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Un remezón

- Ricardo Villaveces Consultor privado.

Un remezón es lo que está experiment­ando el comercio internacio­nal y muchas cadenas de producción por estos días. De una parte, los costos del transporte marítimo se han disparado, creciendo hasta un 400 % por cuenta de las congestion­es portuarias especialme­nte en China y en Estados Unidos, con la consecuent­e escasez de contenedor­es disponible­s.deotrapart­e,algunospro­ductoscomo­losautomóv­iles en las fabricas de occidente ven aumentar sus inventario­s sin poder despacharl­os, por cuenta de la falta de los chips que requieren los automóvile­s modernos. Y este tema de los chips impacta de manera sustancial la producción de infinidad de productos que, en este mundo digital, dependen completame­nte de su existencia para funcionar.

Sin duda, el disparador de estas situacione­s fue la pandemia. En el caso de los chips, cuando empezó el problema muchas empresas cancelaron sus órdenes de compra pensando que la caída en ventas iba a ser muy grande y en productos como automóvile­s así ocurrió en los primeros meses. Pero la demanda por chips explotó ante el crecimient­o de los pedidos de productos de tecnología, que son los que nos han permitido enfrentar la llamada ‘nueva normalidad’. Problemas en algunas plantas de producción en Asia han dificultad­o la normalizac­ión de la oferta, pero también quedó en evidencia la altísima dependenci­a que muchos productore­s de diferentes bienes en occidente tienen de productore­s de chips en Asia y en particular de la China.

Como bien lo analiza Thomas Friedman en un artículo reciente en el New York Times, esta parte del mundo y Estados Unidos en particular, después de su frustrada guerra contra el terrorismo en el medio oriente, va a tener que mirar con profundida­d y con toda la atención el tema de su relación con China. Durante los últimos cuarenta años de auge de la globalizac­ión una de las consecuenc­ias fue la de una gran dependenci­a de ese gigante que es China que, si bien en un inicio ofrecía muchos bienes de baja tecnología que favorecier­on al consumidor estadounid­ense, cada vez compite en más campos y crea dependenci­a de productos esenciales en este mundo caracteriz­ado por la digitaliza­ción y la tecnología. Que coincidan Biden y Trump en endurecer sus posiciones frente a China refleja la complejida­d y los alcances del problema.

Problema que es más profundo cuando se recuerda que son los chinos los mayores tenedores de los títulos de la deuda pública norteameri­cana y que, de otra parte, están promoviend­o con mucha fuerza toda una estrategia de comunicaci­ones terrestres y marítimas, como parte de la llamada Nueva Ruta de la Seda, que incorpora ya más de setenta países y les va a permitir fortalecer su presencia global.

Debe ser China entonces el foco de una mirada estratégic­a de Estados Unidos y Occidente que deben buscar relaciones que dinamicen el comercio y las economías, pero que traten de evitar una dependenci­a excesiva que produzca problemas del estilo del que se está viviendo por estos días. Desde ningún punto de vista es un ecuación fácil de resolver, pero lo que es claro es que el gigante chino se despertó y hay que aprender a convivir con el.

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