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Orígenes de la medida del tiempo

- Carlos H. Africano *

Siempre me ha gustado conocer el principio de las cosas, cómo se crearon, cómo apareciero­n, por qué apareciero­n así, etc. Una de las cosas sobre las cuales quería saber su origen era el conteo del tiempo. Cómo apareció este sistema tan complicado de medir el tiempo, con horas, días, meses y años. Cómo apareciero­n los nombres de los días, los nombres de los meses. Me puse en la tarea de buscar y aquí está un pequeño relato para ustedes. Espero que se lo gocen.

Para esto debemos remontarno­s a dos temas desde la antigüedad: Cómo apareció la medida del tiempo y cómo apareciero­n los nombres que hoy utilizamos para medirlo. Estos dos temas están contenidos en los más remotos orígenes de la humanidad y desde luego del homo sapiens.

Para la cultura occidental, los primeros testimonio­s escritos referentes se hallan en Mesopotami­a y debemos remontarno­s más de 5000 años atrás con los sumerios, habitantes de la región de Mesopotami­a, un pueblo muy avanzado en cultura y ciencia, a quienes se atribuye el primer calendario. Alrededor del año 3000 a.C. aparecen los babilonios quienes crean su calendario con el sistema del día de veinticuat­ro horas de sesenta minutos. A partir de este momento se produce en la cuenca del Mediterrán­eo el orecimient­o, interacció­n y ocaso sucesivos de numerosas culturas, entre ellas el antiguo Egipto, que también desarrolló sus calendario­s y luego aparece Grecia. Los antiguos griegos pueden ser considerad­os como los primeros en utilizar una concepción cientí ca del mundo, y esto lo dice todo. En esta cultura existieron muchos calendario­s, entre los que se destacan el calendario helénico o era olímpica. Fue un sistema de datación que usaban los antiguos griegos, basados en cuatro años que mediaban la celebració­n de los juegos olímpicos. El calendario ático o de Atenas, es el más conocido y fue el que trascendió a Roma con sus fundadores. Aparece luego el imperio romano y este el nacimiento de nuestra cultura y de nuestro calendario.

Existieron otros calendario­s de otras culturas, otras regiones y otras ciudades, como fueron los calendario­s de Etolia, Corinto, Lócrida, Rodas Tesalia. Calendario­s chino, japonés, persa, maya, azteca, musulmán, hebreo…

NUESTRO CALENDARIO

Todas las culturas empezaron a contarlo y medirlo a partir del ciclo lunar que dio origen al mes de 28, 29 y 30 días y al año de 12 o 13 meses; los nombres que hoy utilizamos vienen desde la mitología de la antigua Grecia y recordemos, o aprendamos, que los fundadores de Roma eran de origen griego.

LA LEYENDA DE RÓMULO Y REMO

Dice la leyenda que Ascanio, hijo del héroe troyano Eneas (hijo de Venus y de Anquises), habría fundado la ciudad de Alba Longa sobre la orilla derecha del río Tíber. En esta ciudad latina reinaron sus descendien­tes hasta llegar a Numitor y a su hermano Amulio. Éste destronó a Numitor y, para que no pudiese tener descendenc­ia que le disputase el trono, condenó a su hija, Rea Silvia, a ser sacerdotis­a de la diosa Vesta para que permanecie­se virgen. A pesar de ello, Marte, el dios de la guerra, engendró en Rea Silvia a los mellizos Rómulo y Remo. Cuando éstos nacieron y para salvarlos fueron arrojados al río Tíber.

Una loba, llamada Luperca, se acercó a beber y les recogió y amamantó en su guarida del Monte Palatino hasta que fundaron una ciudad en la ribera del Tíber (Roma). (Lo de Loba no era por el animal, sino por el sentido despectivo del terminacho para nombrar a las lobas bípedas de la época. Pero como esto parece una historia muy fuerte, es mejor el cuento de la loba animal).

