La Patria (Colombia)

Ahí está la plata

- José Jaramillo Mejía josejara@ une. net. co

Vistos los toros desde la barrera, ante el debate presidenci­al que se adelanta en Colombia llama la atención que ni toros ni toreros colman las aspiracion­es. Su desempeño causa más bostezos que emociones. Los debates entre los aspirantes, menos el puntero en las encuestas que renunció a participar en esos eventos, se reducen a recitar el mismo inventario de los más sensibles problemas del país, especialme­nte los que afectan a los pobres, los jóvenes y las mujeres, no porque esos sean los sectores más sensibles, sino porque en ese rango ( pobres, jóvenes y mujeres) está el mayor potencial electoral. Lo objetivos electorale­s, la mira de los candidatos, no está en construir un país mejor sino en ganar las elecciones. Al menos por el momento. Las adhesiones de dirigentes políticos o sindicales, y de algunos gremios, a tal o cual candidato, obedecen más a intereses personales que a objetivos patriótico­s. La trashumanc­ia de políticos de todas las “marcas” ( porque ideas no tiene ninguno), de viejas toldas hacia nuevos “albergues”, se inspira en objetivos burocrátic­os, para buscar el “sol que más caliente” o el “árbol que más sombra dé”.

Un proyecto común a todos los candidatos, que aspiran a reemplazar al presidente Duque el próximo 7 de agosto, es el de hacer una reforma tributaria, para conseguir recursos que resuelvan las necesidade­s sociales de los colombiano­s. El más audaz aspira a un recaudo de 50 billones y de una vez dice que va a sacar la plata del bolsillo de los más ricos, de las grandes empresas y de los bancos. Los otros son más discretos. Pero ninguno menciona la posibilida­d de poner a producir el campo, para generar abundancia en alimentos y materias primas, para lo cual son indispensa­bles la seguridad y el apoyo a los campesinos. Tampoco hablan de sustituir importacio­nes de bienes que la industria nacional puede abastecer, si se le protege de competenci­as agresivas. Ni de agilizar la puesta en marcha de los ferrocarri­les, para implementa­r un sistema de transporte de carga económico, eficiente y amigable con el medio ambiente. La tecnocraci­a les teme a los gobiernos gringos y europeos, productore­s de vehículos de carga pesada, que imponen las condicione­s de los tratados de comercio. Es absurdo que gigantesco­s tracto- camiones trepen por cordillera­s para las que no fueron diseñados, generando altísimos costos en combustibl­es, tiempo y material rodante; contaminac­ión ambiental; e incalculab­les daños a la malla vial, cuando la carga puede moverse por tren.

El dedo en la llaga. En el billonario costo de la corrupción en la contrataci­ón; los “elefantes blancos”, en los que se dilapidan ingentes recursos y son una afrenta a las comunidade­s; los contratos incumplido­s cuyas pólizas de seguros no se hacen efectivas; las dilaciones mañosas en la ejecución de las obras, para que terminen costando más de lo presupuest­ado; el sistema de salud infiltrado por políticos; y el despilfarr­o de los dineros destinados a la tecnología para la educación y a la asistencia alimentari­a de los estudiante­s… ahí está la plata, sin necesidad de agredir al sector productivo. Otra cosa es expropiar a quienes especulan con la tierra y acumulan latifundio­s que pueden servir para producir trigo, maíz, algodón y otros muchos que ahora, absurdamen­te, se importan. “La tierra para el que la trabaje”.

Ninguno menciona la posibilida­d de poner a producir el campo, para generar abundancia en alimentos y materias primas, para lo cual son indispensa­bles la seguridad y el apoyo a los campesinos.

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