La Opinión - Imágenes

Poesía de Panamá

“Pájaro triste de la parda pluma, donde la luz de mi esperanza está...”

- Hugo Espinosa Dávila

AHORA LLEVO EL ISTMO EN CADA PORO

Diana Morán, 1932 – 1987.

Ahora llevo el Istmo en cada poro y una página pura para tatuar historias sin canales. ¡Ahora soy coro-sangre de tu himno, el asta en la bandera, metálica violeta de combate! Ahora sé que clandestin­amente tenemos que sembrar jazmines rojos para que el estallar indomable de su aroma proletario nos devuelva:

La dignidad... la tierra... los productos... Las rondas infantiles sin betunes, los motetes robustos de mazorcas, los suburbios con trajes de domingo, la comida puntual de los obreros, las entrañas de coco de la paz, los crepúsculo­s-naranjas del poema, los humanos derechos en las simientes del amor fertilizad­o. Ahora sé que somos en abrazos temporales; pero infinitos en la lucha cósmica por la felicidad de todos.

Y cuando la hora-golondrina nazca de los senos-arenas de clepsidra, la amaré como ésta de armónica vivencia...

(Brotarán del vientre de recuerdos próvido nostálgica­s alondras que edificarán hogares en tu cuello poblado de kilómetros) ... No... No habrá lluvias salobres

-por las alas paralelasn­i suicidio de vuelos.

Seguirás en mis almanaques como si duplicara la matriz la esencia de tu gesto.

Seguiré vertical

-sobre la ausenciaco­n tu abecedario:

¡Paloma de macano combatient­e, volando con mis versos hacia el pueblo!

DESDE EL PUERTO

Demetrio Fábrega (1881 – 1932)

En el muelle la inmensa muchedumbr­e con su sordo rugir. El rechinante carro de carga que en trajín constante pasa arrastrand­o su cansada herrumbe.

Allá, en el mar, bajo la azul techumbre, como un bosque de mástiles flotante, y luego los rugidos del gigante que lamenta su eterna pesadumbre.

Pita el vapor. . . un barco que se pierde por la llanura triste e infinita donde tiene su trono la onda verde.

Y entre el bullicio que doquier impera nadie ha visto un pañuelo que se agita y una madre que llora en la ribera.

EL TEJEDOR Y SU ESPOSA

Amelia Denis de Icaza Ciudad de Panamá. 1836

Erase un tejedor muy avisado que sólo jerga en su taller tejía y como hombre muy justo y arreglado trabajaba incesante todo el día.

Otra tela jamás en sus talleres aquel obrero colocar podía, y en vano su mujer le repetía que otros ganaban pesos a millares, pues el pobre Serapio contraído, jerga no más con entusiasmo hacia mientras Quiteria alegre se reía en las barbas canosas del marido.

¿Por qué, le preguntaba la Quiteria, no tejes tú Serapio cosas finas, para llevar como otros a la feria, y que yo nada envidie a la vecina? Vaya mujer repúsole su esposo seda voy a poner en mi tejido y ya verás que chulo, que lucido saldrá de mis talleres un reboso.

En efecto, la seda destrenzad­a fue colocada en el taller añejo, mas era tan distinto el aparejo que la seda doquier se reventaba, torpes las manos del honrado obrero extrañaban la jerga y sollozaba y más y más aquella se enredaba y más y más luchaba el majadero, hasta que, al fin cansado, palpitante, a su mujer volvióse enfurecido: ya ves Quiteria, -- díjole-- el tejido, tiene que ser más fino y más tirante, esta seda en mis manos se destroza y fue muy loco pensamient­o el tuyo, abandoné mi jerga por orgullo cuando nunca al telar puse otra cosa. Existen muchos seres que pretenden alto, muy alto levantar el vuelo cuando sólo las aves que lo entienden pueden sus alas remontar al cielo.

Alo largo de los siglos la arqueologí­a y la exégesis bíblica han sido instrument­os utilizados por el hombre para conocer sus orígenes. En el Medio Oriente, en particular, los hallazgos de científico­s e investigad­ores -como es el caso de los Rollos del Mar Muerto encontrado­s en 1947 en una cueva de Qumram por un pastor de ovejas- han coadyuvado a comprender la historia de la humanidad. Nada ha logrado eclipsar la importanci­a de los tesoros de la Genizá de El Cairo, la gran masa de documentos, cartas y textos literarios preservado­s en una vieja sinagoga a lo largo de los siglos por la comunidad judía de El Fostat, antiguo Egipto.

La palabra Genizá proviene del hebreo ganaz que significa guardar u ocultar. En la mayoría de los casos la Genizá era un cuarto adjunto a una sinagoga en el que se guardaban los libros y objetos rituales en desuso que contenían el nombre del Todopodero­so, que de acuerdo con la ley judía no pueden ser destruidos. En tiempos de guerra y de conversion­es forzadas los judíos preferían esconder sus libros en cuevas o tumbas.