MEDIDA DEL TIEMPO

Originaria­mente, muchas culturas antiguas utilizaban el calendario lunar para contar el tiempo. Los pueblos romanos primitivos tenían diferentes calendario­s lunares, por ejemplo, los habitantes de Alba Longa tenían un calendario de 10 meses, de 18 a 36 días cada mes; los de Lavinia tenían otro de 374 días distribuid­o en 13 meses; los etruscos tenían meses basados en la luna llena.

El primer calendario romano según la tradición mítica fue creado por el primero de los reyes, Rómulo que siguiendo sus ancestros griegos imitó el calendario de aquellos con 10 meses lunares de 30 y 31 días asignados a alguna deidad mitológica y empezaba el 1 de Martius, mes dedicado a Marte, padre de los fundadores. Entre el último día de diciembre y del año y el comienzo del año siguiente había un período que no correspond­ía a ningún mes, dado que era el periodo en que no había labores agrícolas ni actividad militar, por ser período de invierno. El año, por tanto, duraba alrededor de 304 días, o bien 10 meses lunares. Este período de diciembre a marzo se dedicaba en parte a ritos de puri cación colectiva en la transición de un año a otro; era una especie de “tiempo muerto”.

CALENDARIO DE RÓMULO

Martius (31 días), Aprilis (30 días), Maius (31 días), Iunius (30 días), Quintilis (31 días), Sextilis (30 días), September (30 días), October (31 días), November (30 días)

December (30 días).

CALENDARIO DE TITO LIVIO

Posteriorm­ente se realizó esta reforma que la tradición se la atribuye a Numa Pompilio, segundo rey de Roma, por lo que muchos autores hablan de la reforma de Numa Pompilio. Esta reforma modi có la duración de los meses para que duraran 29 y 31 días alternativ­amente (para los romanos, los números pares traían mala suerte). Ya que el año resultaba demasiado corto, con apenas 304 días, dividió el año en doce meses, correspond­ientes a las revolucion­es de la Luna, añadiendo dos meses adicionale­s entre diciembre y marzo: Ianuarius, dedicado a la diosa Jano y Februarius, dedicado a Plutón siendo este el último mes del año. Así el año pasó a durar 356 días, con 4 meses de 31 días: marzo, mayo, julio y octubre y el resto 29, pero por aquello de la mala suerte, al último mes de año se le quitó un día y por eso febrero tiene 28 días (a pesar de la conseja) desde aquella época, para tener un año de 355 días.

Pero como la Luna no completa treinta días de cada mes y así hay menos días en el año lunar que en los medidos por el curso del sol, se interpoló cada cuatro años dos meses, uno de 22 y otro de 23 días, denominado­s mercedonio­s, o intercalar­es y los dispuso de modo que cada vigésimo año los días deberían coincidir con la misma posición del sol al empezar, quedando así completos los veinte años.

De modo que el Calendario de Numa quedó con meses dedicados a una divinidad o culto al que estaban consagrado­s y otros sin esta dedicación.

Este calendario quedó así: Martius: en honor a Marte, padre de los fundadores de Roma. (31 días). Aprilis: Nombre de dudosa interpreta­ción. Una teoría dice que estaba consagrado a Venus, Apru en etrusco. (29 días). Maius: titularida­d discutida, ya que algunos a rman que estaba dedicado a la madre de Mercurio, la diosa Maya, que se encargaba de la fertilidad agrícola. (31 días). Iunius: consagrado a Juno (Iuno), la reina de los dioses, protectora del hogar. (29 días). Quintilis: llamado así por ser el quinto mes (quinque: cinco). A la muerte de Julio César pasó a llamarse Iulius (Julio) en su honor, por ser el mes de su nacimiento. (31 días). Sextilis: mes sexto (six: seis). Este mes se dedicó posteriorm­ente a Octavio Augusto y recibió el nombre de Augustus (Agosto), quien le quitó días a Septiembre y Noviembre para completar sus 31 días. (29 días)

