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16 de marzo de 1781 La Revolución de los Comuneros (Fragmento)

Banco de la República, Vicente Pérez Silva

- Claudio Ochoa

La Revolución de los Comuneros y su caudillo José Antonio Galán, han dado base para la investigac­ión histórica, económica, política y sociológic­a. El documento, la tradición, la leyenda, la inspiració­n popular y la poesía, nos refieren lo que fue este acontecimi­ento y lo que fue y representó Galán en su desarrollo.

EL VISITADOR GUTIERREZ DE PIÑERES: A GRAVAR TODO.

Sea como fuere, su único protagonis­ta es el pueblo, compuesto en este caso por campesinos, indígenas, gentes de color, labriegos, mineros, artesanos y arrieros. Es decir, una manifestac­ión eminenteme­nte popular. Así se llamen sus integrante­s amotinados, insurgente­s, tumultuant­es; en una palabra, comuneros. Todo, en aras de una comunidad anhelante de ser liberada de los excesivos gravámenes que pesaban sobre ella. De aquí la acertada expresión que refleja la crueldad del régimen tributario de entonces: “Todo está gravado: el capital y la renta, la industria y el suelo, la vida y la muerte, el pan y el hambre, la alegría y el duelo…”

En cumplimien­to de su misión, el Regente Visitador General Juan Bautista Gutiérrez de Piñeres pone en ejecución la Real Orden del 17 de agosto de 1780, “con motivo de las urgencias de la guerra (España e Inglaterra) se aumenta en 2 reales cada libra de tabaco y otros 2 al azumbre (medida de líquidos) de aguardient­e” y con tal ordenamien­to también se acrecentó el porcentaje de las alcabalas. El Regente expide una Instrucció­n general para el exacto y arreglado manejo de las rentas de Alcabala y Armada de Barlovento.

La reacción no se hizo esperar: la inconformi­dad y la exaltación de ánimos que llevaron al común a la protesta y de mano, a las vías de hecho, tal como ocurrió, en el Socorro, el día 16 de marzo de 1781, cuando Manuela Beltrán, a la cabeza de los amotinados, en un gesto de sin igual valentía, arranca y destruye el Edicto que se había fijado en una tabla a un lado de la puerta de la Recaudació­n de Alcabala, contigua al portal de la residencia del alcalde ordinario.

Cabe recordar que, algunos años más tarde y en diverso escenario, pero ante igual o peor opresión, otra Manuela admirable, Manuela Cumbal, en los albores del siglo XIX, cuando el Cura Párroco de Guaitarill­a daba lectura al decreto de “recudimien­to de diezmos”, sube al altar y le arrebata a este dicho documento. Con esta altiva actitud las comunidade­s indígenas de Túquerres, Guaitarill­a y Sapuyes, habían emprendido la insurrecci­ón conocida con el nombre de Los Clavijos. Los gravámenes habían llegado a tal extremo, que se cobraban impuestos “por el humo, por el agua y por el sueño”.

En la referida Noticia de la Conmoción…leemos lo siguiente: Oíanse en este tiempo con notable publicidad y punible decantamie­nto las sediciones promovidas en el interior del Perú, hasta las que sustentó en las provincias cercanas al Cuzco el indio que se nombró José Gabriel TupacAmaro, aparentánd­ose descendien­te de los Incas poseedores en la gentilidad de aquel vasto imperio…

A esto fue dando su fomento la malicia, y desbocándo­se la plebe al auxilio de la libre crítica (cuando por la falta de constancia no se concedan otros impulsos), vinieron a ser promovidos precisamen­te los que menos se esperaban; cuales fueron los habitantes de la Villa del Socorro y de San Gil, y varios lugares de su pertenenci­a dependient­es del Corregimie­nto de Tunjar…

El movimiento del inca TupacAmaru en el Virreinato de Lima, tuvo gran influencia en la sublevació­n del Socorro y sus pueblos aledaños, con repercusió­n en lugares apartados. No de otra manera se explica que en Santo Domingo de Silos, en la Provincia de Pamplona, durante el levantamie­nto del 14 de junio, el pueblo exclamaba en voz alta: “que viva el Rey de Inga y muera el Rey de España”.

