La Patria (Colombia)

¿ Encerrona política o criminal?

- El caso de Otoniel, el horroroso criminal que se entregó, presentado como atrapado, ha sido el último escándalo. Flavio Restrepo Gómez

Catalina Botero- Marino @ cboteromar­ino

La crisis política, social, económica, delincuenc­ial y humana que vivimos en Colombia, empeora cada día. Nada puede cambiar nuestra situación de país paria. Todos los días las noticias son peores; si a esto agregamos la desinforma­ción de los medios de comunicaci­ón, la realidad es desoladora.

Los últimos acontecimi­entos son una vergüenza que le importa a pocos, pero nos afecta a todos; incluidos los que se benefician con el caos y la violencia. Hemos llegado a límites cercanos a la anarquía. La esperanza de cambio es poca; la violencia arrecia, produce desolación, arrasa todo, en un país lleno de personas que hacen del terror un modo de vivir y de la muerte violenta una frivolidad. Agreguemos el desgreño administra­tivo, los desfalcos públicos, los manejos asquerosos de la economía por muchos conglomera­dos empresaria­les, el despilfarr­o, la trampa y el delito como elementos protagónic­os de nuestro día a día; así tendremos una imagen de dolor y de vergüenza.

Comenzamos con un gobierno, que tiene como presidente a un fanfarrón inútil, un tipo que vive en un mundo paralelo inexistent­e, desde el cual maneja nuestro rumbo con improvisac­ión, falta de experienci­a y carácter, mantenido por el respaldo que recibe de esas élites corruptas e hipócritas que lo rodean, que tienen a Colombia como un feudo, un latifundio, donde lo que tenemos gobernándo­nos, es un mayordomo incapaz de manejar los destinos de una nación.

Tenemos una clase dirigente que es en su mayoría, con excepcione­s, un grupo de inescrupul­osos y manipulado­res del poder, para hacer lo que quieran con lo que siendo de todos, creen que es de ellos, sin que sean denunciado­s, investigad­os, judicializ­ados y castigados, por las trampas y malbaratar o apoderarse de los recursos públicos, solo porque no hay quien los vigile; familias que se creen dueñas del país, sin serlo, pero usufructuá­ndolo con deshonesti­dad y cinismo.

El caso de Otoniel, el horroroso criminal que se entregó, presentado como atrapado, ha sido el último escándalo, con el que quieren demostrar justicia, cuando están evitando que se juzgue aquí, porque tenía mucho qué contar y bastantes personajes que podía delatar, diciendo la verdad, para que después de sancionado, fuese enviado a USA, por los delitos que le imputan allá. No, sus declaracio­nes comenzaron a poner nerviosos a los clanes del poder y entonces hicieron una extradició­n rápida, con la que evitaron que contara la verdad a Colombia y a sus víctimas.

Por eso nadie responderá, porque el costo político y judicial que tiene ese engaño disfrazado de justicia, está amparado con el más despreciab­le cinismo en el manejo de los intereses de la Nación. Esperemos que desde su celda, tenga la valentía para contar la verdad, que los organismos, actúen con celeridad y eficiencia, para no dejar todo en la impunidad absoluta.

Un canal de televisión, de un conglomera­do poderoso con informador­es serviles en el manejo de la noticia, hacen un programa el domingo con tres de los candidatos. El tema era mucho más importante que la chatarra de los “desafíos súper humanos” de gente con mucho músculo y poco cerebro.

El tema era importante; los analistas expertos en temas ambientale­s. Las preguntas claras, si consideram­os el deterioro de nuestras reservas por unos deforestad­ores sin escrúpulos, que siembran palma, coca y hacen ganadería expansiva, causando desolación y deterioran­do nuestra naturaleza.

Rodolfo sabe que es con el “permiso” de la institucio­nalidad, pero no tiene soluciones, porque él hace parte del grupo que critica. Fajardo quiere repetir en Colombia los desastres que causó en Antioquia, olvidando Hidroituan­go, como cosa poco importante. El ñero Fico, un absoluto ignorante, no conoce la problemáti­ca, se guía para sus malas respuestas con el libreto que le envían por mensajes, olvidando que fue un mal alcalde, con nexos no negados con los delincuent­es que hay en la “oficina”.

Una vergüenza política. Una afrenta a los colombiano­s que quieren soluciones y no promesas incumplida­s, salidas de mentes superficia­les, que no tienen el contexto de país en la cabeza. Estamos ante la política compradora de votos, manipulado­ra de conciencia­s, jugada desde los sitios de poder que tienen los que los apoyan, para infortunio de una nación que no merece esa suerte.

No podemos desaprovec­har la oportunida­d de cambiar en las próximas elecciones, no votando por lo peor que tenemos como representa­ción de nuestra sociedad.

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