Ahí está la plata
Vistos los toros desde la barrera, ante el debate presidencial que se adelanta en Colombia llama la atención que ni toros ni toreros colman las aspiraciones. Su desempeño causa más bostezos que emociones. Los debates entre los aspirantes, menos el puntero en las encuestas que renunció a participar en esos eventos, se reducen a recitar el mismo inventario de los más sensibles problemas del país, especialmente los que afectan a los pobres, los jóvenes y las mujeres, no porque esos sean los sectores más sensibles, sino porque en ese rango ( pobres, jóvenes y mujeres) está el mayor potencial electoral. Lo objetivos electorales, la mira de los candidatos, no está en construir un país mejor sino en ganar las elecciones. Al menos por el momento. Las adhesiones de dirigentes políticos o sindicales, y de algunos gremios, a tal o cual candidato, obedecen más a intereses personales que a objetivos patrióticos. La trashumancia de políticos de todas las “marcas” ( porque ideas no tiene ninguno), de viejas toldas hacia nuevos “albergues”, se inspira en objetivos burocráticos, para buscar el “sol que más caliente” o el “árbol que más sombra dé”.
Un proyecto común a todos los candidatos, que aspiran a reemplazar al presidente Duque el próximo 7 de agosto, es el de hacer una reforma tributaria, para conseguir recursos que resuelvan las necesidades sociales de los colombianos. El más audaz aspira a un recaudo de 50 billones y de una vez dice que va a sacar la plata del bolsillo de los más ricos, de las grandes empresas y de los bancos. Los otros son más discretos. Pero ninguno menciona la posibilidad de poner a producir el campo, para generar abundancia en alimentos y materias primas, para lo cual son indispensables la seguridad y el apoyo a los campesinos. Tampoco hablan de sustituir importaciones de bienes que la industria nacional puede abastecer, si se le protege de competencias agresivas. Ni de agilizar la puesta en marcha de los ferrocarriles, para implementar un sistema de transporte de carga económico, eficiente y amigable con el medio ambiente. La tecnocracia les teme a los gobiernos gringos y europeos, productores de vehículos de carga pesada, que imponen las condiciones de los tratados de comercio. Es absurdo que gigantescos tracto- camiones trepen por cordilleras para las que no fueron diseñados, generando altísimos costos en combustibles, tiempo y material rodante; contaminación ambiental; e incalculables daños a la malla vial, cuando la carga puede moverse por tren.
El dedo en la llaga. En el billonario costo de la corrupción en la contratación; los “elefantes blancos”, en los que se dilapidan ingentes recursos y son una afrenta a las comunidades; los contratos incumplidos cuyas pólizas de seguros no se hacen efectivas; las dilaciones mañosas en la ejecución de las obras, para que terminen costando más de lo presupuestado; el sistema de salud infiltrado por políticos; y el despilfarro de los dineros destinados a la tecnología para la educación y a la asistencia alimentaria de los estudiantes… ahí está la plata, sin necesidad de agredir al sector productivo. Otra cosa es expropiar a quienes especulan con la tierra y acumulan latifundios que pueden servir para producir trigo, maíz, algodón y otros muchos que ahora, absurdamente, se importan. “La tierra para el que la trabaje”.
Ninguno menciona la posibilidad de poner a producir el campo, para generar abundancia en alimentos y materias primas, para lo cual son indispensables la seguridad y el apoyo a los campesinos.