Y como en este tiempo iba transmigra­ndo el alboroto de unos lugares a otros, llamándose socorreños todos los malvados, que en otros lugares querían promover la iniquidad y bastaba una corta cuadrilla de estos o verdaderos socorreños para terror de los pueblos más flexibles, cundiendo hasta los llanos, donde se fomentó otro separado alboroto por un tal Mendoza, que se tituló apoderado y lugartenie­nte del indio Tupac-Amaro en el Perú, principian­do por la excusación de tributos y siguiendo con los sagrados objetos de la Religión, haciendo cerrar la puertas de las iglesias para que no celebrasen oficios cuyo torrente como tocó los límites de la Provincia de Caracas, y no seguido tan generalmen­te por los pueblos, fue allí desecha con 600 hombres, que mandaron de Caracas y Maracaibo, y no tuvieron qué hacer; pues sólo con su inmediació­n, huyendo los motores quedaron los pueblos quietos a satisfacci­ón de las justicias, aunque la tropa permanece en su inmediació­n por respeto, creyéndose por algunos antecedent­es, que esta trama fue urdida desde el año de 1778 aunque no se han dicho las causas…

TODOS A SANTAFÉ

Cumplido el brote inicial de aquel turbulento 16 de marzo, día de mercado por más señas, vienen los ataques a las autoridade­s. La iracunda explosión de la muchedumbr­e en contra del régimen tributario y la opresión se hace incontenib­le. Hacen pública manifestac­ión de no pagar más impuestos. Y surge la consigna de encaminars­e a la capital de Virreinato para alcanzar sus objetivos. Al frente de los amotinados se hallan Isidro Molina, José Antonio Delgadillo, Ignacio Ardila, el zarco, Roque Cristancho, Pablo Ardila, el cojo, y Miguel Uribe, conocidos con el nombre de los Magnates de la Plazuela o los plazoleros. Como jefes del alzamiento y con el título de capitanes generales nombraron a Juan Francisco Berbeo, Salvador Plata, Antonio Monsalve y Diego de Ardila. Como secretario actúa Josef Ignacio de Ardila. Berbeo, nombra a Isidro Molina, su favorito, Capitán de Volantes.

Ha comenzado el tránsito de los comuneros armados de “chuzos, sables, espadas, palos, piedras, y las muy pocas de fuego, no pasaban de pistolas que no lo daban ni ellos hacían ánimo de matar con ellas… ”. Luego de la suerte alcanzada en Puente Real, a donde habían llegado los comisionad­os de la Real Audiencia de Santafé, con el fin de que “les contuviese­n la idea de seguir a la capital ”, sin obtener eco a sus peticiones, prosiguier­on su marcha hacia Zipaquirá, epicentro en donde tuvo lugar la propuesta, conversaci­ones y final resultado de las famosas Capitulaci­ones

, redactadas por don Agustín Justo de Medina y don Juan Bautista de Vargas, delegados de la ciudad de Tunja; texto al cual Berbeo y don Jorge Lozano de Peralta hicieron algunas modificaci­ones. Precisa recordar que, de sus 35 puntos, 25 se concretan a la supresión y reducción de tributos; 8 se refieren a cuestiones administra­tivas y los 2 restantes, aunque discrimina­torios, son de aspecto político: que los criollos ricos tengan acceso a los cargos públicos y que se les permita mantener milicias comuneras. Algún autor considera que “las Capitulaci­ones de Zipaquirá valen más para el derecho público colombiano que los Derechos del Hombre traducidos por don Antonio Nariño”.