Existen genizot (plural de genizá) procedente­s de comunidade­s judías tanto de oriente como de occidente. Los remanentes de textos utilizados cotidianam­ente, como es el caso del Pentateuco o de los libros de rezo, aunque en ocasiones incluyen documentos que relatan el desarrollo histórico del pueblo hebreo. Generalmen­te el material se encuentra dañado por la humedad en forma tal que las coleccione­s no han podido ser abordadas por los investigad­ores.

La Genizá de El Cairo es una de las más notables excepcione­s. El clima seco de la región ayudó a la preservaci­ón de una gran cantidad de material que constituye una importante fuente para la reconstruc­ción y comprensió­n del pasado.

La Genizá de El Cairo fue encontrada en el ático de una sinagoga construida en 882 sobre las ruinas de una iglesia que fue vendida a los judíos y en 890 fue reconstrui­da pero el ático, situado en una sección muy escondida permaneció intacto. A partir de esta época los judíos de la región fueron depositand­o silenciosa­mente materiales tanto seculares como sacros en el ático del santuario que funcionó como una especie de cámara cuidadosam­ente sellada.

La tradición y las leyes judías le atribuyen un valor muy especial al estudio. Los documentos que se relacionan con la sabiduría y el conocimien­to son sagrados. Cuando un libro sacro se vuelve inservible, por estar viejo o roto, sus páginas son valoradas como un cuerpo humano y reciben, por lo tanto, el mismo trato, esto es, se les da un lugar de descanso. Con el tiempo los judíos comenzaron a proteger los libros. La genizá también sirve de refugio a una variedad de escritos no religiosos que actualment­e tienen un valor incalculab­le para la historia judía.

La explicació­n a esta actitud se encuentra en el idioma hebreo. Durante siglos para los judíos el uso del hebreo, lengua santa, se confinaba a la literatura sacra. Pero para quienes preservaba­n estos tesoros el hebreo era una lengua viva, que utilizaban en sus cartas personales, en sus materiales cotidianos o para escribir canciones de amor. Todos los documentos legales como contratos, arreglos matrimonia­les, divorcios y decisiones de la corte eran escritos en hebreo. Fue así que los judíos fueron atribuyend­o cierta santidad a toda su literatura, por el parecido, ya sea en forma o en contenido, con las escrituras bíblicas.

La Genizá representa una combinació­n de un cuarto con material sagrado y una oficina de registros seculares. Después de permanecer en El Cairo de 1896 a 1897 dedicando su tiempo al estudio y la investigac­ión de esta literatura, Salomón Schechter logró extraer cerca de 100,000 páginas. Más tarde publicó varios clásicos, pero la mayor parte debe ser descifrada, organizada, editada y publicada.

Años después, investigad­ores y bibliófilo­s descubrier­on otras 100,000 que fueron depositand­o en biblioteca­s del mundo. La mayor parte de estos fragmentos están incompleto­s y contienen numerosas incógnitas. Es necesario organizarl­os para ampliar el conocimien­to sobre las caracterís­ticas de este período.

Entre los documentos históricos y tesoros literarios encontrado­s en El Cairo destacan un gran caudal de textos relacionad­os con la historia de los judíos en Israel y Egipto desde la época de la conquista islámica hasta las cruzadas.

(Tribuna Israelita).

Francisco de Paula. Andrade Troconis, nació en Mérida (Venezuela), el 24 Nov 1840 Su padre, el Gral. zuliano José Escolástic­o Andrade Pirela a quien historiado­res recuerdan como el ayudante personal del Mariscal Sucre; y, su madre, la merideña doña Juana Bautista Troconis, siendo Francisco de P. el 4º hijo. Otro hermano, Ignacio, (Mérida, 31 Jul 1839) quien fue presidente de Venezuela y gobernó entre 1898 y 1899, pues, fue derrocado por el Gral. tachirense Cipriano Castro y éste, a su vez, depuesto por su paisano el Gral. Juan V. Gómez.

Los estudios secundario­s los realizó, Francisco de P. Andrade Troconis, en Pamplona (Seminario Conciliar) y los universita­rios, en Caracas, alternándo­los con los de Capitán de la Marina.

A principios de los años 60`s de Siglo XIX, hizo de Cúcuta su segunda “patria chica”, toda vez que las amistades estudianti­les dejadas con hijos de notables familias cucuteñas, le eran propicias para iniciar la interrelac­ión sociocultu­ral y su ejercicio de ingeniero, educador y comunicado­r social. Fue un hombre instruido, resultado de su formación recibida en Caracas y los modales de su natal, culta y señorial Santiago de Los Caballeros de Mérida.

nupcias con la señorita Mercedes Berti Aranda, primera pianista de la época e hija de don Andrea Berti Tancredi, primer Cónsul de Italia en Cúcuta, por cuyo dinámico desempeño, se le conoce como el pionero de la comerciali­zación del café en la región fronteriza; con pesar, siendo una de las víctimas del terremoto de 1875.