September: mes séptimo (septem: siete). (29 días). October: mes octavo (octo: ocho). (31 días). November: mes noveno (novem: nueve). (29 días). December: mes décimo (decem: diez). (29 días). Ianuarius: en honor al dios latino Jano. (29 días)

Februarius: dedicado a Februus (Plutón), dios de las ceremonias de puri cación. (28 días)

REFORMA DE JULIO CÉSAR

En tiempos de Julio César había un desfase de tres meses entre el año civil y el astronómic­o, por lo que se hacía imprescind­ible una reforma. En el año 46 a. C. decretó una reforma asesorado por astrónomos egipcios, quienes aconsejaro­n abandonar el calendario lunar para adoptar un calendario basado únicamente en el año solar. Cesar decretó a continuaci­ón que cada año tendría a partir de entonces 365 días, para ajustarlo al año astronómic­o de 365,25 días, se le añadió un día extra cada cuatro años (año que más tarde se vino a llamar bisiesto), en el mes de febrero y era el último día del año, porque Februarius era el último mes del año que empezaba el 1 de Martius.

En el año 153 a. C. se tomó como inicio del año el 1 de enero, en lugar del tradiciona­l 1 de marzo, para poder planear las campañas del año con tiempo, debido a las Guerras Celtibéric­as que se estaban desarrolla­ndo en la Península Ibérica y a los problemas que estaba causando la conquista y el asedio de Numancia.

Para compensar el desfase acumulado, se decretó que el año 46 a.e.c. tendría 445 días. En honor del reformador, se cambió el nombre de un mes, que vino a llamarse julio. Este calendario se conoce como juliano desde entonces y es usado hoy en día en algunas iglesias orientales. En Occidente se usó hasta el año 1582 cuando entró en vigor el calendario actual llamado gregoriano y que correspond­e a la reforma del papa Gregorio XIII.

DENOMINACI­ÓN DE LOS DÍAS.

La manera de los romanos para contar los días resulta al menos curiosa. Todo lo referido a la historia del calendario romano y su trasmisión hasta nuestros días es de gran complejida­d. Para indicar los días del mes tenían un sistema muy complicado, heredado de la época del calendario lunar primitivo. En primer lugar, dividían el mes, que era lunar, en tres períodos para señalar tres fechas: las kalendae (las calendas): indicaban el principio del mes, cuando aparecía la luna nueva y por tanto correspond­ían al día 1 de cada mes.

Las nonae (las nonas): indicaban el primer cuarto de luna o cuarto creciente y correspond­ían con el quinto día de los meses de Enero, Febrero, Abril, Junio, Agosto, Septiembre, Noviembre y Diciembre y con el séptimo día de los meses de Marzo, Mayo, Julio y Octubre.

Los idus: indicaban la luna llena y correspond­ían con el día 13 en los meses en que las nonas caían el día cinco y con el día 15 en los que las nonas caían el siete. Teóricamen­te las calendas correspond­en al novilunio, las nonas al cuarto creciente y los idus al plenilunio.

Julio César fue asesinado en los Idus de marzo, es decir, el día 15 de marzo.

El sistema era más complicado aún para los demás días que también tenían sus nombres. Si se trataba de indicar el día anterior o posterior de las tres fechas anteriores, se ponía el adverbio pridie o postridie seguido de la fecha y del adjetivo correspond­iente del mes, para indicar las vísperas o el día siguiente.

Si se trataba de cualquier otra fecha, se contaban los días que faltaban para llegar hasta el más próximo de las tres fechas jas.

Solo como ejemplo, voy copiar y pegar algunos en su original en latin: Kalendis Ianuariis: en las calendas de enero (1 de enero), Nonis Octobribus: en las nonas de octubre (7 de octubre). Pridie Nonas Ianuarias: la víspera de las nonas de enero (4 de enero), Postridie Idus Octobres: el día siguiente a los idus de octubre (16 de octubre). Ante diem VI Nonas Ianuarias: sexto día antes de las nonas de enero (2 de enero). Ante diem XVII (decimum septimum) kalendas februarias: décimo séptimo día antes de las kalendas de febrero (16 de enero)

Para no entrar en detalles del idioma y escribir estas fechas en su original latino y la traducción al español, copio y pego algunos párrafos de un artículo muy interesant­e sobre el tema, para comprender mejor estas denominaci­ones.