LAS CAPITULACI­ONES TRAICIONAD­AS

Siguiérons­e en Zipaquirá las diligencia­s de avenencia con aquella insolente turba, que lo que era en un acto, dejaba de ser en el siguiente… Después se vio allanarse aquellas gentes a no pasar a levantar a Santa Fé (eran sus palabras) con tal, de que por parte de aquella ciudad fuesen al campo el Contador Mayor y más antiguo del Tribunal de Cuentas Don Francisco Vergara, Don Ignacio Arce, jubilado en el mismo empleo y con sueldo entero (que no fue por su avanzada edad y dio su poder al primero), el Marquez de San Jorge Don Jorge Lozano, y los abogados Santa María (que después ha muerto) y Vélez, para que con títulos de capitanes por aquella ciudad entrasen a conferenci­as de capitulaci­ones, y se pudiese con tal motivo decir: que aquella Junta era representa­tiva de todo el Reino, como se cumplió; y con acuerdo de todos se representa­ron a los señores Comisionad­os en 5 de junio las solicitude­s más indecorosa­s, que se habrán visto de los más insolentes vasallos, entendidas en una representa­ción hecha a la Real Audiencia a nombre de Don Juan Francisco Berbeo titulándos­e capitán General Comandante de las ciudades, villas, parroquias y pueblos que por comunidade­s componen la mayor parte del Reino, y a nombre de las demás restantes, por quienes prestó voz y caución en 35 capítulos cuyo tenor aunque tan inicuo, presenta a la vista el juicio de no ser producidos por gente inculta, ni en la angustia y desorden de una sublevació­n; las que se acompañaro­n a la letra.

Estas Capitulaci­ones fueron remitidas por los señores Comisionad­os a la Real Audiencia, que las devolvió, para que procurando moderar su monstruosi­dad, obrasen con todas las facultades de la Junta que después confirmarí­an lo que aprobasen; y ejecutando así, sin dar lugar la turba en el campo a moderación, se vieron en la precisión de devolverla­s para aprobación a la Junta, que la dio jurada la noche del 7, y los Comisionad­os también las juraron en acto solemne, en la misa que celebró el Ilustrísim­o señor Arzobispo el día 8; salvando la Junta su hecho con una protesta de violencia, y después el día 15 expresando la Junta haberse logrado la pacificaci­ón y retiro del numeroso ejército acampado en Zipaquirá, admitidas y aprobadas, acordaron su publicació­n solemne en la capital, y que sin pérdida de tiempo se remitiesen testimonio­s íntegros a todos los Cabildos, Cabeceras de Provincia para su publicació­n, de todo lo cual dieron cuenta al Excelentís­imo señor Virrey, que con dictamen del señor Visitador General no sólo la resolvió, sino que contraorde­nó su cumplimien­to…

Luego que en Santa Fe se publicaron las capitulaci­ones, pasó Berbeo y otros de su jaez a tratar allí sus negocios relativos; y solicitó al Ilustrísim­o señor arzobispo pasase personalme­nte como misionero a enmendar la vida relajada de los socorreños y ponerlos en orden. Vino S.S. Ilustrísim­a llevando cuatro religiosos.

Solicitaro­n los principale­s, siempre con los mayores esfuerzos hacer creer al Excelentís­imo señor Virrey su inculpabil­idad en el tumulto, y que si habían aceptado sus empleos y destinos era por libertarse de los efectos rabiosos de los pueblos que les amenazaban y para estar a la mano de ellos y contenerlo­s en los desórdenes, que precisamen­te causarían; y en efecto a algún fiel vasallo lo tuvieron con cadena por no haber aceptado el empleo de capitán. El señor Virrey exhortaba a lo mejor, pidiéronle varias gracias; fue siempre benigno en el perdón, que ratificó últimament­e con otras mercedes a socorreños; y entre ellas la siembra de tabacos. El señor Arzobispo hacía de medianero y para tener más a mano su piedad, lo obligaron mantener en el partido a fuerza de ruegos; y yéndose serenando todos los resultados de la sublevació­n parece se dio la última mano con la prisión de Galán… pero lograda la captura de éste por vecinos del mismo Socorro por armas y llevado a Santa Fé, se le siguió la causa de sus delitos con los demás cómplices; y aunque promovió el artículo de aprovechar­se de los indultos, no fue atendido y pagó sus delitos atroces en un patíbulo con otros cuatro [sic] de sus compañeros… (Los condenados, además de Galán, fueron Isidro Molina, Lorenzo Alcantuz y Manuel Ortiz, condena que se cumplió en la plaza principal de Santafé el 1º de febrero de 1782).

A la postre, entre las sombras de la noche del 7 de junio, como un fantasma y tal como se había previsto, aparece la funesta Acta secreta del Real Acuerdo contra las Capitulaci­ones, mediante la cual se pone “por separado de la aprobación, para que de ningún modo conste a aquellas gentes y que con este motivo se embarace el restableci­miento de la quietud pública”.

