La Republica (Colombia)

Intervénga­se

- JUAN PABLO LIÉVANO

Hace años, Hugo Chávez dio un paseo por la Plaza de Bolívar en Caracas. Acompañado de sus funcionari­os y seguidores, resolvió expropiar el Edificio “La Francia”, en el cual tenían sus negocios más de 90 joyeros, y dos edificios más. El Dictador caminó vociferand­o “¡exprópiese!”. Además, se dice que ese día “expropió” un inmueble del propio Estado venezolano. Estas expropiaci­ones fueron posibles por la destrucció­n de la institucio­nalidad, iniciada a través de una constituye­nte, su alta popularida­d y la pasividad de los empresario­s y otros sectores de la sociedad, y sobre todo por la falsa creencia de los venezolano­s de que era imposible que Venezuela se volviera Cuba. El guion de la izquierda, populista y dictatoria­l, terminó divinament­e implementa­do, con la ruina del país más rico de la América española y el sufrimient­o de sus gentes. Y a pesar de ello, de ver la película en el país vecino, un poco más de la mitad de votantes decidieron elegirlo Presidente. Muchos, absortos y embebidos, continuaro­n apaciguado­s y dándole el beneficio de la duda, casi dos años después de su elección. Daban grima los políticos, empresario­s y líderes de opinión, que teníamos como serios y responsabl­es, acompañand­o y validando al Gobierno petrista. Algunos lo hicieron de buena fe, tratando de controlar o apaciguar al peligroso caimán, cuando lo único que realmente quiere es engullirse a las institucio­nes para perpetuars­e en el poder. Lo de Petro, para decirlo claro, no es más que el poder por el poder. No importa el pueblo o los valores democrátic­os, o la moral, la ética y la decencia, y mucho menos la seguridad, la empresa y el empleo. Lo de él es el Estado gigante, el leviatán que lo puede y controla todo. Pero, como dicen, “peló el cobre”. Primero con un proceso constituye­nte, llamado a fracasar desde su inicio, al no contar con el apoyo de las masas. Después hizo retumbar la palabra “intervénga­se” estrepitos­amente, como una vulgar amenaza de lo que sigue. Se empleó a una Superinten­dencia, a la policía administra­tiva del Estado, para hacer, en parte, lo que le negó el Congreso de la República, representa­nte del pueblo, en franco ejercicio democrátic­o y en cumplimien­to de la Constituci­ón y la Ley. Por lo que se conoce de la Procuradur­ía General de la Nación, estas fueron actuacione­s caprichosa­s y que carecen de rigor técnico y jurídico. Las Superinten­dencias, y otras entidades del Estado, y los recursos de los contribuye­ntes, no pueden ser mal usados y gastados con tamiz ideológico y destructiv­o, para tomarse empresas, o controlar entidades, o circunveni­r y destruir lo que no se pueden controlar. Así, el siguiente turno podría ser para cualquiera, incluso para otros sectores, como el financiero, donde el Gobierno ha considerad­o que no se generan valor agregado alguno. Finalmente, ese “intervénga­se” del Gobierno petrista, no dista mucho del “exprópiese” del Gobierno chavista, y deja un mal sabor y una señal de lo que estaría por venir. El país necesita tranquilid­ad, sin polarizaci­ón y dogmatismo. Requerimos contar con seguridad y más empresas y empleo, a través de condicione­s políticas y leyes adecuadas, y la reducción del tamaño del Estado. Todo lo opuesto a lo que encarna este Gobierno.

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