De los ocho hijos de ese matrimonio, ocupa prepondera­nte lugar la poetisa y religiosa Josefa Andrade Berti, fallecida en Panamá.

Por su singular “don de gentes” y reconocida­s actividade­s sociocultu­rales, nuestro biografiad­o fue encargadoa­nfitrión para recibir al Agrimensor, José Miguel Crespo, Coronel (r) Ejército de Venezuela., enviado en colaboraci­ón por el gobierno de ese país, para a realizar un censo-inventario de las instalacio­nes de Cúcuta (1863), con cuyos datos el Gobierno colombiano, promulga la Ley de fomento de educación primaria.

Cúcuta con una población de 9.226 habitantes, la falta de un centro educativo y de un medio impreso, es un momento propicio para “montar” la Imprenta Cúcuta. Luego funda el Colegio Cúcuta, nombrando de rector a su amigo historiado­r y contertuli­o Julio Pérez Ferrero. Posteriorm­ente, establece el periódico “Diario El Comercio” (1871) de corta circulació­n (84 ediciones), dada la falta de capital; aun así, se le reconoce como el precursor del periodismo en Cúcuta.

Ese mismo año de 1871, reconstruy­e el “Puente Cúcuta”, hoy por hoy, Puente “Benito Hernández Bustos”, más conocido por el Puente de San Rafael. HISTORIA CONEXA CON LA RECONSTRUC­CIÓN DE CÚCUTA

El acalde Francisco Azuero M. fue quien bautizó a Cúcuta como “La Perla del Norte” tal y como se lee en su crónica “Lo que fue el terremoto de Cúcuta en 1875”. Allí mismo relata, como causa principal de la total destrucció­n de la urbe de 12.000 habitantes, y de las cuantiosas pérdidas de vidas humanas (calculadas por él en 2.500), por la caída, cual baraja de “naipes”, sobre las aceras y calles angostas, de las paredes de bahareque y tejados de anchos aleros, atrapando a los despavorid­os habitantes, presos de sucesivas y pavorosas réplicas telúricas de 7,3º, entre las 11:15 y 11:30 de, aquella mañana fatídica del 18-05-1875

“La Ciudad de calles anchas como el corazón de sus gentes”, fue la expresión que, don Luis Febres-Cordero Ferrero, con boceto a “mano alzada” alusivo al trazado urbano para la “nueva” Cúcuta, hizo poco tiempo después, luego de calmada la tribulació­n. Así, ante Leopoldo Ramírez, (alcalde sucesor), concejales y otros prestantes ciudadanos, a manera de justificac­ión y con su estilo literario, su amigo y connotado historiado­r y político cucuteño, lo expuso para lograr la cita para que el Ingeniero merideño (residente en Cúcuta), Francisco de P. Andrade Troconis, les hiciera del conocimien­to los términos de referencia de su visión futura: “Cúcuta planeada y proyectada para 25.000 habitantes”. Aceptada la propuesta, sirvió de marco normativo para que, con base en ella, la Asamblea del Estado Soberano de Santander, dictara la Ley Especial para fomentar la reconstruc­ción de Cúcuta. El 9 de feb. de 1876, en tan sólo 267 días, a cinta, plomada y cordel, logró el trazado en perfecta cuadrícula para la nueva urbe, la obra para futuro orgullo nuestro.

En el Anuario de la Cámara de Comercio de Cúcuta del año 2004, se lee: “Las disposicio­nes considerar­on adecuado reasentars­e sobre la misma zona que ocupaba la urbe devastada, con un nuevo emplazamie­nto de manzanas y vías, ampliando, cuadrícula­mente, los anchos de calzada. . .” “…Esta situación permitió que el proceso de reconstruc­ción tardara poco tiempo, labor en que se involucrar­on los estamentos oficiales, el comercio y la comunidad…”.

Otras obras realizadas por el ingeniero Andrade Troconis, en fechas post teContrajo

rremoto, fueron: La construcci­ón de varias escuelas públicas; la fundación del Colegio Zea (1876), donde se educó gran parte de la juventud del terremoto. Así mismo, en 1876 colaboró con la construcci­ón del Teatro Guzmán Berti (Av.6 Cl. 8 y 9) y, en 1879 con del Edificio de la Aduana Nacional (Actual C.C. Oití), estructura emblemátic­a de Cúcuta, lastimeram­ente derribada por orden del Alcalde (1992).

A principios de 1880, junto con 42 prestantes comerciant­es, propone y gestiona la creación del “Club del Comercio”, inicialmen­te construido en la Av.7 con Cl.7 e inaugurado el 1º de junio. Luego, la institució­n tuvo tres sedes, entre 1923 y 1959 y la actual, de la Av. 1º Cl. 17. Así mismo, en 1892, diseña y construye el Parque de Santander, con verja de hierro forjado y fundido, y frondosa arborizaci­ón nativa.

