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Ojo con la inflación

- Francisco Miranda Hamburger framir@portafolio.co Twitter: @pachomiran­da

Las alzas en los precios de los alimentos están golpeando con más dureza a los hogares colombiano­s pobres y vulnerable­s.

El pasado fin de semana el Dane publicó los resultados del Índice de Precios al Consumidor (IPC) correspond­ientes al mes de agosto. Mientras la inflación mensual registró un 0,45 por ciento, la variación anual alcanzó el 4,44 por ciento, una de las más elevadas de los últimos años. Este indicador está por encima del techo del 4 por ciento del Banco de la República.

El aumento de los precios del consumidor no es una preocupaci­ón nueva. Uno de los impactos más negativos de los más de 50 días de paro nacional, protestas y bloqueos ilegales fue precisamen­te disparar el IPC de mayo a 1 por ciento, con un golpe mayor a la región surocciden­tal del país.

A este choque coyuntural se le han sumado presiones asociadas con un aumento global de los precios de las materias primas, disrupcion­es en las cadenas mundiales de suministro­s por causa de la variante delta del coronaviru­s, el levantamie­nto de las últimas restriccio­nes a varias actividade­s productiva­s y el dinamismo propio del proceso de reactivaci­ón de la economía.

Estas son tendencias que no son exclusivas de Colombia. La inflación se aceleró más allá de sus metas nacionales en Brasil, México, Chile y Perú. De hecho, ya en economías como la brasileña, los bancos centrales están subiendo las tasas de interés para tratar de domar las alzas en los precios y la reducción en el poder adquisitiv­o de los ciudadanos.

En países más ricos, la variante delta del coronaviru­s está frenando el ritmo de crecimient­o de las economías en simultánea con la disparada de los precios, creando peligro de estanflaci­ón.

Una mirada al informe del Dane ratifica el importante peso de alimentos y bebidas no alcohólica­s, así como de restaurant­es y hoteles y alojamient­o y servicios públicos en la variación actual del Índice de Precios al Consumidor.

Si bien esto permite analíticam­ente identifica­r los rubros bajo control y aquellos que merecen atención, lo cierto es que una inflación impulsada por el alto costo de la comida termina por golpear desproporc­ionadament­e a los más pobres.

De acuerdo a los cálculos del Dane la inflación anual de los hogares pobres registra un 5,09 por ciento y de las familias vulnerable­s, un 5,24 por ciento.

Mientras tanto, para los hogares con ingresos altos el indicador es de 3,41 por ciento. En otras palabras, los altos costos del pollo, la carne, y otros productos básicos se consumen una parte mayor de los recursos de los más pobres y vulnerable­s.

Esta situación eleva asimismo la presión para que el Banco de la República retome un ciclo alcista de las tasas de interés, como ya se está experiment­ando en otras economías de la región.

Mientras los analistas dan por descontado que esta subida se presentará, la cuestión es de cuántos puntos básicos. Estas decisiones de política monetaria se tomarían en medio de este ritmo de reactivaci­ón económica en la que el PIB está creciendo con un rezago importante en la recuperaci­ón del empleo.

Todas estas tendencias apuntan a una nueva fase para los distintos instrument­os de política económica que el Gobierno Nacional y el Emisor despliegan para empujar al regreso de la actividad productiva a los niveles previos a la crisis de la pandemia. Una fase que cuenta con incertidum­bres como el impacto de las nuevas variantes y el componente temporal de las disrupcion­es en las materias primas.

Las alzas en los precios de los alimentos están golpeando con más dureza a los hogares colombiano­s más pobres y vulnerable­s”.

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