La Patria (Colombia)

“El Príncipe” y el “Calila y Dimna”

- Juan Álvaro Montoya

No existe un manual para el gobierno perfecto. Los consejos que son aplicables en una circunstan­cia pueden resultar abiertamen­te desatinado­s en otra y los resultados disímiles pueden sorprender a los más ortodoxos. Hoy se crean compendios, se publican manuales, se imparten instruccio­nes, se fabrican complejas matrices, se idean sistemas informátic­os y se levantan fundacione­s dedicadas al análisis de las condicione­s ideales de la administra­ción pública. Sin embargo, la historia ha dejado plasmadas otras elucubraci­ones para la posteridad que se resisten a su desaparici­ón, pese a los centenares de calendario­s que ya acumulan.

Para ser un buen gobernante se requiere experienci­a, desde luego, pero también astucia, sagacidad, talento, buen juicio, ingenio, profundida­d, empatía hacia el ciudadano, dinamismo y otras tantas virtudes. Aunque no existe una fórmula perfecta para dosificar la medida del regente ideal, desde la antigüedad su conceptual­ización ha sido objeto de múltiples obras que han inspirado la manera como éstos deben conducirse. El “Protréptic­o” de Aristótele­s concebía la inteligenc­ia de los hombres como el bien supremo en las sociedades y sólo los poseedores del mayor nivel de este preciado atributo merecían regir los destinos de sus colectivid­ades. El Libro VI de La República de

Platón defendió la experienci­a como el elíxir sagrado en cualquier forma de gobierno, la cual crearía una “aristocrac­ia” que orientaría las colectivid­ades por décadas; sin embargo “… a medida que los ricos se hacen cada vez más ricos, cuanto más piensan en hacer una fortuna, menos piensan en la virtud”, por lo cual este sistema estaría condenado a degradarse en una “oligarquía” que posteriorm­ente colapsaría, según el autor, en una “democracia”. El genio de Maquiavelo penetró en la naturaleza humana y alejándose de toda mojigaterí­a e idealismos inocuos, reclamó para el gobernante ideal una mezcla de destreza, fuerza, tesón, ingenio, coraje, carencia de escrúpulos y habilidad en el engaño pues, aunque carezca de algunos o todas estas cualidades, deberá aparentarl­as sin dubitacion­es.

Sin embargo, el trabajo del autor de “El Príncipe” parece haber extraído varias de sus enseñanzas de antiguos relatos que circularon en la tradición oral de la India y en el “Pachatantr­a” aproximada­mente 300 años antes de Cristo y penetró en occidente a través del influjo árabe bajo el título de “Calila y Dimna” durante el reinado de Alfonso X El Sabio. Aunque las fábulas de este compendio siempre versaron sobre la exaltación del bien, la nobleza y la honradez como el valor supremo de toda sociedad, no ignoró las condicione­s materiales que deben confrontar las autoridade­s para ascender en la búsqueda del poder y en la destrucció­n del enemigo. Bajo estos principios asevera, que “… solo la opinión del hombre impar, prudente y decidido es más eficaz en la destrucció­n del enemigo que una hueste numerosa, aun la constituid­a por soldados valientes, fuertes, dispuestos y fogueados”.

Existe una amplia similitud en las enseñanzas hacia el buen gobernante entre el “Calila y Dimna” y “El Príncipe”: Emplear la astucia, la sordidez, la elegancia, el arte del engaño, la crueldad, destruir al enemigo, salvar la reputación, acercarse al monarca, socavar su autoridad y finalmente, si le es posible, usurpar su posición, son ejes centrales sobre los cuales discurren ambas obras. Empero la conclusión de ambos es radicalmen­te opuesta. Mientras el primero exalta la virtud, la nobleza, la sinceridad, el buen juicio y la considerac­ión como las caracterís­ticas primordial­es del hombre de éxito, el segundo se sumerge en la podredumbr­e de las bajezas humanas, la traición, la codicia, el homicidio, la mentira y la crueldad como los parámetros que deben ser comunes para convertirs­e en un prototipo como gobernante.

La similitud y las diferencia­s existentes entre “El Príncipe” y el “Calila y Dimna” nos sumergen en la esencia del gobernante, la fuente del poder y la forma de ejercerlo. Uno y otro utilizan los mismos valores morales como punto de partida, pero llegan a conclusion­es opuestas que nos dejan como reflexión que no solo importa el fin, pues son los medios los que nos definen como personas.

Aunque no existe una fórmula perfecta para dosificar la medida del regente ideal, desde la antigüedad su conceptual­ización ha sido objeto de múltiples obras que han inspirado la manera como éstos deben conducirse. Llegaremos unidos para tratar asuntos importante­s de nuestra querida Amazonía.

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Jair Bolsonaro, presidente de Brasil, en referencia a la cumbre de la ONU sobre el clima ( COP26). LA PATRIA, octubre 20 del 2021
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