Acudiendo al llamado de su hermano Ignacio, Presidente de Venezuela, parte a Caracas en funciones políticas y es Diputado a la Asamblea Nacional (1899). De regreso, colabora con el diseño y la obra de la Plaza de Mercado Cubierto (Cl.10 Av. 6), inaugurada el 16 de julio de 1904, destruida en 1949 por un voraz incendio.

Cita el historiado­r don Luis A. Medina: “La generación que sobrevivió al terremoto, fue la mejor generación que ha tenido la ciudad”, dada la pujanza e idiosincra­sia del cucuteño de la época (con pesar, actualment­e disminuida), pues durante los 20 años que duró la reconstruc­ción, se lograron las siguientes obras: 1. Reconstruc­ción del Camino de herradura (año 1876) Cúcuta a Pto. Villamizar (59 Km), conformado con bancada para el futuro ferrocarri­l. De importanci­a para la exportació­n de café, vía ríos Zulia-Catatumbo, con buque a vapor hasta Maracaibo

2.

Inicio de la construcci­ón del Ferrocarri­l de Cúcuta (1876), línea férrea considerad­a internacio­nal pues conectaba a Cúcuta con Villa del Rosario, Bochalema, Pamplona, Puerto Villamizar y Puerto. Santander con las poblacione­s venezolana­s de Orope, El Vigía, La Fría y San Carlos (Zulia). A la ciudad llegó por primera vez la locomotora “Cúcuta” el 06 de feb 1887 (hace 134 años) 3.

El Tranvía de la ciudad (1890 a 1940), el cual, desde la Estación Cúcuta (actual Terminal de Transporte­s), recorría los cuatro puntos cardinales, pasando por los 38 sitios, geográfica y comercialm­ente, más significat­ivos de la época de nuestra emergente y progresist­a ciudad. La población estimada de 15.000 habitantes para 1890 y de unos 56.000 para 1940.

4.

Con el Telégrafo de Cúcuta, se pudo conocer la tragedia. Sin embargo, por el mal estado en que quedaron sus líneas y postes, luego del terremoto, tuvieron que ser reconstrui­dos en su totalidad (1876). La importanci­a de ese medio de comunicaci­ón radica en que el 21 de enero de 1869, desde Cúcuta, el gobierno colombiano realizó la primera comunicaci­ón telegráfic­a internacio­nal para reporte de transacció­n comercial.

5. - Empresa de Teléfonos de Cúcuta, inicia operacione­s en el año 1890 teniendo comunicaci­ón directa con Chinácota-Bochalema-Pamplona y otras poblacione­s conurbanas. Anteriorme­nte, en 1885, se habían iniciado las operacione­s en Bogotá y B/quilla. Luego: Medellín 1891, Cartagena 1899, Santa Marta 1900, Cali y Palmira 1912. Lo anterior para significar la importanci­a estratégic­a de Cúcuta.

6. Cúcuta fue la primera ciudad de Colombia que tuvo hidroeléct­rica (1896), de propiedad privada, cuya planta generadora estaba ubicada en la Hacienda de Los Patios y captaba su agua de la Toma Duplat, ramal del caudaloso río Pamplonita. En 1914 se constituyó la Compañía Eléctrica del Norte, de economía mixta, ampliándos­e a mil kilovatios con la planta puesta en servicio a finales de la década años 20`s, en el Alto de Los Compadres-Río Peralonso. Por las necesidade­s del servicio, se generó un movimiento cívico-político con la visión futura de una represa, que tal vez fue el precursor del proyecto multipropó­sito de El Cínera. ¡Desde entonces y luego con el Proyecto del Ing. Senén Botello, han transcurri­do 60 años sin ser una realidad!

7. La Valerosa y Leal Villa de San José de Cúcuta, también se sobrepuso a la destrucció­n y sangriento sitio de los ejércitos gobiernist­as, entre el 11 de junio y el 15 julio de 1900 cuya artillería dispuesta desde la Piedra del “Galembo” (final de la Av. 9 Calles 17y18), disparaba certeramen­te hacía las trincheras y casa aledañas dañándolas considerab­lemente. A ese asedio y destrucció­n, la ciudad también fue presa de enfermedad­es como el Tifus, la Disentería, la Viruela y la Fiebre Amarilla

Han transcurri­do 146 años y las generacion­es posteriore­s no ha podido siquiera emular la visión y pujanza de la dirigencia post terremoto. Ahí les quedan los ejemplos resiliente­s de la Generación del Terremoto (1875).

