Ojo con la inflación
Las alzas en los precios de los alimentos están golpeando con más dureza a los hogares colombianos pobres y vulnerables.
El pasado fin de semana el Dane publicó los resultados del Índice de Precios al Consumidor (IPC) correspondientes al mes de agosto. Mientras la inflación mensual registró un 0,45 por ciento, la variación anual alcanzó el 4,44 por ciento, una de las más elevadas de los últimos años. Este indicador está por encima del techo del 4 por ciento del Banco de la República.
El aumento de los precios del consumidor no es una preocupación nueva. Uno de los impactos más negativos de los más de 50 días de paro nacional, protestas y bloqueos ilegales fue precisamente disparar el IPC de mayo a 1 por ciento, con un golpe mayor a la región suroccidental del país.
A este choque coyuntural se le han sumado presiones asociadas con un aumento global de los precios de las materias primas, disrupciones en las cadenas mundiales de suministros por causa de la variante delta del coronavirus, el levantamiento de las últimas restricciones a varias actividades productivas y el dinamismo propio del proceso de reactivación de la economía.
Estas son tendencias que no son exclusivas de Colombia. La inflación se aceleró más allá de sus metas nacionales en Brasil, México, Chile y Perú. De hecho, ya en economías como la brasileña, los bancos centrales están subiendo las tasas de interés para tratar de domar las alzas en los precios y la reducción en el poder adquisitivo de los ciudadanos.
En países más ricos, la variante delta del coronavirus está frenando el ritmo de crecimiento de las economías en simultánea con la disparada de los precios, creando peligro de estanflación.
Una mirada al informe del Dane ratifica el importante peso de alimentos y bebidas no alcohólicas, así como de restaurantes y hoteles y alojamiento y servicios públicos en la variación actual del Índice de Precios al Consumidor.
Si bien esto permite analíticamente identificar los rubros bajo control y aquellos que merecen atención, lo cierto es que una inflación impulsada por el alto costo de la comida termina por golpear desproporcionadamente a los más pobres.
De acuerdo a los cálculos del Dane la inflación anual de los hogares pobres registra un 5,09 por ciento y de las familias vulnerables, un 5,24 por ciento.
Mientras tanto, para los hogares con ingresos altos el indicador es de 3,41 por ciento. En otras palabras, los altos costos del pollo, la carne, y otros productos básicos se consumen una parte mayor de los recursos de los más pobres y vulnerables.
Esta situación eleva asimismo la presión para que el Banco de la República retome un ciclo alcista de las tasas de interés, como ya se está experimentando en otras economías de la región.
Mientras los analistas dan por descontado que esta subida se presentará, la cuestión es de cuántos puntos básicos. Estas decisiones de política monetaria se tomarían en medio de este ritmo de reactivación económica en la que el PIB está creciendo con un rezago importante en la recuperación del empleo.
Todas estas tendencias apuntan a una nueva fase para los distintos instrumentos de política económica que el Gobierno Nacional y el Emisor despliegan para empujar al regreso de la actividad productiva a los niveles previos a la crisis de la pandemia. Una fase que cuenta con incertidumbres como el impacto de las nuevas variantes y el componente temporal de las disrupciones en las materias primas.
Las alzas en los precios de los alimentos están golpeando con más dureza a los hogares colombianos más pobres y vulnerables”.