¿Quién responde por la Unión Española?
La imagen de cómo quedó la fachada de un antiguo edificio de la ciudad, sobre el cual ampliaron el parqueadero de un centro comercial, ha generado polémica
Desde la demolición del emblemático edificio de la Unión Española hace cuatro años, su destrucción sigue generando comentarios, sobre todo en redes sociales donde se han hecho virales varias fotos de cómo quedó la fachada del lugar debajo de un parqueadero en el centro comercial Portal del Prado.
El lugar, que queda contiguo a la Plaza de la Paz, se ha convertido en un sitio para tomar fotografías y hasta para burlarse de lo que muchos habitantes llaman ‘la empanada’ arquitectónica más grande de la ciudad. “Ese es el ejemplo más verídico de cómo esta administración toma los temas importantes de la ciudad. Aquí solo vale la parte comercial y lo patrimonial e histórico no importa”, señala a PUBLIMETRO el escritor Paul Brito Ramos, quien ha investigado a fondo la historia de este edificio.
Brito, desde 2014, fue una de las primeras voces que se alzó en contra de la desaparición de este edificio que era una muestra de arquitectura barroca, morisca y andaluza en una sola estructura.
Un glorioso pasado
De acuerdo con la investigación de Brito para su crónica La última diligencia, publicada en 2014 en la revista Latitud de El Heraldo, la Casa España o Unión Española fue inaugurada el sábado 26 de julio de 1947 con un suntuoso baile social.
El edificio fue construido por el arquitecto catalán Luis Molinas Malleu, quien se había encargado de intervenir el Castillo de Salgar y la Residencia de Marulanda, entre otros edificios. La obra se sumó a los diversos clubes sociales que poco a poco fueron instalando los inmigrantes recién llegados a la ciudad para la realización de sus eventos sociales y obras de caridad. En 1933, la ciudad albergaba: el club Anglo-americano, el Alemán, el Italiano, el Centro Israelita Filantrópico, el Centro Juvenil Árabe y una agrupación china.
El artículo 4 de los estatutos de la Unión Española, conservados aún en la Biblioteca Piloto de la Aduana, dice: “La sociedad podrá intervenir en todo aquello que propenda al auge, desarrollo y engrandecimiento de los intereses patrios en Barranquilla y en cuanto se relacione con los beneficios del país”.
El lugar desde esa época fue epicentro de comparsas y bailes de carnaval en sus salones, que estaban compuestos por un primer piso con capiteles de mármol al estilo morisco donde resaltaba un fresco patio andaluz, piscinas, salones para jugar a la baraja y hasta una tasca española donde servían paella, exquisitas tapas y manjares.
“En aquella época, los clubes sociales eran también como las EPS de nuestra época, debido a que muchos inmigrantes ayudaban a otros que llegaban con sus gastos en salud a establecerse en la ciudad”, explicó Brito.
Varios culpables de su final
A partir de los años ochenta, el auge de la Unión comenzó a decaer con la inscripción de menos socios dispuestos a mantener su esplendor dorado. Como describió Brito: “Muchos de los descendientes de los socios ya no tenían el mismo apego por la bandera y sus tradiciones, y comenzaron a cambiarse a clubes basados exclusivamente en el estrato social”.
En 1994, la junta del club le ofreció al Gobierno español la manutención del edificio, que contaba con más historia, pero la respuesta de la madre patria fue que ellos ya tenían un Centro de Formación y Cooperación Española en la turística ciudad de Cartagena.
El edificio se salvó en esa ocasión, debido a que la caja de compensación Cajacopi lo compró en 1996 fijando unas cláusulas en el contrato de venta para que el nuevo dueño conservara la edificación y no vulnerara su diseño. Cajacopi acogió la edificación he hizo intervenciones como la creación de un segundo piso que no violó la estructura del inmueble.
Sin embargo, la caja de compensación tuvo que vender el edificio en 2014 por el crecimiento de sus afiliados y buscaron una sede más grande.
Según un artículo publicado por el diario El Heraldo en 2016, la firma constructora Portales Urbanos S.A. –que es una sociedad filial de Olímpica S.A.– compró el edificio y obtuvo en tiempo récord los permisos para su demolición y así ampliar a más de 600 parqueaderos a su vecino, el gigante centro comercial Portal del Prado. “Todo se trató de una tema comercial y ahora la fachada es un bodrio que no pega en su actual lugar porque es como querer imponer una arquitectura sobre otra”, recalca Brito.
Qué dice el Distrito
En 2014, el secretario de Cultura del momento, Afif Simán, luego de la demolición del edificio llegó a un acuerdo con el centro comercial Portal del Prado de conservar la fachada del inmueble. Este hecho fue criticado por algunos expertos. “La sola fachada es
muy valiosa porque en ella están representados los escudos de todas las regiones españolas; sin embargo, el interior también era muy rico por su arquitectura y diseño español con influencia árabe, único en Barranquilla”, resaltó el arquitecto Rafael Iglesias Bermúdez.
Solo hasta el año 2016 se estableció el Régimen Especial de Protección mediante el Decreto Distrital 0758, que establece el procedimiento para la declaratoria de bienes de interés cultural del ámbito distrital.
Barranquilla cuenta con una lista preliminar de 15 inmuebles, de 98 que han sido identificados, que cumplen con los criterios de valoración para ser declarados patrimonio, pero que no hacen parte de los barrios que cuentan con esa protección. Es decir, estos se encuentran ubicados por fuera del sector de El Prado, Bellavista y una parte de Altos del Prado y del sector del Centro Histórico, que fue declarado Bien de Interés Cultural del Ámbito Nacional.
En 2014, fue demolida la Unión Española, pero a pesar de ser una construcción de 1947, no estaba inscrita en ninguna de las listas de inmuebles patrimoniales de la ciudad que consta de por lo menos 1698 predios, por lo cual no contaba con protección alguna del Distrito. La pregunta que queda abierta es ¿quién está detrás de este daño al patrimonio?
“Todo se trató de una tema comercial y ahora la fachada es un bodrio que no pega en su actual lugar” Paul Brito, escritor