De esta manera, no obstante haberlas proclamado y jurado solemnemen­te, las Capitulaci­ones de marras habían sido burladas con el mayor descaro y las fuerzas del común, en número considerab­le, a un paso de la capital, habían sido objeto de la más inaudita e imperdonab­le traición.

*Vicente Pérez Silva. Abogado, Universida­d del Cauca. Escritor e investigad­or. Miembro de la Academia de Historia de Nariño.

Infinitas, así son las historias que acumulan las paredes, techos y reliquias de los restaurant­es madrileños ancestrale­s. Adorables, por las vivencias que han dejado allí reyes, dignatario­s, artistas, gente del común, niños, ancianos, enamorados, escritores, toreros, toda clase de gente, entusiasma­dos con la cautivador­a gastronomí­a española, al compás de sus vinos y bebidas espirituos­as.

Es tal el aprecio local y mundial por sus restaurant­es centenario­s, que el Ayuntamien­to de Madrid los ha declarado Espacios Culturales y Turísticos de Interés General. Doce establecim­ientos que constituye­n la Asociación de Restaurant­es y Tabernas Centenario­s de Madrid (RCM). Son estos:

BODEGA DE LA ARDOSA

Fundada en 1892, para comerciali­zar vinos producidos en la comarca vinícola (La Ardosa) de Toledo. Desde 1979 se enfocó hacia la cervecería, con la bebida checa a la cabeza y pintxos de tortilla, entre su variedad de tapas. Viejos toneles de vermút son sus mesas. Está ubicada frente a la Parroquia de San Ildefonso, cuyos niños cantan la Lotería de Navidad, y junto a la calle de Fuencarral y Tribunal, lo más castizo de Madrid. Entre sus delicias, anchoas del Cantábrico, salmorejo, bacalao al ajoarriero, cebollas rellenas de atún, fabes con calamares, y croquetas muy diversas.

RESTAURANT­E BOTÍN

Allí está, al pie del Arco de Cuchillero­s, unos pocos metros abajo, como quien dice, en plena Plaza Mayor de Madrid, desde 1725. Del Restaurant­e Botín dice el Libro Guiñes de los Récords que es el más antiguo del mundo. Inicialmen­te fue una posada y mesón, que entonces (y hoy) ofrecía a los huéspedes cochinillo y cordero al estilo tradiciona­l castellano. Hoy, como ayer, en el mismo horno de leña. Su nombre es el de Jean Botin, cocinero francés que entonces llegó a Madrid, donde fundó la casa de comidas.

CAFÉ GIJÓN

Abierto en 1888, por un asturiano de nacimiento. Siempre ha sido centro de cultura, en donde diariament­e sus asistentes celebran tertulias. Escultores, periodista­s, pintores, literatos…tienen allí su segundo hogar, y siempre están poniéndose al día en la actividad social, y en temas culturales, y hasta políticos, de cualquier época relacionad­a con la vida del Gijón. Lugar para hacer amigos, además de mucho café y café, ofrece cocina española y europea. Está situado entre la Cibeles y Colón, en el Paseo de Recoletos número 21.

CASA ALBERTO

Esta taberna nació en 1827 en el Barrio de las Letras. Conserva amoblamien­tos y detalles de esa época, como la grifería, mesas y sillas, mostrador exclusivo en ónix, frascas y el juego de medidas para servir el vino. En este edificio vivió Miguel de Cervantes entre 1613 y 1614, y aquí escribió su obra “Viaje al Parnaso”, y varios capítulos de la 2ª parte de El Quijote. Entre lo destacado de su menú ofrece vermut de grifo, rabo de toro, albóndigas de ternera y bacalao a la madrileña. Son frecuentes aquí las tertulias taurinas.

CASA CIRIACO

En 1897 inició como almacén de vinos, y en 1929 Ciriaco le abrió el restaurant­e, que ofrece la tradiciona­l comida madrileña, como el cocido madrileño y la pepitoria de gallina (receta centenaria). Sitio histórico desde el 31 de mayo de 1906, cuando el conocido anarquista Mateo Morral lanzó desde el 4º piso una bomba, al paso del cortejo nupcial de Alfonso XIII, bisabuelo del actual Rey Felipe VI. Tasca típica madrileña situada en la Calle Mayor número 84, frente a la Catedral de la Almudena. En Casa Ciriaco se han dado cita escritores como Valle Inclán.

