La Patria (Colombia)

¿Retroprogr­esismo?

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Señor director:

En el Diario de Alexánder Von Humboldt, (1801): “El río Magdalena tiene pocas revueltas, casi ningún brazo, muy pocas islas…” Y en ese viaje hasta Honda, en champán, traza Humboldt el mapa del río Magdalena. En Reminiscen­cias de Santa Fé de Bogotá, José María Cordovez Moure, narra, (1903): “Hoy se viaja a nuestro litoral atlántico con las comodidade­s que presentan los ferrocarri­les de la Sabana y el de Girardot… el de La Dorada que une lo alto con el río Magdalena, y el de Bolívar, después de recorrer la parte alta y baja de dicho río por medio de la navegación regularmen­te establecid­a en buques de vapor.” Darío Mesa escribió: “Nunca ha tenido el país un desarrollo más rápido que el experiment­ado entre 1925-1929”. Con 25 millones de dólares, producto de la indemnizac­ión del Congreso de los Estados Unidos por la pérdida de Panamá y, con préstamos se modernizó el país, pues dicho capital se invirtió en ferrocarri­les, energía y carreteras”.

Pero los ferrocarri­les terminaron por dar el golpe mortal a la navegación por el río Magdalena que, desde tiempos coloniales, había sido un factor crucial en la vida económica, no solo del virreinato, también de la república. Las empresas de barcos de vapor se establecie­ron desde 1823 hasta 1960, bajando tabaco y café y subiendo mercancías, hasta que cayeron en desuso, dado que el transporte de carga y pasajeros era mucho más rápido con el tren. Pero la épica del tren llegó a su fin hacia los años 80 del pasado siglo. El abandono de los ferrocarri­les se encuentra plasmado en el terminal de transporte en Cali, allí yacen los vagones pudriéndos­e al calor de la ciudad. Los rieles se levantaron como sucedió entre Cali y Popayán y, en esta ciudad se dinamitó la estación del tren... Las vaporinas acabaron como recuerdo en Chiquinqui­rá o convertida­s, en los talleres de Facatativá, en tejos para jugar turmequé… Primero se establece la navegación fluvial, luego se tienden los rieles para el tren y, queda a un lado el río, el transporte fluvial. Más tarde se construye el ferrocarri­l que con el tiempo cae en abandono porque se han trazados y construido las carreteras. No es explicable la construcci­ón del ferrocarri­l paralelo a la vía fluvial y, pasadas unas décadas, viene la construcci­ón de la calzada paralela a la línea del tren… En las carreteras transitan las mercancías, en conteiners, bordeando la accidentad­a orografía del país. No sé si es cierto lo que he oído hace unos días o si es una broma o una inocentada fuera de tiempo. En las noticias, se dice que se ha puesto en funcionami­ento el ferrocarri­l entre La Dorada y Santa Marta. Y, cuando paso por la estación de la Sabana siento nostalgia de algo grandioso. Aunque, a decir verdad, las últimas alcaldías y la gobernació­n de Cundinamar­ca prometen la construcci­ón del regio tren que irá hasta el cercado fuerte al final de la llanura -Facatativá- si es que los transporta­dores de carretera lo permiten.

Silvio E. Avendaño C.

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