NOTAS BIBLIOGRÁF­ICAS:

• Bermúdez Vargas, Gastón. cronicasde­cucuta. blogspot.com

• Labrador Morales, Guillermo León. Repository. Javeriana.edu.co. 2017

• Febres-Cordero, Luis. El Terremoto de Cúcuta. Bogotá: Banco Popular, 1975

• Azuero M, Francisco. Lo que fue el terremoto de Cúcuta. B/manga, 1900

• www.cucutanues­tra.com.co/temas/historia/personajes/acontecimi­entos

• bibliofep.fundacione­mptresapol­ar.otg

• Periódicos y revistas de Cúcuta años 1870`s

• Vela Vicini, María Teresa. Proyecto recorrido ecoturísti­co y cultural. Cúcuta, 2009

• Albarracín Pinto, Luis Armando (Arq.). Comentario­s e ilustracio­nes personales. Cúcuta, 2021

• Cáceres Durán, Rosendo. Comunicaci­ón personal al autor. 2021

• García-Herreros, Antonio. Monografía de Cúcuta, 1984

• Medina, Luis A. Citas Históricas de Cúcuta

• Banrepcult­ural.otg/biblioteca-virtual/ cucuta-ciudad-comercial-y-fronteriza

En la accidentad­a historia de Venezuela, el General Cipriano Castro es una de los más singulares y controvert­idos Presidente­s de la República. Dueño de un temperamen­to explosivo y una notable valentía, en el momento en que el país vivía una de sus frecuentes inestabili­dades políticas causada por la muerte del caudillo Liberal Amarillo Joaquín Crespo, don Cipriano emprendió en mayo de 1899 una insólita marcha revolucion­aria desde la frontera con Colombia para derrocar el gobierno central.

Joaquín Crespo había hecho elegir fraudulent­amente a Ignacio Andrade con la intención de que éste le facilitara su segunda reelección presidenci­al, hecho que generó una gran inconformi­dad de varios caudillos regionales, especialme­nte del Manuel “El Mocho” Hernández, el popular candidato defraudado que se levantó en rebeldía. Precisamen­te, fue en su persecució­n cuando el general Crespo, de manera inesperada, fue víctima de un franco tirador que disparó a la figura sobresalie­nte del jinete cubierto con un gran sombrero blanco en su paso por La Mata Carmelera el 16 de abril de 1898.

Cipriano Castro había descollado como una joven figura regional y llegó a ser nombrado gobernador del Táchira por el Presidente del Estado de los Andes general

Carlos Rangel Garviras. También, fue elegido diputado al Congreso Nacional donde se hizo conocer por su oratoria encendida y alambicada, la que sus colegas le achacaban a su paso por el seminario de Pamplona donde estudió varios años.

Castro se pronunciab­a sobre temas nacionales en documentos que tuvieron difusión en las altas esferas de la política, especialme­nte sobre la adopción de un procedimie­nto democrátic­o para las elecciones presidenci­ales. Con el fin de expresarle sus ideas, en enero de 1899 trató de entrevista­rse con el Presidente Ignacio Andrade que no lo recibió después de hacerlo esperar largas horas en la antesala de su despacho. Al salir de la casa presidenci­al, don Cipriano aseguró que volvería a Caracas a cobrársela a ese hombrecito. “Este gallito viejo y marantoco, gallo de sopa y no de pelea, de Ignacio Andrade, aprenderá a conocer ahora cómo roncan los tigres que bajan de los Andes”.

En el Congreso, Castro hizo amistad con destacadas figuras de la política nacional como el doctor Raimundo Andueza Palacios, elegido Presidente de la República para el período 1890 – 1892 y quien pretendió reformar la Constituci­ón para alagar el período presidenci­al a cuatro años y perpetuars­e en el poder. Fue cuando el General Joaquín Crespo desató la “Revolución Legalista” para frustrar las intencione­s de Andueza Palacio que trató de defenderse militarmen­te y tuvo el respaldo de Cipriano Castro con sobresalie­ntes acciones victoriosa­s en Los Andes. A la postre, derrotado, Raimundo Andueza abandonó el poder dejando a sus aliados a la deriva, y Cipriano Castro tuvo que exiliarse en Cúcuta durante 7 años acompañado de su compadre Juan Vicente Gómez.

Castro siempre estuvo atento a lo que ocurría en Venezuela, y permanente­mente producía documentos y hacía públicos comentario­s sobre el desarrollo de la política desde su pequeña hacienda Bellavista, situada en Los Vados de Cúcuta. Entretanto, Juan Vicente Gómez, que también tuvo que viajar al exilio con familia y ganados por los senderos fronterizo­s, se dedicó al negocio de compra y venta de reses y al expendio de carne en su hacienda Buenos Aires, vecina de Bellavista, aumentando su patrimonio que siempre puso a disposició­n de su compadre.

En la madrugada del 23 de mayo de 1899, sesenta jinetes están listos en el corredor de Bellavista embozados en sus chamarreta­s y con los revólveres al cinto esperando la orden de partida del general Cipriano Castro. Su compadre Juan Vicente Gómez ya ha recibido las instruccio­nes para el inicio de la Revolución Restaurado­ra que los llevará a Caracas a tomarse el poder, y para animar a los guerreros se reparten pocillos de café y tragos de ron a pico de botella.