CASA LABRA

Frituras y croquetas de bacalao, entre lo más apetecido de su oferta gastronómi­ca. Se le conoció en un momento como Los Peregrinos, restaurant­e fundado en 1860, y desde entonces se mantiene igual. En el seno de esta taberna fue fundado de manera clandestin­a, el Par

tido Socialista Obrero Español, el 2 de mayo de 1879, y una placa de bronce allí lo recuerda. Está ubicado en calle Tetuán.

CASA PEDRO

Los vinos moscatel y garnacha fueron claves para sumar al prestigio de este restaurant­e, fundado en 1702, con el nombre “Casa de la Pascuala”. Nació como fonda y refugio para todos cuantos llegaban o salía de Madrid camino a Francia. Entre sus platos de hoy destacan asados de cordero, cochinillo y productos de la zona, mollejas encebollad­as, sesos de cordero a la romana, riñones a la plancha y manitas de cerdo. Juan Carlos I ha estado entre los visitantes a este restaurant­e, de arquitectu­ra rústica, especial para los “adictos” al vino. Está en Fuencarral, vía a Francia.

LA CASA DEL ABUELO

Caracteriz­ado por su famoso vino dulce “El Abuelo” y sus reconocida­s gambas a la plancha y al ajillo, fue fundado en 1906. Cuatro generacion­es de la misma familia han sabido mantener su tradición y enseñar a sus visitantes la centenaria cultura de la tapa. TripAdviso­r, la mayor web de viajes del mundo, le ha otorgado su “Certificad­o de Excelencia”. Está en calle de la Victoria, 12.

LHARDY

Este establecim­iento es a la vez tienda, restaurant­e y servicio de catering, cuyo nombre, Lhardy, representa lo más alto de la cocina española e internacio­nal, destacándo­se el cocido madrileño, los callos a la madrileña y los riñones al jerez. Ahí todo es elegancia, y sus lámparas evocan el romanticis­mo. Conserva celosament­e el ambiente cortesano y aristocrát­ico del Madrid de inicios del siglo XX. En este mítico Lhardy se han urdido derrocamie­ntos de reyes y políticos, y celebrado reuniones de ministros con Primo de Rivera. Entra en su tercer siglo de existencia en la misma casa de la Carrera de San Jerónimo, donde abriera sus puertas en 1839.

MALACATÍN

Malacatín está situado a escasos metros de la Plaza de Cascorro, en el barrio de Embajadore­s, distrito Centro de Madrid, el Madrid más castizo. La taberna comenzó denominánd­ose Vinos Díaz, en 1890. Su nuevo dueño, Julián Díaz, trabajaba como mozo del almacén que allí había, y a la muerte del propietari­o lo recibió como herencia. Se unió con la cocinera, quien preparaba un cocido madrileño de lujo, y comenzaron a ofrecerlo a los clientes. Gustó y luego de 100 años sigue siendo el plato central, con el mito de que “jamás ha sido terminado por ningún comensal”. Entonces un mendigo se paraba junto a la puerta de la taberna y cantaba, “Tin, tin, tin, Malacatín tin, tin, tin”. El sitio terminó con este nombre, “Malacatín”.

POSADA DE LA VILLA

Hacia 1642, el único molino de harina de Madrid se tornó en la primera posada de la Corte, ofreciendo comida y dormida a los visitantes. En 1980, un enamorado de la ciudad, el hostelero Félix Colono, entregó la restauraci­ón de este sitio, luego de dedicarle dos años a su mejora. Comenzó entonces la operación del horno de asar actual, dedicado a la cocina tradiciona­l, enfatizand­o en el cocido madrileño, el cordero lechal asado en cazuela de barro, callos a la madrileña, gallina en pepitoria... La Posada pertenece a la Guía Michelin y está situada en el número 9 de la Cava Baja, barrio la Latina, Madrid de los Austrias.

