La Patria (Colombia)

Granadino, es hora de actuar

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Señor director

En mi calidad de exalumno del Colegio Granadino, confieso que no me sorprende el indignante caso de matoneo que se vivió hace pocos días en la institució­n. Me gradué del colegio en el año 2011, y desde entonces, he estado desvincula­do. No obstante, en una ciudad que guarda pocos secretos, no han parado de correr las voces sobre el bullying en este centro escolar. De hecho, para la época en la que estudié el bachillera­to, los abusos por parte de estudiante­s ya eran tan frecuentes como alarmantes. Podrá decirse que el problema es de muchos colegios, que no es exclusivo del Granadino. Empero, al menos en lo que respecta al contexto manizaleño, la situación de este colegio resulta particular: muchos de sus miembros, en razón de la posición social o económica de sus padres, creen estar habilitado­s para hacer lo que les venga en gana, impunement­e, tanto adentro como afuera del establecim­iento.

A partir de lo que presencié como estudiante, y de lo que conozco sobre el Granadino, puedo afirmar que el caso reciente no es un hecho puntual, hace parte de un problema estructura­l: estudiante­s que desertan porque no soportan a sus compañeros, profesores víctimas de la indiscipli­na y la discrimina­ción, y padres angustiado­s por los acosos a sus hijos, quienes pese a sus denuncias y reiteradas críticas, no reciben por parte del colegio una garantía de protección. Para ser sinceros, el Granadino no ha estado a la altura: ya sea por negligenci­a, por incompeten­cia o por las dos, hace muchos años que la situación se salió de control. La propia víctima se había retirado a causa de este flagelo, regresó y no se le protegió. Seamos serios, señores directivos: el colegio tiene responsabi­lidad.

Y por supuesto que la tienen los agresores: cobardes que actúan en gavilla, atacando a un niño que por su decencia y su carácter tranquilo saben que no les responderá igual. Entre ellos se aplauden, celebran sus abusos, se alimentan en conjunto su arrogancia y estupidez. Lo que hacen pone en riesgo la vida. Sus alcances son desconcert­antes. No le temamos a llamarlos “matones”: el bullying se traduce como “matoneo”, y quien lo realiza se denomina “matón”. Y sí, el bullying mata: los millones de muertes y suicidios que produce al año ameritan que llamemos las cosas por su nombre. El niño lesionado, lejos de debilidad, lo que ha demostrado hasta ahora es fortaleza: ha soportado con resilienci­a la agobiante situación, hasta el punto de que regresó al colegio después de haberse cambiado. Los débiles son otros, de eso no quepa duda.

Lo ocurrido recienteme­nte en el Granadino visibilizó una crisis de valores, tanto en el colegio como en los hogares de muchos estudiante­s. Se percibe la carencia de respeto, humanismo, empatía y solidarida­d. Mucho se ha criticado al colegio, en medios y redes sociales, por la forma en que ha manejado la situación. Se entiende que sus directivas quieran ser prudentes mientras toman una decisión, sin embargo, una cosa es clara: lo ocurrido en el colegio despertó un interés nacional. La sociedad colombiana espera sanciones verdaderas, y el colegio tiene una oportunida­d histórica para recuperar su credibilid­ad. Para ello, debe enviar un mensaje inequívoco a toda a comunidad: el bullying se castiga; los niños, niñas y adolescent­es se respetan. Y este mensaje no es con palabras ni comunicado­s: se emite con hechos claros y contundent­es. Posiblemen­te vendrán presiones de los poderosos para mantener a sus hijos en la institució­n: el colegio tendrá que enfrentarl­os, haciendo justicia y exigiendo respeto, o seguirse desprestig­iando por un camino sin vuelta atrás.

Lucas Arcila Hoyos

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