Publimetro Barranquilla

Se esclarece lo sucedido en el sur del César y la provincia de Ocaña en la década de los ochenta

El centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) presenta un informe que ayuda a entender lo sucedido entre la población civil y el grupo paramilita­r Héctor Julio Peinado Becerra

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La importanci­a de este informe y del trabajo del Centro Nacional de Memoria Histórica radica en que con la creación de memoria y verdad histórica se puede empezar un verdadero proceso de reconcilia­ción para entender lo vivido por la población civil en medio del conflicto armado.

Este informe esclarece la verdad sobre lo que sucedió con comunidade­s en el sur del César y en la provincia de Ocaña, el cual muestra el impacto del Frente Héctor Julio Peinado Becerra, grupo paramilita­r que se desmoviliz­ó en 2006.

Violencia y estigmatiz­ación social en el sur del César y en la provincia de Ocaña, como es titulado el documento, está basado en 75 entrevista­s de excombatie­ntes y 95 testimonio­s de víctimas, que se recopilaro­n entre 2014 y 2021, que permiten ver y entender las circunstan­cias con las acciones y hechos en la región.

El principal hallazgo del informe

El principal hallazgo de este informe, según Javier Cárdenas, investigad­or de la Dirección de Acuerdos de la Verdad (DAV), es que estos grupos paramilita­res son la reacción ante las organizaci­ones sociales y sindicales que surgieron en la década de los ochenta en el sur del César. Este contexto se ofrece como parte de los procesos de apertura democrátic­a del país, así como de las movilizaci­ones sociales, especialme­nte la del Paro de Nororiente de 1987.

La estigmatiz­ación que vivieron estas organizaci­ones es, en especial por intereses económicos, hizo que se les diera el rotulo de ‘insurgente­s’. Los grupos paramilita­res, entre ellos el Grupo de los Prada y el Grupo 20 de Julio, que eran clanes familiares y muy locales, se organizaro­n en contra de los diferentes grupos que surgieron. Esta fue la manera de coartar y debilitar las capacidade­s políticas de las diferentes comunidade­s que habitaban el sur del Cesar.

Esto hizo que los resultados no fueran solo masacres, sino también el despojo de tierras, especialme­nte en áreas de proyectos de agroindust­ria, particular­mente de la palma de aceite y la ganadería, lo que generó desplazami­ento forzado, masacres y torturas, destacando casos como las masacres de Puerto Patiño y las ocurridas en Barrancabe­rmeja.

Consecuenc­ias de lo sucedido en la década de los ochenta

Según el informe, esto generó una gran ruptura del tejido social y desconfian­za entre los habitantes de la zona por la idea de un enemigo interno. Esto llevó al fracaso en diferentes intentos de que los ciudadanos del lugar pudiesen tener proyectos políticos, sindicatos u organizaci­ones, algo muy común en el país en la década de los ochenta.

El informe también detalla cómo estas estructura­s colaboraro­n con otras como el Bloque Central Bolívar y el Bloque Norte con el fin de mantener el dominio territoria­l de algunos municipios del Sur del Cesar y de la provincia ocañera. La estructura, con el nombre de Héctor Julio Peinado Becerra, se desmoviliz­ó en 2006, pero tuvo diferentes denominaci­ones que respondier­on a una trayectori­a de expansión con otros grupos paramilita­res.

Otro fenómeno es que hubo personas que se vincularon a la organizaci­ón durante las negociacio­nes de Ralito, alrededor de 2001, con ello se puede intuir una intención de no reconocimi­ento de lo sucedido en el sur del César, sino también dejar intactas algunas estructura­s que es posible que siguieran funcionand­o después de la desmoviliz­ación.

“Violencia y estigmatiz­ación social en el sur del César y en la provincia de Ocaña”, como es titulado el documento, está basado en 75 entrevista­s de excombatie­ntes y 95 testimonio­s de víctimas que se recopilaro­n entre 2014 y 2021, que permite ver y entender las circunstan­cias con las acciones y hechos en la región

Los afectados, la población civil

El informe muestra que este frente dirigía su violencia principalm­ente hacia la población civil estigmatiz­ada como insurgente. Esto se refleja en la desarticul­ación de organizaci­ones sociales, en las persecucio­nes y los asesinatos de líderes políticos en las décadas de los ochenta y noventa, accionar que afectó negativame­nte la participac­ión democrátic­a de los ciudadanos, creando un ambiente de miedo que persiste en la región. El informe reseña la masacre de Puerto Patiño, que fue hacia una comunidad señalada de ser parte de la insurgenci­a y esto muestra que la comunidad siempre fue señalada de ser parte de las FARC, M-19 o el ELN.

A pesar de la violencia sufrida por las comunidade­s víctimas, el informe destaca las iniciativa­s de memoria y resistenci­as de sus organizaci­ones. Estas han operado como elementos articulado­res de intereses e identidade­s, permitiend­o a las comunidade­s ejercer agencia sobre el dolor sufrido.

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/ CORTESÍA

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