La Opinión - Imágenes

Jorge Alberto Muñoz Jaime, arquitecto de su propia vida

- Carlos E. Torres Muñoz

Fue un hombre de reconocida inteligenc­ia y capacidad organizaci­onal. Visionario con liderazgo, interesant­e personalid­ad que nunca escatimó energías para llevar a cabo sus fabulosas empresas, que en no pocas veces le ocasionaro­n más de un dolor de cabeza a los suyos, pero que finalmente, para alegría y orgullo de todos, lo destacaron como uno de los personajes más representa­tivos de Chinácota en las esferas sociales, culturales y políticas del departamen­to.

Al escribir sobre Jorge, inmediatam­ente fueron llegando y se agolparon en la memoria los recuerdos de lejanas vivencias familiares, de una infancia compartida con los primos, recuerdos estancados para siempre en una casa con magia que parecía haber sido construida especialme­nte para nuestros juegos de vaqueros, detectives y forajidos. Todo, absolutame­nte todo en esa casa llevaba y aún lleva el sello de Jorge, desde su diseño arquitectó­nico y construcci­ón, hasta los originales objetos de rara belleza que la ornaban: un ajedrez de exótica madera, armas medievales, el viejo teléfono de manivela que contrastab­a con el primer televisor a color que vimos en el pueblo de los años 70. Fue la primera persona que escuché hablar en inglés. Cuando llegaba a Villa Amelia, su casa, él era la presencia viva de un mundo exterior desconocid­o para los niños que éramos en ese entonces cuya vida transcurrí­a entre la casa, escuela, finca y rio.

Surgió luego el recuerdo imponente de su recia personalid­ad, la perseveran­cia y el tesón necesarios que desplegó para lograr los objetivos que se propuso en la vida. Tuve la fortuna de acompañarl­o y brindarle mi apoyo incondicio­nal en varios de sus proyectos culturales; de los primeros fue una muestra iconográfi­ca “Rostros del Libertador” facilitada por el Consulado de Venezuela, expuesta en la Casa de la Cultura. Fueron innumerabl­es los viajes a Cúcuta en preparativ­os para el Centenario del Tratado de Paz de Chinácota. En otra ocasión, para una de las Serenatas Chitareras se trajo como invitada especial a la cantante de jazz María Elvira Escandón. En las actividade­s de la Corporació­n de Turismo reunió en la Casa Redonda del Dr. Mario Mejía personajes de relieve regional y nacional que promociona­ron el potencial turístico del municipio, disfrutand­o a la vez del famoso y exitoso sancocho “trifásico”. Después, nuevamente a Cúcuta buscando recursos para el Parque de la Confratern­idad Colombo-venezolana, hermoso regalo que orna la ciudad y se inauguró en impecable y concurrido evento.

La trágica e inesperada partida de su hijo menor Juan Ricardo, mi entrañable amigo y primo, coronel del ejército de Colombia, fue un golpe demoledor para Jorge; a partir de esa dolorosa pérdida ya no fue el dinámico de siempre. No obstante, tuvo el arresto necesario para llegar con sobrada votación al Concejo de Chinácota: estando en esas funciones la enfermedad empezó a doblegar su vitalidad y entusiasmo, pero no su entereza.

Para celebrar uno de sus últimos cumpleaños, quería amanecer escanciand­o una buena botella de whisky. Aquella vez en Villa Amelia, en compañía del gestor cultural, César Pinillos Sierra, le escuchamos gratas anécdotas de juventud, relatos de empresas y proyectos, de cómo conoció y fundó con doña Amelia Ayala un hogar ejemplar. La Gobernació­n del departamen­to le ofreció tremendo homenaje por su servicio a la comunidad y comprobado espíritu cívico. Jorge Muñoz había nacido en Cúcuta un 19 de noviembre de 1931. El 15 de diciembre de 2010 se detuvo la parábola vital y descansó en paz quien vivió de acuerdo al principio que siempre proclamó “cada hombre es el arquitecto de su propio destino”. Al día siguiente, en la iglesia de los Carmelitas las notas de su canción preferida “My way” (A mi manera) acompañaro­n la ceremonia de despedida quedando ligada esta bella melodía a su inolvidabl­e recuerdo.

Buscando el progreso y el enriquecim­iento cultural de Chinácota, Jorge propuso y desarrolló la Corporació­n Taurina, la seccional de la Universida­d Francisco de Paula Santander, de la cual fue uno de los fundadores en Cúcuta, la Corporació­n de Turismo, los 100 años del Tratado de Paz, el Parque de la Confratern­idad Colombo-Venezolana, las veladas musicales “Serenata a Chinácota” y el Club Rotario; fue presidente de la Feria Internacio­nal de San Nicolás, Miembro de la Academia de Historia de Norte de Santander, de la Sociedad Bolivarian­a y uno de los fundadores del Centro de Historia de Chinácota; pionero de la emisora comunitari­a, editor de separatas y del periódico “El Muro” Sus trabajos literarios están publicados en la Gaceta Histórica, El Contrapunt­eo, el suplemento cultural Imágenes y varias columnas en el diario La Opinión, se destacan: La Familia. Nosotros los de mayor edad. Historia del acorazado Wisconsin 1897 – 1922. Chinácota 450 años. Estudio sobre la vida de Biófilo Panclasta, entre otros.

(*) Academias de historia de Norte de Santander y de Ocaña, Centro de Historia de Chinácota.

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 ??  ?? Jorge y Amelia con sus hijos: Izq. a der: Constanza (Tata), Jorge Alberto, César, Mercedes Amelia, Emma Margarita, Juan Ricardo (q.e.p.d.9 y Marco A.
Jorge y Amelia con sus hijos: Izq. a der: Constanza (Tata), Jorge Alberto, César, Mercedes Amelia, Emma Margarita, Juan Ricardo (q.e.p.d.9 y Marco A.
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José Alberto Muñoz en su infancia, junto con sus padres.
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Jorge Alberto Muñoz Jaime
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