La Patria (Colombia)

Los violentos no dejan en paz

La condición de víctima debería ser transitori­a, pero en nuestro país se extiende en el tiempo a casi que permanente en algunos casos.

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La condición de víctima debería ser transitori­a, pero en nuestro país se extiende en el tiempo a casi que permanente en algunos casos.

La revictimiz­ación es parte del engranaje de la guerra, esa violencia que se mantiene en Colombia y que se ensaña con algunas víctimas de tal manera que les impide rehacer sus vidas con tranquilid­ad. Por mucho que se esfuerzan, son varias las historias de comunidade­s que intentan retomar el camino de la paz, incluso del perdón, pero los violentos reaparecen para recordarle­s que son víctimas y que no les permitirán reconstrui­r su historia. Esto es lo que sucede en la comunidad de El Salado ( Bolívar), en donde se presentó en el año 2000 una de las más horrendas masacres cometidas por los paramilita­res.

Esta comunidad ha sido reconocida como víctima, se han hecho esfuerzos para que retornen allí los pobladores y reconstruy­an el caserío. Se han hecho inversione­s para construir obras y para generar procesos incluso productivo­s que les permitan a sus ciudadanos reafirmars­e como una comunidad con futuro. Sin embargo, noticias como la conocida esta semana de amenazas recibidas por supervivie­ntes de la masacre de hace 21 años es un golpe durísimo para esas personas, pero también para quienes creemos que es posible recuperar la concordia en este país.

Este tipo de historias también las hemos vivido en Caldas, como lo que ocurrió en el oriente de Caldas, en donde tuvieron presencia Karina con el Frente 47 y Ramón Isaza con los paramilita­res de las Autodefens­as del Magdalena Medio. En El Congal en Samaná hubo amenazas a líderes que trabajaban por el retorno e incluso una familia tuvo que salir del país. En esa misma región reaparecie­ron el año pasado cultivos ilícitos de coca y también cada tanto, como en otras regiones del departamen­to, reaparecen presiones de minería ilegal.

Esa es la realidad de un país que se divide entre quienes quieren definitiva­mente avanzar hacia la modernidad y dejar atrás la constante de la guerra, con quienes se alimentan de esta. Es necesario que desde el Gobierno nacional y desde la Fuerza Pública se defienda con convicción a quienes han sufrido los estragos de la guerra. Por ahí empieza el verdadero desarrollo, por vivir en un país en paz. La condición de víctima debería ser transitori­a, pero en nuestro país se extiende en el tiempo a casi que permanente en algunos casos.

El compromiso de la no repetición es tal vez, en nuestro criterio, el más importante de los puntos firmados en el Acuerdo de Paz con las antiguas Farc y lamentable­mente hay sectores que no prestan atención a esto, por sus intereses particular­es, porque viven en situacione­s en las que les favorece el conflicto, pero también por la falta de convicción de la mayoría de los colombiano­s en defender un país que camine hacia la paz. Y esta no debe centrarse solo en desarmar a los grupos armados, sino con todo tipo de actores que amenazan la convivenci­a. Es lamentable que se revictimic­e a quienes han padecido lo peor del conflicto. Por eso es que la cultura de la paz debería ser un propósito nacional.

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