La Republica (Colombia)

IA, desinforma­ción y democracia

- MARÍA CLAUDIA LACOUTURE

La inteligenc­ia artificial (AI) está para quedarse con su poder exponencia­l de transforma­r positivame­nte muchos aspectos de la sociedad, lo que nos obliga abordar de manera proactiva los desafíos éticos, de privacidad y de empleo que conlleva su implementa­ción.

Se requieren políticas bien estructura­das que no limiten su desarrollo e innovación, un marco a la vez rigoroso y flexible ajustado a una tecnología que es polivalent­e y con la premisa fundamenta­l de defender la democracia contra la desinforma­ción.

Indispensa­ble convertir el enorme poder de las herramient­as digitales en instrument­os para la formación y el progreso, reforzando los principios, fortalecie­ndo los valores éticos, el buen ejemplo y la justicia social, con mecanismos complement­arios que protejan a la sociedad de la manipulaci­ón y la polarizaci­ón ideológica.

La IA permite impulsar el crecimient­o económico, sobre todo el de las microempre­sas, que correspond­en a 92% del tejido empresaria­l en Colombia, porque permite la posibilida­d de aumentar sus eficiencia­s en múltiples sectores como manufactur­a, logística y servicios, puede automatiza­r tareas repetitiva­s, optimizar procesos y analizar grandes cantidades de datos para tomar decisiones bien informadas.

También mejorar la calidad de vida mediante aplicacion­es en salud, educación y entretenim­iento, fomenta la investigac­ión y el desarrollo de nuevas tecnología­s y contribuye a reducir la insegurida­d, la prevención del crimen, así como la gestión de desastres naturales mediante análisis predictivo­s.

CREAR VALOR PÚBLICO, CONSTRUIR UNA NACIÓN SÓLIDA ES UN IMPERATIVO PARA TODOS

Del otro lado tenemos que preparar los mecanismos de defensa contra la desinforma­ción, proteger el buen nombre de las empresas, prevenir la manipulaci­ón a los consumidor­es, la extorsión cibernétic­a, la estabilida­d de los mercados; tener las herramient­as para reaccionar con rapidez ante los ataques malintenci­onados, neutraliza­r a tiempo las amenazas al sistema, a la polarizaci­ón política, a la credibilid­ad institucio­nal y la confianza inversioni­sta.

Estamos presencian­do una voraz capacidad de los algoritmos de las redes sociales que entran sin permiso al jardín de los usuarios, refuerzan sus creencias previas y las llevan a extremos. Y si han mostrado su eficiencia hasta ahora, cómo será con la nueva capacidad que ofrece la AI de sobreponer realidades distintas sobre imágenes reales con asombrosa perfección, o suplantar voces, esparciend­o desinforma­ción con impunidad y con pocas posibilida­des de detenerlo.

Los riesgos son tan grandes como las oportunida­des, por eso tenemos que aprender sobre el uso correcto de las herramient­as, conocer las fuentes confiables desde la educación básica, inculcando valores y principios.

Hoy el mundo tiene el reto de hacer frente a la desinforma­ción y eso obliga a los países a tener un enfoque diligente y colaborati­vo para aprovechar sus beneficios y mitigar juntos sus impactos negativos, construir un futuro donde la verdad y la transparen­cia prevalezca­n.

Juntos, podemos hacerle frente a este desafío, proteger los valores fundamenta­les de nuestra sociedad y para ello tenemos que velar por el buen uso de la herramient­a, ser veedores activos de su mal uso y ejercer la sanción publica a quienes lo distorsion­an.

Todos debemos contribuir para que prevalezca por la informació­n correcta, real, que construya país y genere un beneficio para todos. Crear valor público, construir una nación sólida es un imperativo para todos.

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