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Fátima, un signo en la vida de Juan Pablo II

- Isaac Ramírez U.

Era la celebració­n de la Fiesta de Fátima, uno de los símbolos notorios en su ponti cado. Lucía, la última de los videntes portuguese­s del 13 de mayo de 1917, le había dicho al mundo que aún guardaba un secreto revelado por Nuestra Señora en Fátima, una localidad rural. Ese secreto, que para muchos coincidió con el atentado contra Juan Pablo II, era como el punto de in exión del Papa para consolidar los cambios mundiales y la oleada de sucesos políticos.

La noticia llegó primero por la televisión, en ese entonces uno de los medios más poderosos. Luego, los medios impresos dieron la noticia. Juan Pablo II se salvó de milagro, pues una de las balas disparadas por el extremista turco Mehmet Ali Agca, o Alí Agca, dañó órganos internos del abdomen.

Agca disparó contra el papa el 13 de mayo de 1981 mientras se desplazaba por la Plaza de San Pedro en un vehículo abierto. El pontí ce fue herido en una mano, brazo y abdomen. Pocos años más tarde en diciembre de 1983, el papa lo visitó a la cárcel de Rebibbia, conversó con él y le otorgó el perdón.

Algunos han a rmado que trabajaba para el servicio secreto búlgaro durante la era soviética y que actuó basado en la férrea oposición de Juan Pablo II al comunismo.

SIGNO VIVIENTE

¿Coincidenc­ia, milagro o signo de los tiempos? Nadie tiene la respuesta exacta de por qué y cómo sobrevivió Juan Pablo II a este mortal atentado. De hecho, él mismo lo atribuyó a la intervenci­ón poderosa de Nuestra Señora de Fátima, en cuya corona depositó el plomo que pudo haberle cortado la vida.

Lucía, Sor Lucía o Lucía dos Santos, la religiosa carmelita que fue uno de los tres videntes de Fátima, murió el 13 de febrero de 2005, y con ella se llevó a la tumba otros secretos revelados por Nuestra Señora desde mayo hasta octubre de 1917. Curiosamen­te, el Pontí ce sufrió otro atentado en 1982, también el 13 de mayo, en la plaza de Fátima. Esta vez un sacerdote ultraconse­rvador quiso acuchillar­lo. Ese ataque casi pasó inadvertid­o para el mundo, menos para Lucía, quien ya había advertido a Su Santidad de la posibilida­d de morir martirizad­o.

LÍDER INFLUYENTE

Juan Pablo II fue aclamado como uno de los líderes más in uyentes del siglo XX, uno de los principale­s símbolos del anticomuni­smo; combatió la teología de la liberación, con la ayuda de su mano derecha y sucesor, Joseph Ratzinger.

Jugó un papel decisivo para poner n al comunismo en su Polonia natal y en toda Europa, así como para la mejora signi cativa de las relaciones de la Iglesia Católica con el judaísmo, el islam, la Iglesia ortodoxa oriental, y la Comunión anglicana.

¿Cuál fue, entonces, la causa real del ataque ese 13 de mayo de 1981? ¿Qué relación tuvo Agca con líderes comunistas de entonces? ¿Propiciarí­a el asesinato de Juan Pablo II un acercamien­to entre el mundo comunista y el catolicism­o? Esas preguntas quizás quedaron solo en tema de conversaci­ón entre Lucía y el Pontí ce.

SÍMBOLO MARIANO

El ponti cado de Juan Pablo II se caracteriz­ó por la mariología, es decir, María como corredento­ra. El escudo papal ponía en evidencia esa con anza: “Totus tuus” o “Todo tuyo” fue el lema de Juan Pablo II durante su ponti cado. Esa misma con anza le hizo empujar y propiciar la caída de la cortina de hierro, es decir, la apertura de Rusia al mundo. Lucía le había revelado al Pontí ce una frase profética dicha por Nuestra Señora en Fátima: “Al n, mi inmaculado corazón triunfará”, en alusión a la conversión de Rusia y la exibilizac­ión soviética en cuanto a la libertad de cultos. El 9 de noviembre de 1989 otro suceso con rmaría las revelacion­es de Lucía: la caída del muro de Berlín. Se consolidab­a el papel uni cador del Papa viajero. Habían pasado 8 años del ataque en la Plaza de San Pedro contra Juan Pablo II. Se agitaban las aguas políticas de Europa. Walesa se convertía en el primer mandatario polaco no comunista. Gorbachov abriría el nuevo decenio (1990) con el Premio Nobel de la Paz. El mundo ya no volvió a ser el mismo. El “imperio ruso” ya no era de la Guerra Fría. Más tarde, Unión Soviética se partiría en repúblicas independie­ntes. Desde aquel fatídico 13 de mayo el mundo jamás volvió a ser el mismo. Juan Pablo II admitiría su papel en el cumplimien­to de las profecías de Fátima, y en más de una ocasión se lo conó a Lucía. Ambos murieron en 2005, con dos meses de diferencia.

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