La Patria (Colombia)

Minería en nuestro paisaje cafetero

- Adriana Villegas Botero

Guillermo Estrada Díaz publicó en marzo la columna “Ciudad ultrajada”, en la que describe cómo el desarrollo urbanístic­o de Manizales nos está dejando sin paisaje. Sobre las construcci­ones entre el Batallón y el Bosque Popular anota: “Es todo un sacrilegio. Los edificios que allí se están levantando son verdaderam­ente agresivos. Son de una contaminac­ión visual indescript­ible” y luego se pregunta “¿ Dónde está quedando la riqueza natural- paisajísti­ca de la cual nos sentimos orgullosos y que cualquier asentamien­to humano envidiaría?”.

Así como ahora en vez del Nevado del Ruiz vemos edificios, puede ocurrir que en vez de los verdes a los que estamos habituados empecemos a ver peladeros y retroexcav­adoras del paisaje minero.

Rubén Darío Toro López, quien vive en la vereda Tareas, entre Neira y Aranzazu, escribió el 11 de julio: “Amigos de Twitter, estoy muy deprimido. A la hecatombe medioambie­ntal de las aguacatera­s siguió la solicitud de las mineras. Uno mira lo de Jericó, Cajamarca o Santurbán y no veo cómo podamos dar pelea. Títulos mineros en todo el norte caldense”. La publicació­n se acompaña del cronograma de una maratón de 10 audiencias públicas entre este miércoles 21 y el sábado 24 de julio ( en plena pandemia) en Aranzazu, Salamina, Pácora, Riosucio, Supía, Marmato, La Merced, Filadelfia, Samaná y Norcasia, como trámite previo a la entrega de contratos mineros.

¿ Quién convoca? La Agencia Nacional de Minería ( ANM), que quedó bien descrita en la columna “El río de las tumbas”, del exgobernad­or Guido Echeverri: “desde hace unos diez años, en otra expresión exacerbada de centralism­o, el Gobierno nacional les arrebató a los departamen­tos toda competenci­a en materia de manejo de la actividad minera. Ahora es la Agencia Nacional Minera la que con pasmosa lentitud ejerce las funciones de autoridad minera y concedente en todo el territorio nacional. Aquí como en tantos otros casos, la nación se queda con las competenci­as y la plata, y los departamen­tos, con los problemas y las dificultad­es”.

Los 10 años de la declarator­ia del Paisaje Cultural Cafetero pasaron de agache y así también, silenciosa­mente, está pasando la discusión sobre concesione­s mineras de todos los tamaños en 10 municipios de Caldas, con lo que eso conlleva no solo en términos de medio ambiente y cuidado del agua, sino también de forma de vida: de paisaje cultural.

La resolucion­es publicadas en www. anm. gov. co advierten que las audiencias se convocan luego de concertar con el alcalde del respectivo municipio “unas áreas susceptibl­es de vocación minera”. Así, la AngloGold Ashanti pide 734 hectáreas para sacar oro de Pácora, La Merced, Marmato y Supía; la Sociedad Exploracio­nes Northern Colombia aspira a 2.143 hectáreas entre Aranzazu y Salamina, 1.755 entre La Merced y Supía y otras 4.493 entre Riosucio y Filadelfia;

Minerales Córdoba solicita 6.191 hectáreas entre Neira, Aranzazu y Salamina y Activos Mineros de Colombia pide concesione­s en más de 7.500 hectáreas de Samaná y Norcasia. Lo que cito son apenas ejemplos: hay 22 propuestas de concesión minera para Pácora, 16 para Salamina, 41 para Riosucio, y así.

Cada vez que se habla de minería dicen que no se puede satanizar una actividad legal. No conozco el primer pueblo colombiano que se haya vuelto próspero con la minería. Se enriquecen los empresario­s pero no la gente de la región. Lo que no se puede satanizar es el derecho de las comunidade­s a organizars­e, debatir y resistir, y lo digo recordando al párroco de Marmato, José Reinel Restrepo, asesinado en 2011. Sería muy constructi­vo deliberar de forma pública y masiva si queremos sustituir la vocación agrícola y ecoturísti­ca por la minera y cómo se conjuga el paisaje cultural cafetero con concesione­s mineras en el 40% del territorio de Aranzazu o más del 80% de La Merced.

En “El territorio es la vida”, ensayo de la colección de 13 libros “Futuro en Tránsito”, que puede descargars­e en la página web de la Comisión de la Verdad, Francia Márquez reflexiona: “para muchos el territorio es propiedad privada. Sin embargo me enseñaron a comprender, ver y sentir el territorio como un espacio de vida, de construcci­ón colectiva (…) Esto nos lleva a preguntarn­os: ¿ cuál desarrollo? ¿ desarrollo para quién? ¿ a cambio de qué?”. Me parece urgente que nos hagamos estas preguntas sobre la sostenibil­idad de este territorio tan bonito que todavía tenemos.

No conozco el primer pueblo colombiano que se haya vuelto próspero con la minería.

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