La economía de la cercanía
PRÁCTICAMENTE no hay sector productivo que la pandemia del coronavirus no haya impactado, en mayor o menor grado. El choque a toda la economía ha sacudido desde las grandes empresas hasta los pequeños negocios y microempresas.
Le bastaría a los lectores con caminar por el corredor comercial del barrio donde residen para identificar el creciente número de locales de todo tipo ya cerrados o en camino a la quiebra. Esos negocios barriales como las tiendas, los abarrotes, las lavanderías, los minimercados, los puestos de comidas y las droguerías independientes, entre otros, atraviesan asimismo por una crítica situación.
Esa economía de la cercanía, locales comerciales que suplen las necesidades básicas de la vida del hogar y se encuentran a corta distancia, pudo demostrar su importancia a raíz de los confinamientos estrictos.
No obstante, están sufriendo, como otras empresas de distintos tamaños, por la reducción en sus ventas y la incapacidad para pagar los arriendos y, en casos como peluquerías y otros servicios de alto contacto, del temor de los clientes a un contagio.
A lo anterior, se deben añadir dificultades para costear y cumplir los requisitos de bioseguridad necesarios para poder reabrir sus puertas así como, en el caso de los restaurantes, incapacidad de sostenerse solo con la venta de domicilios.
“Convivir con el coronavirus” se traducirá lamentablemente en la imposibilidad de esos pequeños locales barriales de continuar operando. Que los barrios pierdan ese tejido de micronegocios y sus corredores comerciales se llenen de locales vacíos merece la atención tanto del Gobierno Nacional como de las autoridades urbanas.
Hacer un mayor esfuerzo en el diseño de ayuda para los más pequeños junto a campañas para “comprar cerca” a los locales alrededor de nuestras residencias podría ayudar a estas tiendas, lavanderías y restaurantes a sobrevivir.