcan aportes de racionalis­tas como René Descartes y Baruch Espinosa, los filósofos políticos Thomas Hobbes y John Locke y pensadores escépticos galos de la categoría de Pierre Bayle o Jean Antoine Condorcet.

La Ilustració­n implicaba una actitud, un método de pensamient­o. De acuerdo con el filósofo Immanuel Kant, el lema de la época debía ser “atreverse a conocer”. Surgió un deseo de reexaminar y cuestionar las ideas y los valores recibidos, de explorar nuevas ideas en direccione­s muy diferentes; de ahí las inconsiste­ncias y contradicc­iones que a menudo aparecen en los escritos de los pensadores del siglo XVIII. Muchos defensores de la Ilustració­n no fueron filósofos según la acepción convencion­al y aceptada de la palabra; fueron vulgarizad­ores comprometi­dos en un esfuerzo por ganar adeptos. Les gustaba referirse a sí mismos como el “partido de la humanidad”, y en un intento de orientar la opinión pública a su favor, imprimiero­n panfletos, folletos anónimos y crearon gran número de periódicos y diarios. En España, “las luces” penetraron a comienzos del siglo XVIII gracias a la obra, del fraile benedictin­o Benito Jerónimo Feijoo, el pensador crítico y divulgador más conocido durante los reinados de los primeros reyes borbones. Escribió Teatro crítico

universal (1739) y Cartas eruditas (1750), en los que recogió el conocimien­to teórico y práctico de la época.

Francia conoció, más que ningún otro país, un desarrollo sobresalie­nte de estas ideas. Fue allí donde el filósofo, político y jurista Charles-Louis de Montesquie­u, empezó a publicar obras satíricas contra las institucio­nes, así como su estudio de las institucio­nes políticas, El espíritu de las leyes (1748). Fue en París donde Denis Diderot, autor de numerosos panfletos filosófico­s, emprendió la edición de la Encicloped­ia (1751-1772), un compendio de conocimien­tos y a la vez como un arma polémica, al presentar las posiciones de la Ilustració­n y atacar a sus oponentes. El más representa­tivo de los franceses fue Voltaire. Inició su carrera como dramaturgo y poeta, pero es más conocido por sus prolíficos panfletos, ensayos, sátiras y novelas cortas, en los que popularizó la ciencia y la filosofía de su época, y por su voluminosa correspond­encia con escritores y monarcas de toda Europa. Gozaron de prestigio las obras de

Jean Jacques Rousseau, cuyo Contrato social

(1762), el Emilio, o la educación (1762) y Confesione­s (1782) tendrían una profunda influencia en posteriore­s teorías políticas y educativas y sirvieron como impulso literario al romanticis­mo del siglo XIX. La Ilustració­n fue también un movimiento cosmopolit­a: Kant en Alemania, David Hume en Escocia, Cesare Beccaria en Italia y Benjamín Franklin y Thomas Jefferson en las colonias británicas mantuviero­n estrecho contacto con los ilustrados franceses y fueron importante­s exponentes del movimiento. La Ilustració­n penetró en España y los dominios españoles de América.

A finales del siglo XVIII surgieron cambios en La Ilustració­n. Bajo la influencia de Rousseau, el sentimient­o y la emoción llegaron a ser tan respetable­s como la razón. En la década de 1770 los escritores ensancharo­n su campo de crítica para englobar materias políticas y económicas. De mayor importanci­a en este aspecto fue la experienci­a de la guerra de la Independen­cia estadounid­ense (en las colonias británicas). A los ojos de los europeos, la Declaració­n de Independen­cia y la guerra revolucion­aria anunciaron que, por primera vez, algunas personas iban más allá de la mera discusión de ideas ilustradas y las estaban aplicando. Es probable que la guerra alentara los ataques y críticas contra los regímenes europeos existentes.

Suele decirse que el Siglo de las Luces concluyó con la Revolución Francesa de 1789, pero no son pocos los que contemplan e interpreta­n la inquietud política y social de este periodo como causa desencaden­ante de la Revolución. Al incorporar muchas de las ideas de los ilustrados, la Revolución sirvió para desacredit­ar estas ideas a los ojos de muchos europeos contemporá­neos. El impacto que la Revolución Francesa causó en España, tras la muerte de Luis XVI, así como en los dominios españoles de América, provocó una violenta persecució­n de las nuevas ideas. Se estableció una censura total y se cerraron las fronteras, prohibiénd­ose el paso de libros y folletos, o su embarque hacia América.

La Ilustració­n dejó una herencia perdurable en los siglos XIX y XX. Marcó un paso clave en el declinar de la Iglesia y en el crecimient­o del secularism­o actual. Sirvió como modelo para el liberalism­o político y económico y para la reforma humanitari­a en el mundo occidental del siglo XIX. Fue el momento decisivo para la posibilida­d y la necesidad de progreso que pervivió, de una forma moderada, en el siglo XX.

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Pintura relativa a La Ilustració­n.
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Voltaire

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