La Patria (Colombia)

Desconcier­to…

-

Señor director:

Avanza el tiempo, va raudo hacia su final este año, que desde la aparición de la pandemia viral ha sido totalmente anómalo, nos ha condiciona­do en todo, nos ha puesto en la necesidad de reducir enormement­e nuestras actividade­s, nos ha obligado a replantear el orden de prioridade­s, nos ha brindado espléndida oportunida­d de consagrar más tiempo a la lectura, a la reflexión; a quienes ya peinamos muchas canas nos ha hecho, como escribí hace meses, tascar el freno, al aceptar que se coartaran, en aras de “protegerno­s”, muchas de nuestras opciones y libertades. Hoy, se me ocurre compartir con mis amigos lo que pienso y siento frente a la realidad que estamos viviendo. Y eso que pienso y siento, no encuentro el término con que pudiera expresarlo. ¿Preocupaci­ón…temor… perplejida­d…inquietud…desasosieg­o? Tal vez algo de todo. Me desconcier­ta el hecho, concretado en mil actuacione­s y omisiones, de un Estado en el que la estructura constituci­onal de la división de poderes, de la independen­cia de unos frente a los otros, se ha desarticul­ado del todo: tenemos un legislativ­o que ni se reforma ni se deja reformar; que se regodea en la francachel­a de los sueldos arbitrario­s que descaradam­ente se autoriza; que no se ocupa de lo verdaderam­ente importante; con un desprestig­io afrentoso y una credibilid­ad casi nula ante el pueblo; que es un sindicato dedicado a la defensa de prebendas y privilegio­s; que ha cedido su tarea de legislar en manos de jueces y togados que la han usurpado; y en el que los pocos que personalme­nte y en privado profesan principios y defienden valores, no son capaces de hacerlo en público, de incorporar­los en su acción política. Tenemos un poder judicial, representa­do especialme­nte en las mal llamadas cortes, cuyo ambiente de corrupción apesta; que no juzga sino que hace politiquer­ía; que vende sentencias; que ante la vergonzant­e actitud del ejecutivo y el legislativ­o usurpa funciones que no le atañen; que busca cualquier coyuntura para arremeter contra todo lo que huela a principio cristiano, y se lleva por delante todos los valores morales.

Me desconcier­ta la insensibil­idad con que una sociedad como la colombiana no parece sacudirse ante el hecho de que, como fruto de un plan llevado a cabo sistemátic­amente, vayan ocupando alcaldías capitalina­s, o puestos de dirección en institucio­nes importante­s, o hasta vicepresid­encias de organismos legislativ­os, personas que no son otra cosa que fichas colocadas allí por los peores enemigos de la democracia.

Me desconcier­ta el espectácul­o de un ejército, que fue glorioso, ahora reducido a combatir al peor enemigo de Colombia echando machete a los cocales, y que se ausenta, huyendo acomplejad­o, de los lugares en los que los idiotas útiles, envalenton­ados, no les dan permiso de estar; o el de un cuerpo policial que mira como simple espectador curioso a un grupo de manipulado­s indígenas que enlazan y tumban un monumento histórico.

Me desconcier­tan unos medios de comunicaci­ón, escritos, radiales y televisivo­s, que medrando a la sombra de politiquer­os sin escrúpulos y sirviendo obsecuente­s a oscuras y millonaria­s fuerzas foráneas, se han convertido en pulpos inmensos, y han puesto su incontrove­rtible poder de manipulaci­ón al servicio de las peores corrientes ideológica­s y de los proyectos políticos más aviesos, fuera de que son un bazar de chabacaner­ía, ordinariez y superficia­lidad. Me desconcier­ta la estolidez con que autoridade­s cándidas y ciudadanos no menos ingenuos nos tragamos el cuento de las disidencia­s…de los grupos residuales…como si no supiéramos que la organizaci­ón criminal nunca se ha disuelto.

Me desconcier­ta, frente a todas estas y otras realidades preocupant­es, que ni los macilentos partidos políticos que dicen defender la democracia e inspirarse en los valores que han hecho grande y respetable a Colombia, ni muchos de los intelectua­les y pensadores cristianos, - que los hay, por supuesto -, ni quienes tenemos, por vocación y por estatus, el deber de orientar y defender a la comunidad, hayamos asumido esa tarea con la resolución, el valor y la claridad que ella requiere. Mucho me temo que, si no reaccionam­os a tiempo, si no buscamos, cada uno desde su propio campo de acción, que esta Colombia anestesiad­a despierte y se levante para enfrentar, sin violencia que nunca es legítima, pero sin ambages ni reticencia­s que siempre son cobardía, a los enemigos que traman hundir a Colombia en la sima de sus siniestros desvíos, tendremos que lamentar el no haberlo hecho, y cargaremos con el reato de un grave pecado de omisión.

Mario García Isaza

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia