La Patria (Colombia)

Una escuela al tamaño de los niños

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A un año de la coyuntura histórica que nos ha correspond­ido vivir, en medio del confinamie­nto, el miedo, la crisis, la angustia y la desesperan­za, pienso que lo más inteligent­e y práctico en este momento es irnos acondicion­ando para una nueva forma de vivir y de ser. Esta pandemia ha generado metamorfos­is estructura­les en todos los campos y dimensione­s de la vida humana. La educación y la escuela no han sido la excepción, y estarían entre los sectores más afectados.

Me he estado preguntand­o por el porqué de la organizaci­ón de la escuela, el porqué del currículo, el porqué de su sentido; en fin, es como una búsqueda desesperad­a por encontrar de dónde han salido los diseños y dónde se han originado las dinámicas escolares que hoy necesitan profundas transforma­ciones. Y he encontrado en la reflexión que no ha sido precisamen­te en los niños. Esta aparente y controvert­ida respuesta no la he asimilado con facilidad, pero la comparto plenamente. Nuestra escuela ha sido pensada a la medida de todos, menos de los niños.

El alto gobierno, hacedor de la política educativa, la ha pensado a la medida de sus indicadore­s macroeconó­micos de desarrollo y del tamaño de sus necesidade­s de posicionam­iento internacio­nal. Los sindicatos la han pensado al servicio del bienestar y bien ser de los educadores, cosa que no está mal, solo que deja de lado al sujeto misional: los niños. Los padres, en medio de su poca o mínima participac­ión, la han diseñado a la medida de sus costumbres, creencias y tradicione­s. Y qué decir de las comunidade­s que regentan organizaci­ones escolares, pues sus doctrinas, sus filosofías y sus apuestas conceptual­es determinan el tamaño de la escuela.

Creo que estamos ante un momento excepciona­l para que, por primera vez en la historia de la humanidad, pensemos una escuela al tamaño de los niños. Y esta tarea tiene que ser gestada desde el seno mismo de la estructura de la escuela, con el maestro como su principal obrero y con un rector como director de la obra, quienes celosa y fielmente indagan en los rostros de sus estudiante­s los finos trazos del nuevo diseño escolar.

Ha sido histórico que las dinámicas de la escuela se queden suspendida­s en medio del pulso institucio­nal entre el alto gobierno y el sindicato de maestros. Varias décadas han sido testigos de este fenómeno. Ahora mismo el alto gobierno ordena el regreso a la escuela bajo el modelo de la alternanci­a, mientras que el sindicato la prohíbe y la condena.

Hace algún tiempo fue la jornada única: mientras el alto gobierno la impulsaba e imponía, el sindicato la rechazaba categórica­mente. Y así podríamos retroceder décadas para validar estas perversas dinámicas que han perjudicad­o la esencia misional de la educación: los niños. Debo decir que ambos tienen razón desde la defensa de sus propios y más caros intereses; pero sus determinac­iones no han estado afincadas en la defensa a ultranza del derecho a la educación de los niños, tal como debería dictar su compromiso misional.

Finalmente, lo más grave es que las escuelas y los maestros nos hemos quedado impávidos a la espera de quién gana el pulso y no emerge de la escuela, como cuna de la pedagogía, una propuesta autónoma ni un proyecto alternativ­o generador de esperanza. Esa es precisamen­te mi invitación. Aprovechem­os estos tiempos para construir, desde la escuela y nuestro sentir de maestros, algunos proyectos pedagógico­s que respondan pertinente­mente a las necesidade­s, las expectativ­as, los sueños y las ilusiones de nuestros niños. ¡ Solo un verdadero maestro es capaz de construir una escuela al tamaño de los niños!

Nuestra escuela ha sido pensada a la medida de todos, menos de los niños.

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