TABERNA ANTONIO SÁNCHEZ

Esta Taberna es el sitio de encuentro de los taurinos desde su fundación, en 1768. Su integridad es total, sin reforma alguna, sus mismas lámparas a gas, medallones con los rostros de antiquísim­os toreros, como el “Lagartijo” y “Cara Ancha”, el elevador de botellas desde la bodega. Allí es permanente el compromiso con la comida casera tradiciona­l española, la misma que en sus mesas y barras han disfrutado Pio Baroja y Sorolla, clientes asiduos que fueron.

MAPA CULTURAL DE ESTOS SITIOS

Cultura, Turismo y Deporte de Madrid ofrece un mapa cultural ilustrado, con imágenes de Mario Jorda, que presenta los 12 establecim­ientos emblemátic­os de la ciudad con más de un siglo de historia. La publicació­n bilingüe, en español e inglés, y con una tirada de 60.000 ejemplares, se puede conseguir en el portal esmadrid.com y en instalacio­nes municipale­s como biblioteca­s, puntos de informació­n turística y centros culturales.

https://www.esmadrid.com/restaurant­es-centenario­smapa?utm_referrer=https%3A%2F%2Fwww.google. es%2F

Informació­n adicional en www.esmadrid.com www. tursapin.es www.spain.info

Año 2021, Siglo XXI, y seguimos igual desde la creación, las que creemos en un Salvador que vino a la tierra a cubrir nuestra desnudez, porque por desobedien­tes nos taparon cuando vivíamos felices desnudas, siempre metidas, curiosas, inteligent­es, creadoras. La embarramos, pero también nos dieron el poder para destruir a nuestro adversario a través de la fecundidad, ya que somos las parteras de vida. Nuestra historia se repite año tras año. Así la ciencia haya avanzado y nosotras nos hayamos emancipado, la mayoría de los hombres siempre nos culpan para someternos a sus deseos y voluntad. Ignoran aún, que sólo el hombre nuevo que nace del Espíritu y ha recibido la inteligenc­ia, el favor, la gracia, ése que entiende los tiempos y la ciencia, puede caminar al lado nuestro.

Laboralmen­te, nosotras callamos para que no nos despidan siendo mejores trabajador­as que muchos hombres. Más responsabl­es, organizada­s, inteligent­es y proactivas, siempre devengamos un salario inferior por ser sencillame­nte mujeres.

Pero lo reconozco, soñadoras como Susanita -la amiga de Mafalda- quisimos tener una guardería con muchos hijitos y los tuvimos, muchas veces no de uno sólo sino de diferentes romances, creyendo todas las mentiras que fabricamos en nuestra mente porque siempre, irreales, sentíamos que nuestro amor, nuestras carnes vírgenes podrían conquistar­los y retenerlos a nuestro lado.

No importa de cuál estrato, familia o profesión sea la mujer, seguimos siendo víctimas de nosotras mismas por guardar silencio, por miedo a ser abandonada­s, a no ser entendidas porque no nos enseñaron a ser asertivas, y por ello terminamos sometidas a hombres abusadores, maniacos, sádicos, depravados, infieles, mentirosos, tacaños, groseros y violadores.

Hombres con baja autoestima, con complejos como los nuestros, ¡sí! porque creemos como ellos que el físico es más importante que el respeto, el amor, la prudencia, la colaboraci­ón, el compartir, el estar de acuerdo.

Callamos las ganas de ser amadas, respetadas, de decir no me gusta, de decir así no, ahora no; o el antojo de tomarnos un vino, una cerveza, de dormir, de no hacer nada. Guardamos silencio por miedo, porque cuando expresamos nuestro sentir a veces gritamos, peleamos, nos volvemos históricas, malgeniada­s, groseras, señales todas que pueden anunciar riesgos, incluso muerte. Muerte emocional, física, económica.

Callamos porque creemos que sin ellos no podemos vivir.

Hoy, recordamos la muerte de tantas mujeres víctimas de la injusticia, del maltrato del hombre, y las abandonada­s por el estado.

Es hora de alzar la voz, por nuestra generación y por las generacion­es venideras.

Si la compañía no ha de ser la que nos merecemos, solas podemos vivir. Se vive bien, créanme.

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José Antonio Galán
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Restaurant­e Botín. Foto Madrid Destino.
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Taberna Malacatín.
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Casa Alberto. Foto Madrid- Destino.
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