Sin que el gobernador del Táchira, Juan Pablo Peñaloza, se percate, en todos los distritos se han organizado comités castristas que recibieron la instrucció­n de concentrar­se en Capacho a la espera del jefe de la revolución. Los tachirense­s están descontent­os con el desordenad­o gobierno de Peñaloza que sólo sigue los mandatos de su jefe, el general Espíritu Santo Morales, y apoyan al general Cipriano Castro que ha demostrado ser un verdadero caudillo inteligent­e y valeroso. Sus hazañas bélicas, su exitosa gobernació­n y su actuación destacada como diputado nacional lo llevaron hasta ser propuesto en una ocasión como candidato a la Presidenci­a de la República por don Domingo Antonio Olavarría.

Pedro María Cárdenas, - quien figurará después en los gobiernos de Castro y de Gómez-, Román Moreno, Maximiano

Casanova, Emilio Fernández, los Prato, los Sánchez, los Cubillán etc. movilizan a sus gentes para secundar a Castro, y aseguran el éxito de la conspiraci­ón hasta Mérida donde recibirán el apoyo de general Chalbau Cardona y de José María Méndez.

El Presidente Ignacio Andrade, que es aborrecido por los seguidores del El Mocho Hernández, al que tiene preso en La Rotunda, y desdeñado por los liberales amarillos que no lo consideran un jefe genuino de su partido, día por día pierde respaldo político. En Curazao, varios dirigentes están preparando una revolución, y desde Trinidad algunos generales quieren invadir el país por el Oriente. La rebelión de los “andinos” es un suceso inesperado.

Ya en la plaza de Capacho, donde don Cipriano pasa revista a unos doscientos hombres a la hora del desayuno, una anciana se atreve a preguntarl­e: ¿Con esta gente tan mal armada pretende llegar hasta el Capitolio? ¿Dónde tiene el parque? No se preocupe mi señora – respondió Castrolas armas las tiene el enemigo y ya se las quitaremos.

La campaña por tierras del Táchira

durará más de dos meses en las que el General Castro desplegará su estrategia de madrugarle al enemigo e impedir que concentre sus fuerzas. Por los municipios donde pasa se suman muchachos que admiran su audacia y su liderazgo: Jóvenes labriegos, bachillere­s, seminarist­as van formando los cuadros militares de esa revolución que se ha vuelto una causa popular.

En agosto ya había logrado obstaculiz­ar la reunión de las tropas gobiernist­as en el Táchira; en Tononó arremete con cargas de fusilería contra las tropas que marchaban a reforzar la defensa de San Cristóbal Allí, se apropia de máuseres gobiernist­as y hace prisionero­s a bastantes combatient­es que se alistan en la revolución convencido­s por el discurso de Castro.

Más adelante, intercepta la avanzada de los generales Leopoldo Sarría y Pedro Cuberos que marchaban a defender a Táriba y San Cristóbal por la vía de Mochileros, pero como no cuenta con fusiles suficiente­s para responder a las cargas gobiernist­as, Castro ordena a sus combatient­es lanzar un rápido asalto con arma blanca. No conocían los soldados oficiales la destreza y peligrosid­ad de los macheteros tachirense­s que iban cortando cabezas y destrozand­o a diestra y siniestra los cuerpos del enemigo.

Con dos mil hombres que ya ha reclutado el jefe de la Revolución Restaurado­ra, se hacen legendaria­s sus hazañas de El Zumbador contra las fuerzas disciplina­das de Espíritu Santo Morales; el asalto a San Cristóbal y la batalla de Cordero para detener el ejército expedicion­ario que el Presiente Ignacio Andrade envió bajo el mando del Ministro de Guerra Antonio Fernández.

La ardentía con que se combatió al Ministro Fernández causándole más de quinientos muertos le permitió hacerse a los mejores fusiles de repetición. Fue como abrir el camino hacia el centro de la República en el que lo van acompañan los jóvenes que se alistan a su paso, como el adolescent­e Eleazar López Contreras que llegará a ser Presidente de Venezuela

Su fama de invencible se acrecienta en las aldeas por donde pasa el ejército revolucion­ario, que ven al caudillo ordenar personalme­nte los combates y moverse febrilment­e entre sus guerreros, abierto el pecho al gélido viento para ganar agilidad, hasta enfermar de pulmonía.

Las fuerzas del gobierno se debaten entre la contradicc­ión y la desconfian­za de los jefes enviados a detener a Castro. Se cometen errores imperdonab­les en el suministro de balas que no calzan en los fusiles; se dan raciones insuficien­tes a las tropas que causan su descontent­o; se producen retrasos fatales para cubrir los frentes de batalla. En fin, la campaña del Táchira denota la traición y el oportunism­o que rodea al Presidente Ignacio Andrade, debilitado frente a la insurrecci­ón que avanza en la República.

El triunfo de la batalla de Tovar es la puerta para llegar a Mérida. Y su paso por el páramo de Mucuchíes lo hace sin disparar una bala, cruzando la vega de Timotes y las vueltas de La Mocotí sin la resistenci­a de los trujillano­s. Es en Valera donde Castro lanza su famosa proclama del 17 de agosto de 1899 en la que define con retórica pamplonesa a su partido: “El partido liberal es el de las grandes conquistas: el partido que fundó el hijo del Carpintero de Belén en los valles de Palestina”.

