Carta del director.
Que el 2018 comienza a ser mejor que el año precedente, es algo que confirman los primeros datos disponibles. Tanto los reportes de la industria y el comercio, como la percepción de empresarios y consumidores confirman que el clima cambió para bien con el arranque del nuevo calendario, sin que la reactivación permita hablar de un retorno de las ‘vacas gordas’. Aun así, el entorno es más favorable. En el terreno internacional, lo más significativo es el aumento en los precios del petróleo, que se mantienen por encima de 60 dólares el barril, algo que impacta positivamente las exportaciones colombianas y el panorama de recaudos del sector público. Aunque las tasas de interés externas muestran tendencia al alza, ese aumento se ve más que compensado por la mejora en nuestros términos de intercambio.
Por su parte, en el ámbito local los expertos saludan el descenso en el ritmo de la inflación, cada vez más cerca de ubicarse en el punto medio del rango establecido como meta por el Emisor. Dicha disminución no solo permite una política monetaria más expansiva, con rebajas en el costo del dinero que favorecen a los usuarios del crédito, sino que le da un empujón significativo al poder adquisitivo de millones de hogares.
A pesar de esos progresos, el panorama no está del todo despejado. La incertidumbre en materia política pesa en decisiones clave, ya sea a nivel de inversión productiva o de gastos individuales. Múltiples empresas y personas prefieren esperar a que se sepa el nombre del próximo inquilino de la Casa de Nariño, antes de dar pasos importantes. Las elecciones legislativas tranquilizaron a algunos, especialmente a los observadores de afuera que consideran que el modelo económico seguirá vigente, así las dudas de muchos persistan. Por ello, es válido decir que el cambio de viento aún no se nota con fuerza. Incluso quienes buscan mantener la cabeza fría aceptan que habrá que esperar al próximo semestre para ver una actitud más decidida de la gente. Para usar la conocida expresión, la mayoría opta por esperar con el fin de ‘saber a qué atenerse’, antes de dar pasos definitivos.
Algunos, sin embargo, buscan oportunidades en las crisis y saben hacer uso de su experiencia para saber creciendo. Ese es el caso de Prodigy Network, la firma de Rodrigo Niño quien sigue dejando su impronta en la isla de Manhattan, gracias a un cambio normativo que permitió el uso del llamado crowdfunding para impulsar una serie de proyectos inmobiliarios muy innovadores, concentrados en los espacios de trabajo compartidos.
Si las cosas suceden como lo proyecta este ejecutivo de 48 años, su compañía podría ser la primera ‘unicornio’ de origen colombiano en un plazo no demasiado largo. El término, que se aplica a aquellos emprendimientos valorados en al menos mil millones de dólares al momento de hacerse públicos, viene de los proyectos asociados con la revolución informática, pero cada vez más cubre un área de mayor extensión.
Aunque ya habrá tiempo de cubrir el desenlace de una historia que está siendo escrita, el mensaje de fondo es que no hay espacios ni geografías cerradas cuando se trata de poner en marcha buenas ideas. Y que si bien la política importa, esta pesa menos cuando las ideas se defienden por si solas y obtienen respaldo financiero a punta de demostrar que la sumatoria de voluntades y recursos es mayor que el valor de sus componentes individuales. Ojalá esa lección sea aplicada en Colombia, tanto en el terreno gubernamental, como en lo que corresponde al sector privado.
Aunque la incertidubre en materia política pesa, tanto los reportes de la industria y el comercio, como la percepción de empresarios y consumidores confirman que el clima cambió para bien.