A Juan Manuel Llano Uribe
La semana pasada se acabó una de las pesadillas más largas que pueda sufrir un ser humano y una familia: la impotencia ante una justicia sesgada, apresurada y tendenciosa, obedeciendo a la maledicencia, envidia, odio y rencor destilados desde trincheras poderosas que maquinaron procesos sin sustento y privaciones de la libertad sin argumentos jurídicos. En su momento, los enemigos se solazaron con ver su triunfo mezquino cuando se adoptaron medidas extremas, y celebraron con bacanales el infortunio provocado.
En ese entonces ( abril 5 de 2013), escribí una columna en la que defendía la presunción de inocencia ( derecho constitucional inviolable) de Juan Manuel Llano Uribe a quien hoy, después de diez años de perder dinero, tiempo y oportunidades, se le declara inocente en más de 27 ( VEINTISIETE) procesos judiciales. El último, el del sonado caso de las sillas del estadio, tuvo sentencia absolutoria, luego de un largo juicio durante el cual sus padres, don Antonio y doña Josefina ( fallecidos en medio del drama), su esposa, hijos, hermanos y demás familia y amigos, sufrieron lo indecible. ¿ Y quién recupera lo perdido? ¿ Cuál de aquellos individuos que lograron maquinar su detención y mover el aparato judicial tras bambalinas para que, sin pruebas, procedieran a su desprestigio, acorralamiento, encierro, deterioro económico y desgaste humano, ofrecerá siquiera una disculpa, o tendrá un gesto de resarcimiento?
Más aún: ¿ cuál medio de aquellos que explotaron la imagen de un exalcalde llorando en un juicio, o sollozando de impotencia, le ha dado el despliegue compensatorio a su absolución? ¿ Cuál emisora, canal, periódico, revista o noticiero se ha dignado anunciar con igual boato la injusticia cometida con el empresario, padre, hermano y amigo?
Escribí en ese entonces: “Porque detrás de esos grandes titulares de prensa y de esas fotos angustiantes y dolorosas, existen seres humanos con sentimientos; existen familias nobles a quienes les duele y les parte el alma el infortunio y las injusticias; existen padres, esposas, hijos y familiares que tienen que ver cómo se desangra uno de los suyos sin haber sido vencido en juicio; existen seres hoy impotentes que solo han sabido acudir a la decencia y a las virtudes como únicas armas para defenderse ante la sociedad; existen procesos de vida que se truncan por el ansia perversa de unos cuantos que saben cómo y dónde actuar para sacar del camino a sus enemigos. ¿ Esto es justicia de verdad?
“Si el día de mañana, en la etapa de defensa se demuestra que todo este proceso está fundado en suposiciones, en escándalos amañados y en verdades a medias, y se determina que aquí no hay culpa porque no existe delito, ¿ quién les restituye la honra, el nombre, la credibilidad y el prestigio a aquellos que hoy sufren el rigor de una cárcel y el aislamiento social? ¿ Quién les devuelve el tiempo perdido? ¿ Quién les devuelve la salud a familiares cercanos que hoy se agravan por cuenta del sufrimiento, la desolación y la injusticia? ¿ Quién compensará el sufrimiento de familias enteras que han sido sometidas al escarnio por meros indicios y meras acusaciones vagas?”
¡ Y el tiempo me dio la razón! ( Aunque yo, en lo personal, prefiero lo que hoy pasa: una justicia que, por su inacción, no tiene riesgo de someter a un inocente a la tortura de la dictadura judicial. ¿ Qué es mejor: un culpable libre, o un inocente condenado?).
Se podrá decir que esta es una defensa del amigo personal, de quien me precio con orgullo de serlo. Pero no; su defensa ya se surtió en los tribunales. Es solo el reconocimiento al ser humano atropellado en procesos que, por mi cercanía y voluntad, tuve oportunidad de conocer a profundidad y saber que se basaron en acusaciones infundadas con ánimos revanchistas y enconos personales. A la persona que sigue hoy generando empresa y empleo, y ayudando a otras que ni conoce, pero que él se siente en la obligación humana de hacerlo. Al hombre admirado por muchos y envidiado por otros y que, aún ante la ignominia, superó todos los escollos hasta demostrar su inocencia, y la de los demás procesados.
¡ El tiempo es sabio y la ley de la compensación inviolable! ¡ Aleluya!