La Opinión - Imágenes

El río invisible

Poemas de Pablo Neruda

- Pablo Neruda

Aniversari­o de la muerte de Neruda: He selecciona­do estos poemas intensos, inmensos, claramente reflejo de mis sueños… de esa tristeza bella que me hace digno… Neruda ha sido en mi vida, junto con Eduardo Cote Lamus, una inmensa redención romántica. Jph.

DESDE QUE TÚ TE FUISTE

Desde que tú te fuiste, yo siento la amargura infinita de haberte callado tantas cosas: de haber callado, mártir, esta blanda ternura que oculté como pueden ocultarse las rosas, y de no haberte dicho las palabras fragantes que llevaba en la boca cuidadas y sumisas; que esperé tantas veces que salieran vibrantes y que siempre se helaron en una cruel sonrisa. Ahora que te fuiste sufro el dolor intenso de haber callado, mártir de mí mismo el inmenso tesoro de dulzura que floreció en mi amor Pero sé que, si un día volvieras a mi vida, al buscar vanamente las palabras perdidas… sellaría mis labios el oculto amargor.

AQUEL CUENTO DECÍA

Aquel cuento decía… Pero, ¿por qué te busco, por qué te busco tanto? He cruzado los yermos, he mojado con llanto mi difunta alegría, y porqué, amada mía, por qué te busco tanto? He atravesado llanos, montes y trigaladas por buscar el tesoro de tus manos de seda y tus trenzas de oro… (Yo conocí tus trenzas y tus manos un día porque el cuento decía…) Éramos tres hermanos. Salió el mayor un día por montes y por llanos por un viejo tesoro que no habrá de tener, y mi hermano segundo salió a correr el mundo por ser un hombre y por saber… Éramos tres hermanos y ninguno volvió a la heredad lejana donde la madre espera. (¡El otro loco… era yo!) Andando, andando, andando, se han pasado los años, se han pasado los meses, se han pasado los días. Mis dos hermanos muertos en países extraños, muertos sin la riqueza ni la sabiduría. Pero yo te busco lo mismo que en los primeros días porque hace tanto tiempo que te espero y aquel cuento decía…

NOCTURNO

Es de noche: medito triste y solo a la luz de una vela titilante y pienso en la alegría y en el dolo, en la vejez cansada y en juventud gallarda y arrogante. Pienso en el mar, quizá porque en mi oído siento el tropel bravío de las olas: estoy muy lejos de ese mar temido del pescador que lucha por su vida y de su madre que lo espera sola. No sólo pienso en eso, pienso en todo: en el pequeño insecto que camina en la charca de lodo y en el arroyo que serpentean­do deja correr sus aguas cristalina­s… Cuando la noche llega y es oscura como boca de lobo, yo me pierdo en reflexione­s llenas de amargura y ensombrezc­o mi mente en la infinita edad de los recuerdos. Se concluye la vela: sus fulgores semejan los espasmos de agonía de un moribundo. Pálidos colores el nuevo día anuncian y con ellas terminan mis aladas utopías.

EL SILENCIO

Abre el clamor de tu pecado triste y vive y vibra sólo y lentamente. Cuando pasen los pájaros humildes, hombre desconsola­do, has de bajar la frente. En la cumbre sonora has de tener un gesto decidor y potente que anude la cuajada santitud de las horas en la cálida albura de tus manos ardientes. Que en el noble silencio de tu vida entrañada las palabras no tengan asignacion­es dolidas, que todas las mañanas, hombre, tú sólo seas el dueño de tu vida. Y como el candoroso luminar de un incendio sumido en la montaña de tus horas serenas, has que reine en tu vida la canción del silencio como una inmensa canción buena.

LOS DÍAS INÚTILES

El mal tiempo me quitaba deseos de salir, y a medida que los días corrían me iba quedando más solo. En las tardes nadie venía a buscarme, y -sin libroslas horas resbalaban sobre mi absorta actividad. A veces una mala angustia me tiraba, hecho nudo, sobre el lecho. La lluvia caía, densa y largamente; los vientos roncantes descendían de los cerros: y la luz del crepúsculo se acongojaba como una moribunda detrás de la ventana que daba al río.

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