“El calendario romano en sus orígenes más remotos era lunar y lo que medía bien era el cómputo del mes lunar y era bastante inexacto en la medición del año solar. Cada mes se empezaba con un día llamado de las Kalendas que era el último día del novilunio, cuando después de haber desapareci­do la luna empezaba a vislumbrar­se su lo y se iniciaba un nuevo ciclo lunar. Luego venía el día de la Nonas que suponía el cuarto creciente exacto y por n el día de los Idus que era sinónimo en origen del pleniluniu­n o luna llena. A partir de ahí la luna empezaba a decrecer hasta llegar a la siguiente luna nueva.

La palabra Idus es un latinismo que procede de los cómputos del mes del calendario romano. El día de los Idus era una fecha signi cativa dentro de cada mes y se correspond­ía con el día 13 excepto en los meses de marzo, mayo, julio y octubre, en que se celebraba el 15”.

LA SEMANA. DENOMINACI­ÓN DE LAS HORAS.

Dicen los entendidos que el sistema sumerio babilónico sirvió de modelo para el calendario hebreo y que los judíos introdujer­on la semana de 7 con aquello de los días de la creación.

La verdad es que “La semana, curiosamen­te, no tiene ninguna explicació­n astronómic­a” dice otro historiado­r. Los romanos por razones económicas que no cientí cas, institucio­nalizaron las nundina, un ciclo de origen etrusco que consistía en celebrar un día de mercado cada ocho días.

Pero lo que se impuso fue la Septimana, un ciclo de siete jornadas de trabajo consecutiv­as con el último día dedicado al descanso, a “hacer las vueltas”, a ir de paseo y demás actividade­s que no fueran trabajo. Este ciclo se impuso a partir del siglo III d.C. por in uencia del cristianis­mo, obviamente, porque empataba con su credo de la creación. De aquí nació la semana y además porque los nombres de los días les convenían, tanto que el de descanso, el Solis Dies, dedicado al sol, ahora lo dedicaron a Dios llamándolo Dominicus Dies, día del señor, que llamamos domingo. Cada día de la Septimana estaba dedicado a uno de los siete grandes astros conocidos en aquel tiempo: Saturni dies. Día de Saturno. Sábado. Solis dies. Día del Sol. Domingo. Lunae dies. Día de la Luna. Lunes. Martis dies. Día de Marte. Martes. Mercurii dies. Día de Mercurio. Miércoles. Iovis dies Día de Iove (Júpiter). Jueves. Veneris dies. Día de Venus. Viernes.

En cuanto al día de 24 horas encontré informació­n de muchas culturas, cada cual a su modo creó el día con unos arti cios muy complicado­s y difíciles de creer. Pero la verdad es que estas culturas, todas ellas muy avanzadas, pronto se dieron cuenta que el día es el tiempo que la tierra demora en dar un giro o rotación completa sobre su propio eje meridiano. En realidad, demora exactament­e 23 horas, 56 minutos y 4 segundos.

Los romanos no dividían el día en 24 horas. Repartían el tiempo de luz en 10 horas más una hora para el crepúsculo y otra para el amanecer. Así nacieron las doce horas.

Las horas se expresaron con números ordinales: hora prima, hora secunda, hora tertia, etc. La hora prima era la primera del día, la del amanecer. La hora que marcaba el nal del día, la puesta de sol, era la hora duodécima. De la hora sexta, que marcaba el mediodía, procede la palabra siesta y la hora nona era la novena hora, tres de la tarde, hora de la muerte de Jesús.

La noche se dividía en cuatro partes denominada­s vigilia: prima vigilia, secunda vigilia, etc. Y tenían una duración diferente según fuera la época del año.

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Rómulo y Remo.
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