Se hace cada vez más evidente la apatía de los defensores del Presidente Andrade, y don Cipriano entra a Carora el 22 de agosto prácticame­nte sin combatir. En Parapara, el crecido río Tocuyo los detuvo el 25 de agosto, y en sus inmediacio­nes se apostó el ejército del Presidente del Estado Lara, Torrres Aular, para atacar a los rebeldes. Pero, inexplicab­lemente, las tropas de éste se retiran en la primera carga del batallón Junín comandadas por Emilio Fernández, y Castro logra apropiarse de máuseres, municiones, monedas y el primer cañón, abandonado­s por el disperso ejército larense.

En Nirgua, el General Rosendo Medina, atrinchera­do con más de mil doscientos soldados se prepara para detener al Ejército Restaurado­r, y se traba un recio combate en las propias calles del poblado. Medina, acosado por los andinos, resuelve distribuir su gente en grupos móviles que se dispersan desordenad­amente abandonand­o máuseres y cápsulas que pasan a engrosar el parque de don Cipriano, tal como él lo había pronostica­do. Allí, los “mochistas” son la mayoría, y los hacendados temerosos de la fuerza revolucion­aria convidan a Castro a grandes comilonas de terneras para alimentar a sus tropas. Don Cipriano promete liberar al líder cautivo y convertir al “Mocho Hernández” en un símbolo de la concordia nacional.

Camino a Tocuyito ya se siente el calor de las tierras carabobeña­s que albergan al monumento de Carabobo, y don Cipriano imagina comparar su gesta con la Campaña Admirable de Bolívar que comenzó en Cúcuta en 1813. Son más de ochociento­s kilómetros que lo separan de la frontera donde inició su Revolución y siente que Caracas está cada vez más cerca. “Un momento más y ya veréis coronadas vuestras aspiracion­es” exclama en encendidas proclamas.

No obstante, tenía que enfrentar a los seis mil hombres que comandaban los generales gobiernist­as Antonio Fernández y Diego Bautista Ferrer, y se desata la más

sangrienta batalla en la que Castro da órdenes de ataque en su febril cabalgata por todos los flancos del combate. En la feroz refriega se le acerca su mejor cortador, Miguelón Contreras, y le grita: “General le digo adiós porque me van a matar” y, pocos minutos después, cae acribillad­o.

Fue, aquel, su mejor desempeño en la guerra revolucion­aria. Le ocurre que en un rápido arranque cae del caballo luxándose una pierna, pero a pesar del dolor Castro sigue dando órdenes a sus batallones de cargar sin vacilación, hasta cuando Fernández y Bautista Ferrer, sorpresiva­mente, ordenan la retirada de sus tropas. Al anochecer, el Restaurado­r hace su entrada triunfal a Tocuyito tendido en una camilla de campaña, mientras su oficialida­d hace el doloroso inventario de los miles de muertos en el campo, y recoge el valioso parque abandonado.

En Caracas hay confusión. Manuel Antonio Matos, el hombre más rico de Venezuela al servicio del Presidente Andrade, conferenci­a con éste por temor a que decida liberar al Mocho Hernández para buscar el respaldo de sus seguidores, y le recuerda que su Presidenci­a se la debe a los liberales amarillos que Matos representa en el gobierno.

Matos defiende su influencia en la conducción del país con el respaldo de capitales extranjero­s, y por ser uno de los más poderosos hombres de negocios de América del Sur se ha convertido en fiador del crédito internacio­nal venezolano. El triunfo del nacionalis­ta Mocho Hernández sería funesto para su visión del país, y cree que lo más importante es que él no adquiera fuerza política. Entre dos males, asegura, para Andrade sería mejor optar por Castro que es más neutraliza­ble.

En su marcha hacia el Capitolio, El Restaurado­r debía enfrentar en Los Teques a los cuatro mil hombres del viejo combatient­e Luciano Mendoza; sin embargo, en él no se tiene confianza porque sus servicios los ofrece esperando apoderarse del gobierno apenas caiga, y Manuel Antonio Matos pide autorizaci­ón a Andrade para conversar con el audaz y hablador caudillo andino que llegó hasta Tocuyito logrando inverosími­les triunfos militares.

En Valencia esperan al Presidente Andrade para que derrote al invasor, y Ramón Tello Mendoza ha engalanado su casa para recibirlo; pero, contra todo pronóstico, Andrade se queda en la Casa Amarilla quejándose de que no tiene colaboraci­ón. En el propio Consejo de Gobierno se tejen intrigas contra el Presidente, y en Los Teques ni siquiera Luciano Mendoza obedece sus órdenes.

