La maldición de los pueblos atendidos con miradas de ráfaga
Así de sencillo: Con ojos de indiferencia nos miran desde la casa grande. En este punto de la geografía bolivariana, aquí en la línea divisoria y portón de la frontera colombo-venezolana que durante muchos años ha servido para el interés comercial, social y de hermandad entre dos naciones que han vivido bajo una misma identidad idiomática, iguales ideales en la idiosincrasia latinoamericana y una similar propuesta colectiva de intercambio cultural, para el interior en momentos de crisis pareciera que no exis- tiéramos; por lo que expreso y teniendo en cuenta los últimos acontecimientos orquestados mediante los oscuros juegos de la política, infortunadamente se ha convertido dicho espacio en un hervidero de problemas vistos con cierta apatía por las instancias o ciales de ambos países, sin que las partes en con icto se hubieran detenido a pensar con cabeza fría y corazón caliente las terribles consecuencias de desestabilización, trauma psicológico y ruptura total a la tradición cimentada a través de la historia y aferrada a los lazos de una inquebrantable integración.
Impensable que de un momento a otro y por asuntos de rancio chauvinismo y orgullo personal, apostándole a un liderazgo con soberbia y prepotencia, compadres y hasta vecinos, se fueran a los extremos de instaurar el divisionismo, creando fantasmas de invasión y persecución como pretexto para poder seguir ampliando las brechas del expansionismo popular.
La arrogante postura de mandatarios con pensamientos guerreristas, alimentando el nacionalismo bajo las trincheras de un respaldo imperial, es la que no permite solucionar las asperezas en las mesas de un diálogo civilizado, como ocurre en otras latitudes, si no que se envalentonan y pasan de las amenazas a los hechos, fomentando el éxodo de ciudadanos que le huyen a los bochinches y a los ruidos de los sables.
Asombra la precaria y crítica realidad por lo que atraviesan, día a día, familias enteras que necesitan buscar alternativas al caos, salirle al paso a las dificultades, superar inconvenientes, sobreponerse a cuestionadas determinaciones, pero lamentablemente, con estas bravuconadas únicamente acrecientan aún más la cruda situación; y es que por asuntos de tramitología, logística y su cientes talanqueras para el formalismo de las autoridades, así el remedio que puede curar la enfermedad solo se queda en pantallazos de solidaridad por la exigencia a la documentación y los requisitos de rigor, descuidando la oportuna atención y esencia del recurso humano lesionando por los golpes insensibles de quienes desconocen las dolencias del cuerpo y del alma de aquellos que sufren en carne viva el desarraigo, incluso el abandono de sus propiedades, materiales o subliminales, incluyendo lo simbólico.
No hay derecho para las personas con un alto grado de humanismo, como los maestros, que tienen el compromiso de acercar a los niñez y a la juventud, vengan de donde vinieren, al mirador
del futuro, y ahora ante dichos casos, en tan deplorables condiciones escolares, les corresponda atender estas frágiles vidas confundidas y perdidas en el laberinto de la desesperanza, sin proyección, huyendo de su territorio, sin amparo ni respeto por los principios universales de los infantes, siendo víctimas de la intolerancia, el maltrato y la disociación entre parientes, los que semanas antes compartían y se alimentaban en un mismo fogón.
Ver para creer como lo reza el refrán de la sabiduría del común, la similar expresión de los arraigos ancestrales. ¿Estaremos llegando al nal de los tiempos?
Ahora, sobre los puentes que una vez nos unieron, ahí en el vértice exacto de bienvenidas y despedidas, el del, “feliz viaje y pronto regreso”, de esos puntos de abrazos lo que existe es represión, violencia, e intimidantes anuncios de fuego. Inaudito que el hombre de estos lugares en pleno siglo XXI sea tenido en cuenta exclusivamente como un simple usuario a sus descaradas intenciones de gobernabilidad militar, utilizándolo, de un lado para el otro, dejándolo a la deriva en este clientelismo insulso que desde luego hace escuela y abona la tierra a las malas costumbres, los torcidos hábitos y las pésimas mañas en un devenir incierto, usurpándole la autonomía y la posibilidad de participar en asuntos decisorios, perdiendo hasta la manipulada posesión ideológica puesto que a veces se olvida el valor de la protesta, y si la hace, surge el reclamo sin fundamento y sin los respectivos argumentos para la reivindicación a sus derechos.
Infortunadamente con el avance tecnológico, el afán de la ciencia y la fantochería de los clientes de proseguir ganándole la carrera a la cibernética con sus miles de estrategias para manejarnos como idiotas útiles, empujándonos a la demanda de aparatos electrónicos, a tal razón, el verdugo del sufrimiento posesionó su castigo en la travesía de los derroteros sin detenernos a pensar en el sin n de trastornos que dejan estas determinaciones caprichosas. En zona de frontera somos Siervo sin Tierra al vaivén de un tirano, por ahora el de turno, que azota a izquierdos y a diestros.
Entonces renuevo la mirada a los linderos de Bolívar y Santander para protestar ante la indiferencia de nuestros dirigentes; y es que los educadores galardonados como eles enamorados de los abecedarios, intérpretes del bienestar colectivo, líderes de procesos pedagógicos en bene cio de la escolaridad, insisto, en estos casos patéticos a los que estamos padeciendo los maestros, desde su altruismo atravesamos por una continua reflexión henchida de pesimismo, de soledad y desamparo, con suficientes cargas de inconformismo por el malestar, las injusticias y la vergüenza que ofrecen los paliativos o ciales y que generan los medios, radio, prensa y televisión, como oferta para multiplicar la imagen mediática, ante una sociedad de consumo que en su estúpida competencia escasamente alcanza a procesar productos comerciales en promoción sin que se tome en serio la gravedad del con icto humano.
La comunicación por parte de quienes abordan los saberes, el conocimiento y la información, en estos casos debe ser critica, pero a su vez responsable en la emisión del discurso, claro en el manejo de la palabra y prioritariamente misional para invitar a navegar por los canales del entendimiento, por supuesto que, sin faltarle a la verdad, con objetividad y sin tomar partido nada más que para la interpretación imparcial, con una visión sensata ajustada a la realidad y a la transparencia, sobre el patio de las evidencias.
Para ir concluyendo, tomando los conceptos planteados al principio de este insigni cante comentario, los del montón religiosamente somos fervientes usuarios de sucesos salpicados con pésimas propagandas, que leemos frente a los periódicos o vemos en los aparatos que venden las noticias del momento, pero no observamos o no analizamos a profundidad las terribles consecuencias y el perjuicio que nos pueden causar con amañadas intenciones las novedosas programadoras del verbo y las imágenes, las que disfrutan los carboneros e incendiarios, esos mismos hijos de la demoniaca disociación.
En resumidas cuentas, a quienes ostentan el poder y para los distraídos, una advertencia: No seamos como los forasteros, no pasemos de largo por Cúcuta; a nuestra ciudad no se le puede ver con los ojos en ráfaga. Debemos detenernos en sus calles, en la alegría de sus gentes porque el amor del pueblo no es de pocas palabras. Que la siguiente expresión, pasados los aciagos momentos del con icto, sea para la admiración por esta hermosa geografía, soñando obviamente con un porvenir distinto al de los odios y los irrespetos y para que contemplemos en un futuro inmediato, el universo humano con una sagrada visión celestial, el afecto, el cariño de los dioses y el mismo aprecio que prioritariamente se le tiene a la familia, esa grandiosa obra divina hecha por el propietario de este y otros mundos posibles.
En tiempos de in ernos y egoísmos, nada mejor como habitar los espacios de la reconciliación; necesitamos vivir en paz.