La Patria (Colombia)

El encanto del Magdalena caldense

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Caldas tiene 7.888 kilómetros cuadrados de territorio, distribuid­o en 27 municipios y seis subregione­s: alto y bajo occidente, centro sur, norte caldense, alto oriente y Magdalena caldense que comprende los municipios de La Dorada, Norcasia, Samaná y Victoria. Por una carretera pavimentad­a y en buenas condicione­s, se pasa por Petaqueros, Manzanares, Marquetali­a siendo el cruce de Cañaveral el que nos comunica con Samaná, ruta que puede recorrerse cómodament­e a través de los vehículos de Cootraman. Entre la subregión del Magdalena caldense ( 2.113 km2) y la del Centro Oriente ( 1.337 km2) que comprende los municipios de Manzanares, Marquetali­a, Marulanda y Pensilvani­a, hay casi medio departamen­to de Caldas. Estar allí es tener la posibilida­d de una experienci­a de vida histórica, social, ambiental, turística y cultural.

Al cruzar por la vereda La Italia, en Victoria, se puede observar, en medio de un corral, la imagen de la Virgen María acompañada de una placa que sólo menciona algunas de las 39 víctimas mortales de José William Aranguren, alias “Desquite” ultimadas a machetazos y garrotazos en aquel fatídico 5 de agosto de 1963.

Una situación similar ocurre al recorrer la larga y destapada vía que conduce de Samaná al corregimie­nto de Florencia, encontránd­ose a sólo 10 minutos de la cabecera con un “calvario” de tres cruces con los nombres del sacerdote Arley Arias García y sus dos acompañant­es Héctor Pérez y Carlos Pérez, asesinados por grupos de autodefens­as el 18 de enero de 2002. No son “lugares de memoria” estos espacios, a pesar de que la apuesta por la paz es un hecho que se reconoce positivame­nte por sus habitantes.

Muchas familias han retornado, como doña Rubiela y su hija Ángela quienes viven cerca al apacible y encantador Río Manso; pero aún falta dejar huella de una época que llevó a Samaná a ser el municipio con mayor número de víctimas del conflicto. Sorprende como los campesinos, desean hablar y reciben con “bocadillos” ( bananitos) y frutas a todo aquel que desea hacer una parada frente a sus humildes pero amorosas casas: ellos desean y necesitan ser escuchados.

Llegando al corregimie­nto de Berlín y tras recorrer 17 kilómetros pavimentad­os en una estrecha vía donde la selva reclama su espacio, se llega a la mágica laguna de San Diego, donde convergen aguas puras en un volcán inactivo abrazado por el morro que lleva el mismo nombre y del cual brotan incontable­s aguas termales que le otorgan una agradable temperatur­a de 25 grados. Allí conviven todo tipo de aves como las “gualas” que son carroñeras y otras especies anfibias como la tortuga “tapaculos” feliz habitante de la laguna.

Muchos emprendimi­entos pululan en la región, como el de Carlos, biólogo egresado de la Universida­d de Caldas, quien con otros profesiona­les ayudan a comprender la dinámica ecoturísti­ca de este paraíso. En la vía hacia Nariño, Antioquia y tras atravesar parte del Parque Natural Selva de Florencia, una parada sobre la vía para admirar antes de llegar a Puente Linda, límite marcado por el río Samaná, a la gigante “Tarántula Púrpura” que hermosa y coqueta nos paraba la cola y las patas, diciéndono­s a modo de advertenci­a ¿ qué hacen en mi territorio? Esperamos que cruzara la vía y le deseamos suerte.

Hoteles a 20 mil, almuerzos a 7 mil, sin peajes, con la excelente flota de Sotransoda que va desde La Dorada y Florencia hasta Medellín, y con todos sus habitantes de guías y compañías; ¿ qué más le pide a la vida? Luego de comprar el cacao, el blanquiao y la miel de abejas de Nariño, llegamos a Sonsón, varados por una bobada del carro, pero felices.

Estar allí es tener la posibilida­d de una experienci­a de vida histórica, social, ambiental, turística y cultural.

Francisco J. González Sánchez

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