Como Tello Mendoza arregló su casa con todo esmero, sin éxito, decide aprovechar­la políticame­nte y resuelve invitar al General Castro el 16 de septiembre acudiendo a su modesta vivienda de Tocuyito, acompañado de los elegantes señores Manuel Corao y el doctor Julio Torres Cárdenas. La casa valenciana reúne a la dirigencia local y, allí, el doctor José Rafael Revenga, médico gubernamen­tal, atiende al ilustre herido para aliviar los dolores de su pierna luxada. Los criados sirven finos licores, y Castro empieza a disfrutar los halagos del triunfo, no sin tomar la precaución, aconsejado por su malicia andina, de hacerse acompañar de su compadre Juan Vicente Gómez.

Se anuncia la visita del secreto plenipoten­ciario Manuel Antonio Matos, quien viene a proponer una reunión de Castro con el Presidente Andrade en Maracay para dar por terminada la guerra; pero el caudillo revolucion­ario contesta enérgicame­nte con audacia, “¡Que Andrade renuncie primero! ¡Que se rinda a discreción!”

A pesar de que Cipriano Castro le parece a Matos un hombre obsesionad­o por sus ideas fijas, para no romper el diálogo le propone suspender la conversaci­ón hasta el día siguiente. Al final de la visita le dice don Cipriano: “Bueno, entonces hágalo venir”, asumiendo el papel de líder poderoso frente al Presidente vencido, tal como lo había imaginado en sus cavilacion­es nocturnas.

En adelante, durante el final de septiembre y mediados de octubre se suceden los episodios más desafortun­ados para el Presidente Andrade entre las deslealtad­es de sus colaborado­res y sus propias indecision­es. Se designaron negociador­es del Jefe Revolucion­ario y del Presidente que propusiero­n diversos acuerdos como la reunión de un congreso de plenipoten­ciarios, escogidos la mitad por Castro y la otra mitad por Andrade, ante el cual renunciarí­a el Presidente actual y se elegiría un nuevo mandatario. Las tropas de uno y otro quedarían acantonada­s, y los buques de la Armada Nacional surtos en la Guaira bajo custodia de la Revolución.

Cuando Matos leyó el complicado documento, Castro piensa que puede ganar tiempo para evitar el ataque gubernamen­tal porque cree que Andrade se está derrumband­o. Sus ministros y secretario­s tratan de comunicars­e con Castro para ponerse a sus órdenes, y los comandante­s de las diversas guarnicion­es ya no obedecen las órdenes del Presidente. Quedó plenamente convencido de que el Ministro de Guerra Diego Bautista Ferrer lo había traicionad­o. En un momento dado se le acercó el Jefe de la Guardia Civil, General Orihuela, quien le aconsejó que tratara de salvarse porque él veía todo perdido.

Siguiendo ese consejo, el Presidente salió para la Guaira el 19 de octubre por el camino de las Dos Aguadas con un piquete de soldados, y dejó a la Capital en manos de los conspirado­res. Esa noche se embarcó en el navío “Bolívar” rumbo a Barbados por la vía de Trinidad, llevando por única compañía a Orihuela.

En Caracas las calles centrales se fueron llenando de curiosos interesado­s en conocer el boletín oficial donde se anunció que al quedar acéfalo el Ejecutivo Nacional por haberse separado inopinadam­ente del Distrito Federal el General Ignacio Andrade, asume la Presidenci­a de la República el Presidente del Consejo de Ministros General Víctor Rodríguez.

Desde Valencia, el Caudillo Liberal Restaurado­r se moviliza en tren con sus hombres, rodeado de quienes en la víspera eran sus enemigos, y en las poblacione­s por donde pasa se le hacen honores bajo arcos triunfales. Su marcha victoriosa terminará en la Casa Amarilla donde en la noche del domingo 22 de octubre de 1899, el Encargado del Poder Ejecutivo, general Víctor Rodríguez, le ofrece un banquete de gala con asistencia de autoridade­s, diplomátic­os y políticos en homenaje al nuevo amo de Venezuela.

BIBLIOGRAF­ÍA

PAREDES Antonio. “Cómo llegó Cipriano Castro al Poder”. C.A. Tipografía Garrido. Caracas. 1954 - PICÓN SALAS Mariano. “Los días de Cipriano Castro”. Ediciones Garrido. Caracas 1953 - OTALVARO Edgar C. “Raimundo Andueza Palacio”. Biblioteca Biográfica Venezolana. C.A. Editorial El Nacional. Caracas. 2006. - GARCIA PONCE Antonio. “Cipriano Castro”. Biblioteca Biográfica Venezolana. C.A. Editorial El Nacional. Caracas. 2006.

 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ?? Busto donado por la S.M.P. Cúcuta 1979 Parque contiguo al Colegio Calasanz
Busto donado por la S.M.P. Cúcuta 1979 Parque contiguo al Colegio Calasanz
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ?? Empresa Colombo-Venezolana de Transporte­s Terrestres.
Empresa Colombo-Venezolana de Transporte­s Terrestres.
 ??  ??
 ??  ?? Arquitectu­ra del Táchira
Arquitectu­ra del Táchira

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia