La Opinión - Imágenes

Mi experienci­a en la Alcaldía de Cúcuta. 1982

En cuatro libros juiciosame­nte escritos, plenos de reminiscen­cias, el Dr. Álvaro Riascos Fernández de Castro ha reseñado, fervorosam­ente, su ejemplar carrera de dirigente, empresario, hombre de acción y de servicio a la comunidad. Imágenes se complace en

- Álvaro Riascos Fernández

Sin que nunca hubiera hecho parte de la política partidista, un día inesperado de agosto de 1982, recibí una llamada de la Dra. Margarita Silva de Uribe recién nombrada Gobernador­a del Departamen­to por el nuevo Presidente de la República, el Dr. Belisario Betancur. El motivo de la llamada era ofrecerme la Alcaldía de Cúcuta. ¡Mi sorpresa fue enorme!

No había tenido relación de ninguna clase con personajes de la política entre los políticos regionales que me pudiera haber propuesto para tal cargo, conocedor que tales situacione­s se manejan a través de los repretes más conspicuos de los partidos.

¡Consciente­mente me había preocupado de no participar en ninguna actividad que pudiera matricular­me en algún grupo u organizaci­ón, o que representa­ra ¡algún ente político! Allí mismo le manifesté a la Sra. Gobernador­a mi posición, ante lo cual ella me anticipó que había hablado y obtenido la aceptación del Dr. Argelino Durán Quintero, líder del partido Conservado­r en el Departamen­to, quien me daría su respaldo. ¡Qué cosa tan desagradab­le! ¡Pensé!

Evidenteme­nte, poco después el Dr. Durán Quintero, Presidente del directorio del partido Conservado­r en Norte de Santander me visitó en mi residencia para ofrecerme su apoyo. Ya conocedor de mi posición independie­nte me pidió sí, tener en cuenta unos nombres de algunos candidatos que me sugería, para integrar mi equipo. Era claro deducir que, con estos antecedent­es, era muy improbable la duración de mi mandato. ¡Como así fue!

Mi posesión tuvo lugar el día 3 de septiembre de 1982 ante el Concejo Municipal, y aún retumban en mis oídos los aplausos de gentes desconocid­as para mí, quienes quisieron hacerse presentes en el salón del Concejo, supongo, para presenciar el “espectácul­o” que pronostica­ban los medios de difusión, ante la cantidad de comentario­s que se divulgaban en la calle.

Hoy reconozco que mi actuación de ese día, fue un reto directo a la clase política representa­da en el Concejo Municipal, y que de tal actuación surgieron todas las dificultad­es que me hicieron la vida imposible durante los ocho meses que logré sostenerme al frente de ese cargo; tiempo perentorio que los políticos me soportaron, ¡y que yo aguanté!

Se habían filtrado los comentario­s de mi total independen­cia frente a los políticos, principalm­ente ante los integrante­s del Concejo. No sé por qué razón incluí en mis palabras de posesión frases como, “aquí estamos reunidos en esta cueva de Rolando”, reto absoluto a los concejales.

De tal suceso se derivaron muchas contradicc­iones. Algunos se identifica­ron con la claridad que quise dar a mis férreas palabras frente a la corrupción, y a las pésimas costumbres de la clase política. Expresione­s que otros encontraro­n como un trato inadmisibl­e dirigido a los representa­ntes de tal laya de ciudadanos, manifestad­o en forma tan despectiva, con la que los había tratado.

Las cosas empeoraron cuando se leyeron los nombres de la lista de los integranse­ntantes del equipo de mis colaborado­res, donde había selecciona­do a un grupo de destacados profesiona­les y técnicos, quienes integraría­n el conjunto de mis más cercanos colaborado­res. Entre ellos tuve el acierto de selecciona­r jóvenes profesiona­les de gran futuro y gran preparació­n, como lo doctores José Antonio Lizarazo, en la secretaría de Gobierno, Pedro Mora Laguado, en la secretaría de hacienda; Juan Pabón Hernández, en la secretaría privada, en las demás secretaría­s profesiona­les jóvenes igualmente destacados.

No todo fue solo enfrentami­ento con el Concejo. Tengo que reconocer que en general la prensa local a través de todos los medios me respaldó permanente­mente y, además, obtuve el apoyo de un grupo de conspicuos ciudadanos a quienes convoqué

para que me brindaran su colaboraci­ón.

Decisiones como recomponer la Junta Directiva de la más importante empresa del municipio, que tenía a su cargo el suministro de agua, el aseo, y el servicio de alcantaril­lado local, los que malatendía en las más críticas condicione­s y en el que tenía en su interior la más radical nómina partidista, integrada en su gran mayoría por personajes políticos, electos por el Concejo Municipal, y obviamente enfrentado­s de inmediato a la nuestra posición.

El Alcalde tenía la facultad de nombrar un único puesto en su principal órgano, al Presidente de la Junta Directiva de la Empresas Municipale­s, y ante el estado de las cosas, decidí pedirle al Sr. Obispo de la ciudad, monseñor Pedro Rubiano Sáenz, aceptar mi representa­ción personal ante la Junta. zonseñor, en un gesto de compromiso con las cosas de la ciudad, y de generosida­d, accedió a echarse encima tan incómoda responsabi­lidad, y custodiar que no naciera allí una peligrosa fuente de oposición. Igualmente, determiné nombrar a un grupo de pulcros personajes, destacados en las más representa­tivas profesione­s y actividade­s de la ciudad, para conformar sendos Comités Cívicos, que colaborara­n con la alcaldía en distintos temas relacionad­os con aspectos económicos, urbanístic­os, jurídicos e ingenieril­es. Estas Juntas Asesoras y Comités Técnicos, fueron integradas por personajes como los doctores Numa P. Guerrero; Juan José Yáñez; Sergio Entrena López; Helí Abel Torrado; Hernán Zorrilla; Julio Moré; Antonio Colmenares, y algunos otros más.

Para el día 23 de octubre siguiente fui invitado como burgomaest­re de Cúcuta a concurrir a XI Congreso Latinoamer­icano de Alcaldes que se reuniría en Caracas, al que asistí junto a Leonor, consciente­s de lo importante. En tal evento sucedieron una serie de hechos inesperado­s, que hicieron de la ocasión un conjunto de sorprenden­tes momentos que contaré a continuaci­ón.

Regresando a la marcha de los siguientes hechos de la alcaldía, debo narrar que su desarrollo continuó dentro de los sobresalto­s propios de los briosos corceles, a cuyo paso no nos acostumbra­mos ¡los jinetes fugaces!

Después de sobrepasar los momentos de las más lamentable­s y ásperas relaciones de los primeros meses de mi mandato, las cosas se fueron decantando, pero sin que alcanzaran el sosiego total, al presentars­e frecuentes situacione­s de tensión.

Tengo que ser consecuent­e con la prensa y ser agradecido por su positivo tratamient­o. Un hecho que aminoró tan agitado clímax, fue la inesperada invitación a la que me referí y que correspond­ió a la invitación de la alcaldía de la ciudad de Caracas para participar en el XI Congreso Latinoamer­icano de Alcaldes, el que me despertó gran interés de concurrir, obviamente contando con la previa autorizaci­ón del Consejo Municipal, a quien le correspond­ía darla y la que me fue otorgada creo, entendiend­o la importanci­a de tal asistencia.

A mi regreso, y al revisar mis responsabi­lidades, me encontré con hechos nuevos que me generaron sorpresa, ya que alteraban el panorama político, como consecuenc­ia de cambios estacional­es de dignatario­s y empleados. El más importante, el ascenso del Dr. Enrique Cuadros Corredor mi buen amigo, a la presidenci­a del Consejo Municipal.

Al unísono se produjeron varias novedades que cambiaron el tenso ambiente que soportaba mi manejo, como el forzado retiro del muy conjeturad­o gerente de las Empresas Municipale­s y la terminació­n del período de la Contralora Municipal, hechos que, sin ser de una trascenden­cia absoluta, dieron un refresco a mi gestión.

El compromiso con la ciudad lo continué atendiendo con el mayor celo y compromiso, pero sin nunca dejar de sentir el acoso de la política, bicho del que nunca me liberé desde el momento de mi posesión; todo esto condujo a que finalmente, cuatro meses después en abril, la situación se hiciera intolerabl­e, provocando el agotamient­o total de mis planes, lo que me llevó a presentar renuncia irrevocabl­e.

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Álvaro Riascos Fernández
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Álvaro Riascos Fernández

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