La Patria (Colombia)

En otras palabras

- José Jaramillo Mejía josejara@ une. net. co

Las crisis suscitan debates en los que interviene­n los que saben, los que creen que saben y los que no saben, pero se expresan con mayor énfasis. Eso de cualquier manera enriquece el debate o, por lo menos, entretiene al público y les suministra material a los comunicado­res. En medio de tal algarabía, que suscita el vaivén de opiniones, los responsabl­es de solucionar los problemas, que no saben qué hacer pero tienen que hacer algo para justificar sus cargos, echan mano de eufemismos, galimatías y acertijos, con cuya interpreta­ción e intentos por dilucidarl­os se distrae al “respetable público” ( el mismo de las corridas de toros, los movimiento­s populares y los partidos de fútbol). Así, los problemas es posible que no se solucionen, pero se rescatan ideas y expresione­s, se lucen algunos protagonis­tas y… el mundo sigue su marcha, mientras llegan calamidade­s distintas, éxitos deportivos, reconocimi­entos internacio­nales a figuras de la farándula o la muerte de algún prócer “taquillero”, que desplacen hacia temas distintos los titulares de los medios. En algún momento de la historia colombiana, cuando estaban en furor los dolorosos hechos que protagoniz­aron los “duros” del narcotráfi­co, con la imagen internacio­nal del país por el suelo y los viajeros colombiano­s al exterior estigmatiz­ados, ante el ir y venir de opiniones, el presidente de turno declaró que todo era cuestión de semántica. Entonces el debate desvió hacia filólogos, filósofos, académicos de la lengua y otras lumbreras del pensamient­o, para que siguiera pasando de todo pero “semánticam­ente” no pasara nada. Desde entonces han corrido varias décadas, el narcotráfi­co está fortalecid­o en microempre­sas comerciali­zadoras, poderosos grupos armados, manufactur­eros y mayoristas; y discretos capos. La opinión internacio­nal absolvió a los colombiano­s y les borró el estigma. Los países europeos no exigen visas. Y deportista­s, cantantes y pintores desplazaro­n a personajes que, después de muertos, han producido abundante literatura, cine y otras expresione­s de creativos, para satisfacer el mal gusto de lectores y televident­es, y el morbo de la galería.

Las calamidade­s que coincidier­on desde hace ya muchos meses en esta “amada patria inmortal” ( según la expresión recurrente desde hace dos siglos de los oradores de turno, en efemérides como el veinte de julio y el siete de agosto); como la pandemia mundial del coronaviru­s, el vandalismo, el taponamien­to de vías, o “cortes de ruta” ( otro eufemismo), y el confinamie­nto forzoso de los ciudadanos, para levantarle­s el ánimo a los colombiano­s e invocarles su legendaria capacidad de superación, salió a relucir un término de origen latino, poco usado hasta ahora: la resilienci­a, que quiere decir rebotar. Es decir, caerse y volverse a parar, como cae y sube de nuevo una pelota de caucho. Así de fácil.

“Monólogos de Florentino. Reflexione­s de un ideólogo empírico”: Librería Ágora, Palermo; Papelería Palermo; Droguería Milán, Alta Suiza; Librería Odisea, centro.

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Los responsabl­es de solucionar los problemas, que no saben qué hacer pero tienen que hacer algo para justificar sus cargos, echan mano de eufemismos, galimatías y acertijos

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