Koaj. Jeans
Para los que piensan que el manejo del español es sumamente complicado y que sus reglas son estrictas y ortodoxas, les cuento que tienen un aliado que podría ayudar a que la renovación de muchas de estas normas de piedra se dé un poco más rápido de lo usual. Ya había escrito un párrafo de esta columna, cuando tuve la oportunidad de leer parte del nuevo libro de Andrés Hoyos (Manual escolar de escritura, Editorial El Malpensante, Editorial Panamericana, 2018) y decidí replantear el asunto. Dice don Andrés que hay muchas palabras que “los puristas” rechazamos, pero que deben ser prontamente incorporadas sin pena a nuestro idioma. Y reconozco que estoy de acuerdo con él, si no en todas, sí en algunas de ellas. Y no es que yo piense que la Academia sea un ente tan acartonado como parece, pero sí creo que algunos de sus procesos de renovación se toman un poco más de lo adecuado para estas épocas. Ahora bien, defiendo la existencia de un ente recopilador, regulador y condensador del uso del idioma y de su rigidez y firmeza en muchos de los asuntos que trata. Si con una Academia tan fuerte pasa lo que pasa con el idioma coloquial, no me imagino lo que pasaría sin ella.
Una de las palabras que defiende don Andrés es, en efecto, Jean, a la par de Jeep y Whiskey (por yin, yip y güisqui, que le parecen frondias). Su lista es bastante interesante porque argumenta lo dispendioso que es reemplazarlas por las alternativas “aceptadas”. La verdad es que en varias me parece que tiene algo de razón pero creo que abrir la puerta para que la comodidad supere tan fácilmente la normativa es un poco riesgoso. Toda esta introducción va a que, teniendo presente lo anterior, dejo a su criterio si el jean del aviso de Koaj es mejor que un yin que muy pocos entenderían. ¿Y qué opino yo? Que sería interesante hacer el experimento de escribir con todas las de la ley y analizar si la gente no entiende tanto como pensamos, o si el buen ejemplo da frutos en el futuro.