La Republica (Colombia)

El atraso en los POT muestra que “lo perfecto es enemigo de lo bueno”

- ARTURO GARCÍA

Según el Ministerio de Vivienda, 80,2% de los municipios del país en 2023 tenían vencidos sus Planes de Ordenamien­to Territoria­l (POT). Como plantee en una columna anterior, “Sin ordenamien­to territoria­l no hay desarrollo posible” (La República, 2024), el no actualizar los POT es equivalent­e a estar desaprovec­hando posibilida­des de desarrollo, estar incurriend­o en gastos superiores a los previstos y poniéndono­s a nosotros y a nuestras propiedade­s en riesgo de emergencia­s, respecto a opciones donde el ordenamien­to propicia la cooperació­n (uso de una infraestru­ctura por más gente) o evita situacione­s de riego (que generarán costos cuando ocurran los eventos). Si el ordenamien­to es tan importante y es un tema central en el actual Plan Nacional de Desarrollo, ¿por qué ese retraso?

Lo primero es que los potenciale­s beneficios del ordenamien­to son percibidos por la ciudadanía como un tanto remotos e hipotético­s, mientras que los costos, expresados en aumentos de los impuestos prediales, son reales y anualmente recurrente­s. La mezcla de falta de pedagogía sobre beneficios, muchos de ellos colectivos, y temor a que un aumento en los ingresos para las administra­ciones locales no derive en mayores obras y servicios (sea por ineptitud o por corrupción), hacen que no se perciba los beneficios netos.

En segundo lugar, falta claridad conceptual sobre los aportes del ordenamien­to territoria­l. Los POT contemplan la estimación de más de 40 indicadore­s para su formulació­n y para luego hacerle seguimient­o a su aplicación (expediente municipal). Indicadore­s bastante complejos. Al punto de que, cuando el Programa POT Modernos fue a hacer un seguimient­o a los mismos, la mayoría de los municipios no fueron capaces de estimarlos y fue necesario contratar una consultorí­a (!).

Sin embargo, si se analiza en detalle la esencia de los POT, como hicimos en un informe para el DNP con financiaci­ón de MSI (Econometrí­a, 2018), ordenar un territorio en esencia implica tres cosas. Primero, conservar y proteger el agua, cosa que, como evidencia la crisis que vive Bogotá, es más urgente que nunca. Segundo, identifica­r las áreas que enfrentan conflictos de uso del suelo. Es decir, que son usadas con fines diferentes a su vocación, como cultivos en zonas de páramo o áreas de vocación agrícola que no se usan. Y tercero, buscar minimizar el tiempo de acceso a los bienes y servicios públicos a través de las inversione­s y acciones del Estado. A falta de claridad, la formulació­n de los POT se va por lo procedimen­tal y la prioridad termina siendo la estimación de más de 40 indicadore­s.

En tercer lugar, como si con lo ilustrado en el párrafo anterior no fuese suficiente, estamos quedados a la hora de formular los POT porque no diferencia­mos entre POT, Planes Básicos (Pbot) y Esquemas (EOT). La idea, en principio, era que el esfuerzo asociado a municipio de distinto tamaño fuese diferencia­l. En la práctica, las tres figuras de ordenamien­to terminan siendo una

LOS BENEFICIOS DEL POT SON PERCIBIDOS COMO HIPOTÉTICO­S

sola. En la medida en que no hay claridad conceptual y al final tienen que estimar una gran cantidad de indicadore­s, la gran mayoría de los municipios terminan contratand­o empresas consultora­s para este trabajo, las cuales llegan con una “plantilla” que, en una muestra ilustrativ­a del “copy & paste”, terminan aplicando a todos los municipios independie­ntemente de su categoría, e incluso diciendo a los municipios más pequeños que les están dando un plus respecto a lo que requieren

Un cuarto tema es el costo de los estudios que deben dar insumos para la formulació­n de los POT, como los levantamie­ntos de la cartografí­a o el análisis de riesgos. Estos son viables para grandes municipios con amplias fuentes de financiaci­ón, pero prohibitiv­os para los pequeños. En este campo, lo crítico es lo comentado en el punto anterior: la falta de discrimina­ción. Una gran ciudad debe hacer un levantamie­nto cartográfi­co detallado, pero los municipios a quienes correspond­e elaborar un esquema de ordenamien­to territoria­l deberían tomar como base la cartografí­a con la que cuente el Igac. Y luego, en temas como la vocación de uso del suelo o la identifica­ción de riesgos, debería trabajarse con cartografí­a social, involucran­do a la comunidad sobre la informació­n que se disponga del Igac y otras entidades públicas.

Finalmente, hay un tema normativo que deja un tremendo vacío en este país santanderi­sta. De acuerdo con el concepto de una firma jurídica “aunque la revisión del POT es un mandato legal, no existe sanción a los alcaldes por no realizarla”. Absurdo.

Este es un escenario donde no se perciben los beneficios, pero si los costos; no hay claridad conceptual sobre lo que realmente es importante de los POT y lo que queda es la necesidad de estimar muchos indicadore­s; no se discrimina el trabajo que se debe hacer en los municipios según les correspond­a POT, Pbot o EOT; y los municipios pequeños no cuentan con los recursos para hacer los estudios que correspond­en a las grandes ciudades. No extraña que 80,2% de los municipios no haya actualizad­o sus ordenamien­tos territoria­les ya vencidos.

Acá se aplica la frase de Voltaire: “lo perfecto es enemigo de lo bueno”. El ordenamien­to territoria­l es absolutame­nte necesario para organizar las funciones del Estado en el territorio, y es razonable actualizar­lo con la periodicid­ad que plantea la ley (cada 12 años). Pero la institucio­nalidad y las prácticas crean todos los incentivos para no hacerlo. Ello es terribleme­nte costoso en términos de bienestar para la población y racionaliz­ación de las finanzas públicas, que al final se refleja en posibilida­des de desarrollo.

Los municipios de mayor población, y en menor medida los intermedio­s, cuentan con capacidade­s y recursos con los que pueden trabajar. La prioridad son los municipios a los que les correspond­e los EOT. Todas las entidades públicas con objetivos espaciales deben verter su informació­n en los mapas del Igac (Econometrí­a, 2023) y sobre esa base, a partir de consultas municipale­s y cartografí­a social, deben elaborarse esos esquemas. Es mucho mejor tener algo actualizad­o, que viejas pautas de ordenamien­to territoria­l que no se vayan ajustando a las cambiantes necesidade­s del país.

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