La Opinión - Imágenes

Destino Poemas de Jorge Galán

Jorge Galán es un novelista y poeta salvadoreñ­o que actualment­e reside en Madrid. Ha recibido numerosos premios y su obra ha sido traducida a varios idiomas. (Decanatura Cultural de la Universida­d Externado de Colombia).

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EL VIAJERO

He viajado cientos de años para estar más cerca del inicio que del final. Este instante es la historia del mundo.

Mi huella no es la huella de un hombre sino la del hombre. Mi muerte, la de una humanidad. Lo que imagine, el destino de una raza de hombres. Mis sueños, el mito que se contará hasta volverse fe.

Lo que ame, un paraíso. Lo que odie, un infierno.

Mi nombre sólo podrá ser pronunciad­o por el viento, ese lenguaje del que nadie podrá tener una memoria.

Estamos solos: lo que fui y lo que soy por fin se han reunido.

Mi mente es la antigua humanidad. Por ello sólo mi alma es genuina entre estas cosas yermas.

He viajado cientos de años, pero los astros aún están distantes. En el centro, apenas soy un borde.

Mi tiempo es un tiempo distinto. Mi presente es el futuro de los que me vieron partir. En ninguno de ellos se encenderá mi imagen como un recuerdo.

He viajado cientos de años para volverme la oración que un inclinado ser ha de decir varios siglos más tarde de mi muerte, cuando lo que le escuche no sea yo ni el polvo ni las piedras que piso, sino los astros que me cubren, un instante más cerca. Una lágrima inunda la superficie de mi ojo. No dejaré que caiga. Acabaría un mundo si cayera…

EL VIAJE

El sonido de las cigarras es propicio para este viaje. El frío baja a los pinos como la ancianidad al cabello de un hombre: una belleza blanca sin densidad alguna.

El mundo se aleja y se acerca.

La ciudad se va volviendo un bosque, y el bosque, una ciudad inusitada. en la noche los árboles emanan su propio miedo.

Aunque todos duermen, nadie en realidad duerme: los seres cohabitan en una alerta cotidiana.

De perderme, al principio sería sólo un niño perdido, pero poco después sería un hombre guiándose por la luna.

En lo terrible es que se aprende a ser terrible.

Hay algo aquí muy joven pero también hay algo muy antiguo. El principio del mundo ha besado estas piedras.

El deterioro aquí es continuida­d.

La muerte no existe porque de alguna forma sólo la vida existe. Cuando se ha visto lo que he visto se entiende lo genuino. Del deterioro ha surgido la niebla que hace posibles las siluetas que observo.

Todo posee brillo y cierto sabor distintos, incluso lo distante posee una sustancia diferente, incluso lo inmediato. La fineza del polvo da cuenta de los seres que han pisado este mundo.

GOLPE DE VIENTO

¿Qué sucedería si el mar no llegase a la playa y en lugar de avanzar retrocedie­ra o si a los árboles solo llegase el otoño y no la primavera y por tanto el tiempo de florecer, cuando la pulpa llena lo vacío y la dulzura se antepone a la nada? ¿Qué sucedería si, de pronto, en un golpe de viento, se cerraran todas las ventanas o si la lluvia dejara de llegar o si el río que se aleja de las montañas se detuviese al menos un instante o si el alba se convirties­e en una memoria de otros días o si el canto del pájaro se extinguies­e y el pájaro mismo dejara de venir y el cielo se convirtier­a en una rumba interminab­le? ¿Qué sucedería si todo aquello que damos por sentado cesara y la cigarra y el sonido de la cigarra no viniera en marzo ni en abril y todo lo conocido se volviera desconocid­o? Nada nos pertenece. ¿Quién podría decir: lo he tomado en mi mano, he tomado el viento del norte en mi mano y permanece aquí?

A TRAVÉS DE LA NIEBLA

Quizá nos engañaste, quizá tu nombre deja en el aire un rastro como el de los elefantes cuyas patas son muñones de humo, una escritura parecida a la huida de las aves cuando presienten las formas de la nieve bajando por los acantilado­s, siluetas suicidas y ecos que provienen del agua. Quizá nada era cierto y no ibas a volver y quizá ni siquiera lo dijiste, quizá lo imaginé mientras caminaba bajo la noche de los hombres, afectado por el ruido del cuello del búho al girar y el sonido del disparo que cruza la lejanía tratando de alcanzar su destello. Quizá los años de la primera juventud me han mentido también y no existieron ni las casas ni el cerro ni esa iglesia donde apareciste aturdida por las campanas, hablando sobre todo lo que he olvidado. Todas las calles se han inclinado esta mañana. Es simple. Simple como querer tocar la niebla de 1945 en los vestigios de un muelle derribado en 1945. El revés de un camino es una casa que no existe. Miras en mi espalda tu fotografía de los veinte años, puedes mirarla incluso a través de la niebla.

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